2. Edimburgo

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Conforme la tropa se acercaba a Edimburgo, la tez de Harry adquiría un brillo inusual, acorde a la viveza de su semblante. El ceño se mantenía relajado, tranquilo y al tanto de la naturaleza de los caminos terrosos, olvidados. Fluían varios factores por sus nervios relajados, una sutil combinación entre la necesidad del foráneo por regresar a su lugar natal y el dulce incentivo de una promesa de dulzura, de un cambio abrupto y positivo para su sombrío estilo de vida.

Por ello, Harry se entregó a las puertas de Edimburgo con sus fanales encendidos en un fuego verduzco, llamativo, un reflejo tan vivaz como los rayos del sol que cobijaban la ciudad con el cálido saludo matutino. El mediodía pincelaba las casas con alegría, denominaba el nacimiento del alba como otra oportunidad; Harry la saboreaba de esa manera. Admiraba, como si fuese la primera vez, las fachadas extravagantes de los edificios y la majestuosidad de las catedrales, de los castillos, del brillo en las paredes.

Su expresión de alegría intimidaba a la tropa entera, dejándolos pasmados ante la presencia de unos traviesos hoyuelos que le atribuían al rostro de Styles una suerte de tibieza, de luz, de animosidad.

—Vaya, Harry, te place volver a Edimburgo ¿no es así? —inquirió Zayn, su voz cantarina se mezcló perfectamente con el cuadro del reencuentro—. Sin embargo, creo intuir un destello peculiar en tu mirada, algo diferente que no tiene relación alguna con el regreso. ¿Me equivoco?

Harry se sonrojó, Zayn perdió el habla. —No, sí hay algo más.

— ¿Deseas compartirlo conmigo, hermano? ¡Vamos!

—Hay alguien que me espera. —El comandante Malik quedó perplejo. El impulso por ahondar más en el tema fue ahogado por el pasmo de la confesión repentina, mas Harry continuó—: mi mejor amigo. Un adorable joven de belleza extrema. ¿Sabes? Con el paso del tiempo me di cuenta que, lejos de un cariño fraternal, me nace una atracción inocente hacia él. Nos visualizo juntos, esa imagen me entusiasma en sobremanera.

— ¿Cómo se llama?, ¿él le corresponde?

Harry sacude las cuerdas para incentivar al caballo a aumentar la velocidad sin llegar a un trote. —Su nombre es Niall. Y no, no lo sabe. Creo que mi regreso puede fungir como una oportunidad para ganarme su amor, su respeto y mostrarle cuanto estoy dispuesto a hacer por él. ¡Es que es bellísimo! Si lo vieras...

Los ojos de Zayn se encendieron de una curiosidad enfermiza, cuya necesidad velaba un deseo naciente, todavía insignificante, apenas un pinchazo en lo más profundo del corazón.

—Si no lo consideras un atrevimiento o descortesía, me gustaría conocerlo. Sería grato ver de frente a la persona que logró que Harry Styles sonriera sinceramente.

Una risita burbujeó en la garganta de Harry. —Por supuesto que no. ¿Vamos ahora mismo? Seguramente debe estar en la iglesia por órdenes de su madre.

—Te sigo, Styles. —Quitándose el tricornio, Zayn exageró una reverencia.

Divertido, Harry lo guió por las calles concurridas. Evocaba sus tiernos años de infante, la alegría innata de un niño feliz, aunque reservado. Su mente dibujaba, con líneas dispersas y borrosas, los rostros apenas conocidos de quienes dedicaban la mayor parte del día a pulular por las vías. Él corriendo con sus pies regordetes y Niall tras él, portando una sonrisa llena de dientes chuecos.

Oh, Niall.

Ese muchachillo rubio significaba la vida para Harry. No sólo bajo el título de mejor amigo, también como el compañero ideal para una persona de su talle: nadie lograba internarse tanto en su raciocinio, en la dirección de sus ideas. Cansado de buscar un inexistente, la atracción se volcó en el escuálido cuerpo de Niall. Harry lo aceptaba de buena manera.

Redemptio | Larry StylinsonWhere stories live. Discover now