VENGANZA

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SAINT...

Entramos en un restaurante italiano, no muy lujoso, era pequeño, discreto y muy bonito ... romántico diría yo. Había solo unas 10 mesas a lo mucho, todas las decoraciones con alguna que otra flor y el local estaba decorado con velas estratégicamente colocadas. La luz era tenue, por supuesto que lo suficiente como para poder comer bien, pero más baja de lo que cabría esperar en un restaurante. Y se escuchaba una suave música de fondo, instrumental y muy melódica.

Nos sentaron en una mesa para dos, perfectamente decorada, todo muy bonito. Aquel restaurante era elegante pero sin perder la esencia de lo típico.

- ¿Te gusta? - Vaya, odiaba tener que admitir que sí.

- Sí, es muy bonito. - Sonrió, esta vez por la simple alegría de saber que había acertado. Su sonrisa era definitivamente preciosa.

- Me alegro, supongo que te gusta la comida italiana, pero de todas las formas, aquí preparan casi de todo. - Mi móvil comenzó a vibrar, seguro eran mis amigos enviando mensajes absurdos para ponerme nervioso, así que simplemente le quité la vibración y lo guardé otra vez.

El camarero nos trajo las cartas y nos dispusimos a elegir lo que cenaríamos. Realmente me gustaba la comida italiana, pero siempre entraba en conflicto a la hora de elegir, ya que todo me apetecía ...

Al final, Zee ordenó lasaña y yo pedí unos ravioles con champiñones, todo acompañado por una botella de vino afrutado y muy dulce.

- Dime, Zee ¿qué edad tienes? - Lo pregunté con la esperanza de terminar con aquel silencio que me incomodaba bastante, pero que a él no parecía afectar demasiado ..., y también por mera curiosidad.

- Tengo 28 años. - Sí, los aparentaba, pero me gustaba estar seguro.

- Vaya ... ¿no te da vergüenza? Casi podrías ser mi padre. - Me reí traviesamente por mi absurdo comentario ya que no superaba mi edad por mucho, él puso cara de sorprendido y luego sonrió divertido.

- Tranquilo, te aseguro que podría hacerte cosas que tu padre jamas podría llegar a aprender. - Ésta vez fue él quien se rió abiertamente al ver mi cara de bochorno, ¿cómo podría decir eso en voz alta? - Y tú, ¿qué edad tienes?

- 22, estoy en la flor de la juventud, ¿no te da envidia?

- Que va !!, eres un niñato ... No volvería a esa edad ni aunque me paguen. - Este tipo acaba de llamarme niñato, y lo voy a pasar por alto porque yo le he dicho vejestorio, solo por eso.

- Bueno, ¿qué te dedicas para tener un Porsche y una Kawazaki? ¿Eres asesino a sueldo? ¿Espía? ¿Traficante de drogas? Vamos confiesa. - Él se había echado a reír, esta vez con muchas ganas.

- No Saint, mi oficio es el de mecánico de autos y motos, pero no lo ejerzo. Mi familia tiene talleres repartidos por todo el país y empresas de repuestos. Todo lo que tenga motor, excepto aviones y barcos de gran envergadura.

- Esto ... ya veo. - Lo dije con indiferencia, mirando un ravioli que había pinchado para comérmelo, en realidad me había impresionado, pero no me dio la gana de demostrarlo.

La cena fue muy amena y divertida, cuando mi cuenta ya había bajado por completo mi guardia con él. A decir verdad, se comportaba muy diferente a cuando fue a buscarme en la universidad, todavía sacaba de vez en cuando esa sonrisa de suficiencia, pero se portaba como un encanto conmigo. Y oh, cada vez que decía mi nombre, no podía evitar fijarme en cómo movía los labios al pronunciarlo.

- ¿Y qué tal con tu novio? - La pregunta no me la esperaba, aunque pensándolo bien, era lógico que preguntara por el tipo que le partió la ceja.

- No es mi novio, no lo era cuando nos conocimos en la discoteca, hacía una semana que lo habíamos dejado. - Miré la cicatriz en cuestión y no pude evitar sentirme mal de verdad. - De veras lo siento.

- Tú no tuviste la culpa. - Sonrió dulcemente. - Pero dime, ¿qué ocurrió cuando salieron de la discoteca? - Miraba de forma inquisitiva, como si supiera que nada bueno pasó después de dejar el sitio y me puse realmente nervioso. No quería tener que contar lo que realmente había pasado.

- Ah ... bueno, nada. Discutimos un rato y me llevo a mi casa. - Sonreí de la forma más convincente que pude, rezando para que no notara que la sonrisa no llegaba a mis ojos.

- Eres un mentiroso. Nos vamos - Se levantó y pagó la cuenta, mientras yo me quede sentado en la mesa, su contestación me había dejado perplejo.

Zee se había enfadado, y ahora quería irse, quizás era lo mejor. Pero no pude evitar sentirme decepcionado, realmente lo estaba pasando bien hasta que abordamos el tema. Caminamos en silencio hasta el coche y subimos en él. Me pareció incómodo, pero no tuve por qué contar nada de mi vida, no lo conocía de nada. Zee arrancó el motor y comenzó a conducir.

- ¿A dónde vamos? - No era el camino de vuelta a mi casa, por lo que quizás pensaba llevarme a algún otro sitio.

- A un sitio muy bueno, hay una vista preciosa de la ciudad con el mar de fondo. - Era un encanto. - Además, quiero meterte mano. - Lo retiro ...

- ¿Q-Qué? Eres idiota - Yo estaba totalmente rojo, viendo como el se carcajeaba de mí en mi cara, definitivamente le gustaba ponerme nervioso. El alivio era que parecía haber pasado el enfado. Este hombre es bipolar.

Llegamos con el coche a lo alto de una pequeña montaña, bastante alejada de la ciudad una vista simple, pero a la cual no tardamos más de 20 minutos en llegar, era un mirador. El paisaje era precioso, como dijo, la ciudad se vio iluminada, con el mar inmenso de fondo. La luna estaba dibujada en el cielo, tan redonda y cristalina, rodeada de estrellas que titilaban. Estábamos en completo silencio, no había nadie alrededor. Solos él y yo, y una oleada de nerviosismo me invadió.

Bajamos del coche y nos acercamos a uno de los muros que había en el mirador y me impulsé para subirme en él y sentarme. Él se quedó mirándome fijamente, tanto que me incomodaba.

- ¿Qué miras? - Lo dije sin acritud, pero demostrando un poco de mi incomodidad al sentirme observado tan descaradamente.

- A ti ... No me extraña que tu ex se pusiera de aquella manera cuando te vio conmigo. Yo habría matado al otro tipo. - Abrí los ojos impresionado por aquel alarde de sinceridad.

- No digas tonterías, él no tenía derecho a hacer lo que hizo. Ya no éramos novios y él me fue infiel muchas veces. Fue muy injusto. - Avanzó un poco, hasta quedarse de pie entre mis piernas, aunque estaba sentado en el muro, seguía siendo más alto que yo, me sujetó por la cintura y no le miraba a la cara por el nerviosismo ...

- Dime una cosa, y mírame a la cara cuando respondas. - Me tomo por el mentón para obligarme a mirarle. - ¿Tienes intenciones de volver con él?

- No tengo intenciones de volver con él. - Fue una respuesta firme pero que dejaba claro que a veces las intenciones de uno no son suficientes.

Al mismo tiempo no pude evitar que una sombra de tristeza traspasara mi rostro, no quería volver con Perth, no quería. Por eso, entre otras cosas, estaba allí con Zee. Pero la realidad era que lo  había echado de menos, no desesperadamente, pero lo había extrañado.

- Vaya, eres un niño bonito y problemático ... Al final voy a tener que vengarme de ese tipo dos veces. Una vez por lo que me hizo ... y otra por conseguir que pongas esa cara cuando estoy justo delante de ti. - Era extraño, pero su rostro se tornó dolido, no tenía duda de ello.

- ¿Vengarte? ¿Qué piensas hacer? - Puede que Perth se lo mereciera, y mucho, pero un solo puñetazo de Zee lo dejaría KO al instante y me dio mucho miedo pensar en la brutal paliza que le podría dar.

- Por favor Saint, no pongas esa cara. Me enoja que te preocupes por él. - Volvía a estar visiblemente molesto y apretaba los dientes, haciendo que su mandíbula se marcara. - Pero para que te quedes tranquilo, ni siquiera lo voy a tocar. Podría darle una paliza, pero voy a hacer algo que le dolerá mil veces más que unos cuantos huesos rotos.

- ... ¿Qué vas a ...? - No pude terminar la frase, oficialmente había entrado en pánico. No podría evitarlo, 3 años de amor no se evaporan de la noche a la mañana. Zee sonrió socarrón, pero a la vez con los ojos fríos como el hielo, no estaba bromeando.

- Pienso robarle al amor de su vida ...

Junto a Mi ADAPTACIONWhere stories live. Discover now