Memorias de un caballero

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Habían escrito un libro, una parte de el creía que era a causa del remordimiento que los atormentaba, sacando lo mejor de él reluciéndolo hasta convertirlo en una clase de héroe mítico al alcance de todos. Tenían razón en algunos pequeños puntos: su lugar de origen, el nombre de su esposa e hijas, la guerra y al rey que sirvió, aquel que mantuvo relaciones incestuosas con su propia hermana y que era tan idiota que necesitaba de esta para gobernar, ojalá él hubiera dicho todas esas intrigas por las cuales le condenaron, también su nombre fue olvidado su verdadero nombre no era aquel Rodrigo. Hablaron sobre él durante muchos años hasta que las palabras fueron pasadas en papel, todo aquel que hablara español le conocía o había visto ese poema alguna vez, incluso cuando el empezó a dejar atrás su lengua natal.

Mío Cid ¿el señor de qué? Una marioneta de viejas leyes y códigos sin valor alguno, ese libro era cierto, pero solo los primeros capítulos, las cosas no le salieron tan bien a él como a esa figura literaria que vivía en unas hojas viejas o nuevas en los estantes de algún lugar del mundo. De solo pensarlo le hervía la sangre en sus venas, aquella gran batalla en Cabra se aferraba a su memoria con una fuerza terrible negándose a desaparecer por completo, había ayudado a un noble Mozárabe con el fin de conquistar aquellas tierras a favor de su rey quería volver a su hogar, quería estar junto a sus hijas y esposa lejos de ese campo de batalla aprovechando los restos de sus días con las personas más cercanas a él.

Tal vez esto fue lo que sello su destino, las ideas de gloria y retorno le nublaron la mente haciéndole perder de vista impidiéndole centrarse en la batalla que tenía en frente, su lanza se rompió delante de sus ojos, su caballo cayo junto a él rompiéndose una de las patas en el proceso y su espada aquella no pudo contra todos esos enemigos. El noble a su lado huyo junto a la mitad de su ejército cuando le vio caer y de aquellos que se quedaron solo fueron nada más que carroña para las bestias, ojalá eso viera terminado así para el encomendándose a dios mientras se aferraba a la vida con las manos empapadas del líquido rojo que hacía que sostener la empuñadura de sus espadas fuera difícil, sus músculos ardían y el sudor bajaba por sus mejillas mientras avanzaba cortando todo lo que pudiera. Se preguntó si alguien lo encontraría y lo sepultaría, si le dirían a su esposa para que no le esperara, la espada finalmente resbalo de sus manos obligándole a arrojarse en contra del hombre delante de él golpeándole con las manos desnudas que decisión más inútil se dijo al sentir la lanza atravesar su costado. El cielo seguía azul, hay una clase de deseo inherente de los hombres de ver el mundo apagarse junto a ellos, los cielos llenarse de nubes y tal vez una lluvia suave, pero no era así. Al mundo que le importa si una pequeña partícula desaparece hay muchas más que la sustituirán, seguramente habría como mínimo unos diez niños naciendo en ese mismo momento, todo seguía avanzando incluso sin él, la vida de quienes amaba seguía adelante mientras el vertía su propia sangre en un cuerpo ajeno.

Dolía, ardía el metal incrustado en su piel como fuego, su mirada bajo lentamente esperando que le remataran, pero vio a aquel hombre de cabellos blancos no se parecía en nada a los demás enemigos por los que había tenido que pasar, era bastante más joven de lo que se cabría esperar de un rey, pero no era extraño que niños tomaran el poder. No era mucho mayor que el sin embargo este le miraba con cierto aire de superioridad, se hacía llamar Abd Allah Ibn Buluggin y vestía con hermosas telas adornadas con joyas de valor incalculable. Hizo un gesto con la mano para que uno de sus soldados me llevara con ellos, me arrastraron y metieron en uno de sus carros encadenado de brazos y piernas mientras se alejaban a algún lugar. Me curaron y me dieron la suficiente comida para no morir en los veinte días que duro el viaje ¿habían sido veinte? Tuve fiebre durante varios de estos fluctuando entre la conciencia y el mundo de los sueños así que no estaba del todo seguro de lo que paso. Ojalá hubiera pasado lo mismo cuando llego ahí.

PactoWhere stories live. Discover now