Bidan: un matrimonio a la fuerza

XV. Impulsos

Bibiana pov:

Levanto el sobre con fuerza casi arrugándolo, probablemente la astucia de Daniela la obligó a crear un relato barato para que su imagen no se vea afectada. No puedo concebir esas fotografías, mucho más allá del engaño que podría parecer y la falta de moral siendo una mujer casada, "mi esposa"... Me repudia el aspecto de como lucen estos dos, los celos me carcomen por dentro, sus poses tan específicas que definían satisfacción después de tanto placer, es...¡asqueroso!, en mi cabeza solo rondan esas imágenes como punzadas que me producen migraña, además que tuve en frente a ese patán una vez en la oficina, como andante facineroso, descaro que Daniela también comparte.

Su viaje de negocios es lo más sano que pudo pasar, respiro traición a su lado, hubiese ocurrido antes o después del matrimonio, el hecho de verla en manos de otra persona me enerva, diga lo que diga, no me hará cambiar de pensamiento, al refutar mis ofensas me da a entender que reconoce muy en el fondo lo golfa que parecía enredada entre sabanas. A partir de aquí solo demostraré indiferencia a lo que haga o deje de hacer, decido que su vida la consideraré como la de una extraña.

Despierto en la madrugada sin lograr conciliar el sueño, miro mi teléfono sin señal alguna de ella, doy vueltas en mi habitación sin lograr encontrar calma, me levanto y me dirijo al taller donde me cobijo logrando en solo una noche transportarme al arte abstracto, totalmente opuesto a mis pinturas figurativas y realistas, sin poderlo controlar mis ojos se empiezan a cerrar y me quedo dormida recostada sobre un pequeño escritorio...

                                                                                    *****
El día invade de luz el vaso de agua que posa cerca de mi brazo señalando un destello intenso en mi frente, con ojos poco abiertos y en quietud direcciono mi mirada al lienzo, divagando en mi mente decido acercar el bote de basura y quemar el supuesto testimonio, no quiero darle oportunidad a dudas de su veracidad.

Durante una semana no asisto al trabajo, sabía que Daniela había llegado y procuramos cruzarnos lo menos posible, me he dedicado de lleno a mis pinturas porque estoy dispuesta a promocionarlas y realizar una exposición en mi galería. Mi motivación con el pincel no es mucha, las manos no me funcionan y mucho menos mi cabeza, pero debo sacar algo bueno de la rabia que me acompaña llevándome a pisar otros géneros artísticos. 

Escucho pasos cerca de la puerta, solo espero que no sea Daniela levantándome a gritos por no retomar labores en la empresa y me haga dañar el lienzo.

—Señora Bibiana, son las 4:30 de la tarde y de nuevo se le hizo tarde para comer como todos estos días. —Escucho detrás de la puerta.

—Solo tráeme un vaso de leche, en un rato más te pido de comer. —Siento alivio al saber que es Verónica y no aquella arpía.

Verónica no tarda mucho y regresa prácticamente enseguida.

—¿Puedo pasar? 

—Adelante —afirmo en tono apagado dirigiendo mi mirada hacia la puerta esperando su entrada.

—¡Vaya, que lindos cuadros! No sé mucho de pintura, pero puedo acertar lo vivaz que se siente, solo faltaría un toque femenino —menciona con voz baja—. Tal vez este sí sea el momento indicado para servirle de modelo —añade en voz tenue.

—No lo creo, Verónica, déjame sola por favor —le respondo con un tinte de melancolía, no tengo cabeza para nada.

Dirijo mi mirada a la ventana que da diagonal a la entrada de la casa, escucho un carro llegar como todos los días en estas últimas tardes... Paso todo el día metida en mi taller y desde entonces suelto miradas cortas para verla llegar y evaluar un poco su actitud serena, muchas ocasiones coincidíamos en el ángulo... Me levanto para acercarme y observarla, pero esta vez no llega sola, la acompaña un hombre bastante apuesto, se abrazan y ríen... De inmediato la inseguridad regresa a mí y doy un golpe bruscamente al marco con la paleta que sujetaba chispeando de pintura parte de la ventana.