XXXIV. Despedidas

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Daniela pov:

Después de discutir, Bibiana se retira dejándome sola, escucho a las afueras como Verónica le grita efusivamente que se alegra de que esté bien y luego no oigo mayor cosa, al parecer decidieron bajar la voz para impedir que yo escuche su conversación.

Sinceramente no veo la hora de que se marchen de una vez por todas, no deseo seguir viendo como se ríen en mi cara... Salgo pasados unos minutos asegurándome que ya no se encuentren a la vista, lo que menos quiero en estos momentos es tener que soportar alguna escena de amor entre ellas, voy en busca de Mateo para que me lleve a la funeraria.

—Buenos días, Mateo —saludo acercándome a él mientras espera en la entrada de la mansión. Se da la vuelta y queda un poco sorprendido al verme... Y no lo juzgo, mi apariencia es lamentable, tengo la cara cubierta de algunos morados los cuales no me tomé el tiempo de cubrir. ¿Y quién lo haría? ¿Con qué ánimos? Si me han arrebatado una de las personas más queridas para mí.

—Señora Daniela... Lo lamento mucho... José era un gran hombre y un ejemplo a seguir para cada uno de nosotros, todos estamos muy afectados por su perdida —menciona nostálgicamente tomando mi mano entre las suyas. No tengo muchas cosas que decir, así que solo le agradezco con mi mirada y apretando su mano con un intento de sonrisa en mi rostro.

Me abre la puerta caballerosamente e ingresa al vehículo para conducir, en todo el camino miro repetidas veces al espejo retrovisor, esperando que esto solo sea una horrible pesadilla y que en cualquier momento los ojos de José me estén mirando en regreso con una de sus sonrisas características... Lamentablemente nunca sucede.

Llegamos a la funeraria y veo a varias personas alrededor, a muchos de ellos no llego a reconocerlos, imagino que deben ser ex compañeros de trabajo junto con algunos pupilos... Me acerco cada vez más a la sala de velación con el corazón a mil, por donde quiera que miro hay arreglos florales esparcidos por cada rincón, a lado y lado sofás en cuero negro con personas desconocidas para mí... Y justo al final del corredor que forman los sillones se encuentra el cofre con velones en cada lado... Comienzo a caminar con el corazón a punto de salir de mi pecho, de un momento a otro los murmullos que se escuchaban desaparecieron y muchas de las miradas recaen en mi observándome con lastima, yo simplemente decido ignorarlos.

Llego y me detengo justo al frente, retiro mis lentes oscuros, cierro mis ojos y con la yema de mis dedos recorro el cofre hasta llegar al vidrio... los abro y veo a José... Lágrimas salen una y otra vez al verlo allí acostado, parece como si estuviera dormido... Incluso con el alma fuera de su cuerpo esa sonrisa continua en su rostro. No logro controlarme más y me recuesto sobre el ataúd sollozando desconsoladamente.

—¿Por qué me dejaste? ¡Prometiste qué me cuidarías siempre! —Empiezo a perder el control y siento como mis piernas tiemblan con la amenaza de hacerme caer al piso en cualquier instante...

Unos brazos fuertes me toman por la espalda y me ayudan a sostenerme de pie. Volteo y me aferro a él.

—Papá. ¿Por qué otra persona muere por mí? ¡¿Por qué?! —pregunto una y otra vez abrazándolo con fuerza escondiendo mi rostro en su pecho. Él me atrae hacia su cuerpo sobando con delicadeza mi cabeza y empieza a llorar en silencio tratando de ser fuerte para mí.

Mi madre se acerca y nos da un gran abrazo tomando la mano de ambos para que salgamos a tomar aire y un tranquilizante. En el camino veo a Bibiana observándome con tristeza al lado de su madre, quito la mirada rápidamente y decido ignorarla.

—Tomen, esto les ayudará. —Mamá nos pasa a ambos una aromática caliente, una vez nos las da con sus manos libres acaricia nuestras espaldas, unas lágrimas caen de sus hermosos ojos azules y se las limpia rápidamente. No decimos palabra y nos dedicamos a ver los grandes parques de cementerio con el frío golpeando en nuestro rostro.

Bidan: un matrimonio a la fuerzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora