Bestia.

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Derek posiblemente había perdido la cuenta de las veces en que se golpeó la cabeza de tanto zarandeo producido por la carretera extraña que Stiles al parecer había tomado.

- Oye Stiles... - intentó conciliar después de haber estado en silencio tras escuchar aquella llamada.

- Derek, en serio, cállate. - riñó Stiles en una voz cansada. Derek boqueó un poco pensado en qué decirle, tal vez si... tal vez si le daba un ultimátum podría hacerlo reaccionar. - No me hagas ponerte una soga o cinta en la boca.

- Te amo. - suscitó Derek dejándose caer por completo en el lugar donde se encontraba. Si su destino era morir en las manos del amor de su vida, que así fuera. Después de todo no había persona más digna y apta para arrebatarle la vida que el chico a quien le correspondía.

(...)

Las llantas dejaron de tronar y de contraerse, cosa que Derek agradeció en sus adentros pues empezaba a hartarse con ese sonido chillón. Escuchó la palanca ser tirada poniendo el seguro de mano y la puerta abrirse, con un ritmo cardíaco muy plano, Stiles suspiró y caminó, rodeando el auto a un paso lento y muy tranquilo. Y cómo no, era su madre la loca asesina la que le esperaba, no una desconocida loca y asesina. Detalles, claro.

- Bien, llegamos. No hables, Derek. - el lobo, reticente a pelear, asintió y se dejó levantar, sintiendo por un segundo su cabeza darle vueltas y las piernas flaquearle. Lo raro fue, pues, el brillo casi esperanzado de los ojos de Stiles, quien le miraba fijamente en una especie de rito interno. - Si hablas o interrumpes mamá te matará sin rechistar.

No es como que si el no fuera a hacerlo de todas formas, ¿no? Tendría que asesinar si quería a su familia de regreso.

- Me conoces bien, mi retoñito. - soltó jocosa la mujer que se abrió paso por la infinidad de árboles secos o muy poco tupidos. Era un bosque completamente diferente a todos los que Derek había visto en su pueblo. El lugar se sentía extraño y olía a los mil demonios. Podía percibir sangre seca en algunos troncos y no dudaría si le dijeran que allí mismo estaban enterradas las víctimas y dueños de esa sangre. - Pero mira a quién tenemos aquí.

Derek levantó la cabeza después de ser obligado a arrodillarse, mirando con desprecio a la mujer y, de forma osada, escupiendo sus pies.

- Mi manada te va a acabar. - amenazó con una sonrisa presumida. Misma sonrisa que borró un segundo después al escuchar la carcajada falsa y venenosa de la mujer. Misma mujer que no dudó ni un pelo en rebuscarse entre las caderas para hacerse de una pistola, la cual apuntó directo en su frente. Derek sintió un escalofrío recorrerle todo el cuerpo cuando escuchó el sonido del seguro del arma ser removido. Ella lo asesinaría allí mismo.

- Te dije que te callaras, imbécil. - farfulló Stiles dándole un puñetazo de tal magnitud que lo hizo tambalearse hasta caer de lado sobre las hojas secas por allí esparcidas. - Tu manada no vendrá por ti, más bien... tú viniste a reunirte con ellos.

Como si de una obra de teatro se tratase y todo sucediera a conveniencia, un par de hombres se hacen presentes por la parte trasera de Derek, quien sabe que están allí por el alto sonido de sus pasos, unas cuantas hojas se quiebran y el estruendo de cuerpos cayendo retumba por el ambiente silencioso y misterioso.

Y Derek les ve, allí, tirados, amordazados y silenciados con prendas rotas en su boca.
Su madre, Peter, sus hermanas y hermanos, todos de la misma forma y casi con las mismas marcas de haber sido torturados.

- ¿Qué haremos con ellos, retoñito? - preguntó la mujer sin quitar de su rostro aquella sonrisa superior que irradiaba todo lo que lograba causar, miedo.

- ¿Acaso no es obvio? Matarlos. - respondió Stiles chasqueando la lengua y metiendo sus manos entre los bolsillos. Lucía despreocupado, como si todo fuera una simple rutina. Como si Derek en realidad nunca hubiera significado nada.

Claudia parpadeó lento. Dejando que sus habilidades afloraran y le permitieran percibir si su hijo mentía. Y no lo hacía. Su hijo era tan leal y honesto como lo recordaba, era su mayor logro.

-  Pero primero, ayúdame a recordar ma. - sonrió de aquella manera destructiva que le carcomía el pecho a Derek cada vez que lo hacía. Claudia asintió, mirando a su costado y recibiendo de uno de sus ciervos una pequeña cajita, de donde sacó un conjunto de garras negras y viejas, las cuales ubicó entre sus dedos. Pidió a Stiles con una señal que se acercara y él le obedeció, dándole la espalda y tomando una gran bocanada de aire.

- Dolera un poco. - advirtió la castaña.

- ¿El chuzón o los recuerdos? - bromeó Stiles relajando los hombros y cerrando los ojos. Su risa, sin embargo, se vio ahogada cuando las garras entraron en la parte trasera de su cuello. Sus ojos se abrieron por completo anunciando que el chico ya se encontraba allí, en sus recuerdos.

Derek solo rodó como pudo hasta alcanzar a su mamá, fungiéndose contra ella y sollozando silenciosamente. Era su culpa, era su jodida culpa.

(...)

- Bienvenido. - saludó Claudia agitando su mano una y otra vez en frente del rostro de Stiles, quien a pesar de haber salido del trance, sí que estaba teniendo problemas para recomponerse a la realidad. - Bien, hola bebé.

- Ma. - canturreó sonriendo de lado y agitando la cabeza. Recuperó su postura recta y suspiro largo. - ¿Tardé mucho?

- Unos cuantos minutos. - dijo de mala gana. - Te estábamos esperando para que hicieras los honores...

- Sabes que me encanta hacer los honores. - aceptó Stiles tomando el arma que su madre le extendía. - ¿Los matará de un solo tiro?

- Uno solo, es acónito puro. - sonrió orgullosa. - ¿A quién elegirás?

- Al gran Derek Hale. - anunció recibiendo unas cuantas virutas del reducido público. Empuñó correctamente el arma y soltó el seguro, como pudo levantó a Derek apartándolo de su familia casi que a la fuerza, y le hizo quedarse arrodillado. Derek le miró fijo, su semblante serio y parecía despreocupado de la situación. - ¿Últimas palabras?

- Te amo. - dijo sin más. El chirrido de asco de Claudia se escuchó de fondo. - Y si matarme es lo que te hará feliz, entonces yo soy feliz con que lo hagas.

- Las bestias son muy cursis, ¿verdad Sti? - bramó Claudia negando con la cabeza. - Ahora... mata a la bestia.

Su dedo se movió en automático, su pulso se estabilizó y sus ojos se entrecerraron. Tomó aire y lo retuvo para mantener el agarre firme y certero.

Y lo hizo.

Stiles tiró del gatillo y asesinó a la bestia.

¿Con todo y colmillos? - SterekOnde histórias criam vida. Descubra agora