13. Elena Kane

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Abrí los ojos y miré el reloj, las 11 y media de la mañana.

-Buenos días, Elena - Aya se materializó en medio de la habitación.

-Hola, Aya - dije yo, sin ánimo. Me levanté de la cama y me puse una camiseta blanca y unos pantalones de camuflaje, además de mis leales Rebook blancas y azules.

-¿Te ocurre algo? - preguntó Aya, poniéndome una mano en el hombro.

-No, Aya. Es que tengo que hacer algo... muy delicado.

-¿Un reencuentro con alguien?

-Pues sí - admití yo.

-Si eres tú misma, todo irá bien - me aconsejó Aya - Créeme, aunque solo sea un robot que combina tecnología y magia, sé de estas cosas. Si supieras cuántos mestizos se han montado aquí...

-Tú no eres SOLO un robot, Aya. Eres uno de los nuestros, eres nuestra amiga.

-¿De verdad? - una lágrima de emoción cayó de sus ojos y se coló en sus circuitos.

-Sí. Y por eso, necesito que me hagas un favor.

-Dime

-Necesito que retengas a Andy, Jose y Nico aquí. No los dejes salir si no te lo digo, ¿vale?

-Vale. Mucha suerte.

Le lancé una de mis mejores sonrisas y me dirigí como un rayo a la cocina. Las sillas y la mesa salieron del suelo y la mesa se puso sola. Me tomé un buen vaso de leche fría, cogí mi chaqueta vaquera y salí a la calle.

Era un día nublado en Brooklyn y la gente escaseaba. Me puse la chaqueta y me calé el gorro hasta los ojos. Me dirigí al antiguo almacén de MAGIC S.A, un enorme edificio de metal oxidado. Encima se encontraba la Mansión de Brooklyn, donde vivían Carter y Sadie junto a los iniciados a mago egipcio. Recorrí las calles a paso ligero con las manos en los bolsillos.

A cada paso que daba, más nerviosa estaba.

-¿Por qué te mareas tanto la cabeza? - dijo mi otra voz - Solo es una visita a tus primos.

Ignoré el comentario y seguí andando. Llegué al almacén y miré hacia arriba, pero no vi nada. Entonces recordé que solamente se podía ver de reojo, pero no le di mucha importancia en comprobar si estaba, porque notaba su aura mágica en cada centímetro de mi cuerpo.

Antes de que pudiera acercarme más de 10 metros, un rayo de hielo salió disparado de algún punto y me congeló las piernas.

-¿A dónde te crees que vas?

De detrás de un coche abandonado salió una chica con un vestido blanco. Tenía la piel extrañamente pálida, del color de la nieve, pero su cabello era una exuberante melena morena, y sus ojos eran marrón café. Era muy guapa, pero su corazón era frío como el hielo. Aunque eso debería ser normal en la diosa de la nieve.

-Hola, Quíone.

-No creía que supieras quién era, se nota que eres una chica lista.

-Ya sé que eso debería tomármelo como un cumplido, pero el hielo de mis piernas no me ayuda a nada.

Cuando iba a descongelarme las piernas, me lanzó un segundo rayo helado y me congeló el cuerpo hasta los hombros.

-Voy a ir directa al grano: me envían mis jefes. Quieren que te unas a ellos, que elijas el bando ganador. Abandona a esos 6 que se hacen llamar "tus amigos" y tendrán algo de compasión contigo. Pero al resto de los mestizos y los magos... me temo que morirán.

-Antes muerta, bonita - respondí yo, tajante.

-En ese caso, ma chère,disfruta de tus últimos segundos de vida.

CRÓNICAS DE UNA SEMIDIOSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora