0 8 ∫ La sinceridad (no) es tan aterradora

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La mentira que había dicho a mi madre esa tarde no la convenció del todo pero al menos Sasuke se veía lo suficientemente golpeado como para que ella no preguntara más y aceptara que se quedara un rato en casa en lo que entre las dos pudiésemos limpiar y curar sus heridas.

Él, desde luego, se opuso en un principio intentando ser cordial y hasta cierto punto inconsciente de sí mismo y de cómo lucía.

Recuerdo a mi madre y a él hablando un poco más bajito en la sala en tanto yo me perdía entre los pasillos hacia las habitaciones para ir por el pequeño kit de primeros auxilios que teníamos en el baño. Recuerdo haberlos escuchado susurrar, o al menos ser cuidadosos con lo que decían, tan pronto me fui. 

Y aquí, en Rusia o en China, aquello solo indica que cuando alguien baja la voz es para evitar que otro escuche un secreto a voces.

Ese otro, el malaventurado, soy yo.

Por más que intenté oír no pude sino solo exponer mi presencia haciendo que se callaran al instante cuando volví y torpemente tropecé, advirtiéndoles.

Sasuke no me miró en todo ese rato. Igual no pretendía que lo hiciera, mi madre casi en su totalidad se ocupó de atender sus heridas que gracias a Dios solo eran pequeños raspones y un poco de agrietamiento en su labio. Diferente a Sasori que, aunque Sasuke había tomado mi mano y había comenzado a arrastrarme velozmente lejos de él y de la conmoción, pude ver le había ido mucho peor de lo que Sasuke se encontraba ahora.

Me animaría a decir que el perfecto rostro de Sasuke seguía tan perfecto incluso si tenía un poco de sangre salpicada en su piel.

Perfecto rostro...

Como puedo me disculpo un momento perdiéndome en la cocina.

No sé si él me sigue con la mirada o si solo soy yo la que siente y cree que lo hace.

Dios...No puedo verlo a la cara ahora.

No cuando sé que algo debió escuchar de toda mi conversación previa con Sasori.

Es decir, Sasuke ha sido una tumba desde el momento en que me tomó de la mano y me condujo a su auto. Si su turno en la tienda había terminado o no, no lo supe. No supe si la razón de que su teléfono sonara tanto era porque Naruto le estaba marcando, preguntando quizá dónde demonios estaba.

No supe si el gesto duro que hizo durante todo el camino era debido a mí o a la situación, o por ambas cosas.

No supe muchas cosas en realidad porque me sentía tan asqueada de mí misma como para intentar aclarar el disturbio en el que él se había visto en vuelto de manera inconsciente. No se lo había pedido, ciertamente, pero decir eso sería ser una maldita desconsiderada con él. ¡Él solo quiso ayudarme!

Como sea...durante todo el trayecto a casa ninguno dijo nada. La mitad de mi conciencia me decía que era mejor dejar las cosas así pero la otra pedía a gritos aclarar todo.

Al final, luego de que mi madre terminara con él y yo regresara del paseo abatido dentro de mi mente, ella tuvo que avisar que saldría un momento porque prácticamente nuestra llegada precipitada la había atrasado un poco hacia la nueva entrevista de trabajo que hace días me había comentado, con mucha ilusión y felicidad, que tendría. Felicidad que en este momento no podía seguir festejando con ella o compartir. Quise desearle buena suerte y de paso disculparme por todo esto pero ella solo me miró y me envolvió en sus brazos.

Y yo quise hacerme pedazos ahí. Quise dejar que todas las piezas que me conformaban cayeran y que fuera ella quien las uniera con paciencia, amor y comprensión.

—L-lo siento... —apenas dije en un hilillo de voz sin explicarle nada. 

Pero ella, así como la mayoría de las mamás, es tan mágica y tan sabia que no sintió necesidad de saber mucho para entender todo.

Everyday 【SasuSaku】Where stories live. Discover now