05:08 p.m. - 05:55 p.m.
He tenido una semana verdaderamente mala. Así que aunque no tenga mucho que ver con el tema, relataré lo que pasó en ella, aunque predigo que será aburrido, aún así, lo haré.
El lunes, después de ver un anuncio en uno de esos mini-súper's en donde se distribuye y se vende productos relacionados con los alimentos y la limpieza, decidí que era buena idea ir a preguntar, ¿recuerdan que les dije que estaba buscando trabajo?, pues fui, llené mi solicitud fuera y entré. Estaba muy nervioso porque soy muy indeciso en esas cosas, pues aunque deseaba trabajar, lo más difícil era presentarme para preguntar: «¿con quien dejo esto?», no de esa forma, claro, pero algo así. Le pregunté a un cajero donde estaba la supervisora, así que tocó un timbre y una señorita llegó con un barniz rojo en las uñas.
Yo: Hola, veía a ver lo del anuncio.
Ella: Si, claro (le doy mi solicitud). Si me esperas quince minutos de una vez te puedo hacer la entrevista.
Yo: Por supuesto.
Entonces se metió en un cuartito y yo me quede ahí, quieto. La verdad es que no quería que me entrevistara ese día, no iba correctamente bien presentable, pero le dije que sí porque mi madre iba conmigo, así que no tuve de otra. Pero mamá tenía que ir por mi hermano al colegio, así que le dije que estaba bien si se iba. Cuando se cumplió el tiempo establecido, la señorita me pidió que la siguiera, y al hacerlo, me condujo a la parte trasera de la tienda, que era la bodega en donde tienen el respaldo de los productos. Ahí había una chica, un poco más grande que yo, con un grosor de páginas sobre una mesita.
Ella (la supervisora): Siéntate.
Yo: Gracias.
Checó mi solicitud con los ojos, y entonces se paró en el apartado en el que te piden la suma de la cantidad a los que tus gastos ascienden mensualmente.
Ella: Oh, vemos tu cantidad, que es de *** (no pondré la cantidad).
Yo: Sí.
Ella: Lo lamento, aquí pagamos *** al mes.
En ese momento pensé que era poco, pero me sentí realmente ambicioso (es por eso que no pongo cuanto), y me sentí avergonzado, pues quizá aquella mujer creyó que era uno de esos tíos que quieren ganar mucho dinero sin hacer nada, ¡¿en qué estaba pensando?!
Yo: No importa, está bien.
Ella: ¿Segura?
Le dije que sí, tratando de no arrancarle la hoja y borrar los números que coloqué y poner unos más bajos, obviamente no lo hice. Posteriormente me preguntó que haría en caso de un robo, sobre mis antiguos empleos (que no los tengo), y algunas otras cosillas más. Pero lo que me asustó, fue que al terminar de decirme que todos eran un equipo y que había que tener confianza entre nosotros, dijo:
«-Pero hay algo que no sabes, y es que a TODOS los que trabajamos aquí, nos hacen firmar un "cheque" (lo pongo entre comillas porque no recuerdo la palabra que usó), uno que tiene la cantidad de ochenta mil pesos.»
¿Quéeeee? ¡Dios santo! Lo último que esperaba era eso, aunque antes de formular la pregunta de: «¿Y eso para qué?», ella siguió.
«-Es alguna especie de contrato entre la empresa y sus trabajadores, una garantía de que no se infringirá, por parte de ti, alguna falta. Es su seguradora. Algunos no regresan por eso, ¿tendrías algún problema en firmarlo?
Negué con la cabeza, pero está claro que lo tenía, ¡no quería firmar ese maldito cheque! Y sin poderlo evitar, me imaginé en la cárcel. Después de aquello, me habló de los turnos, y de un examen que, al terminar de hablar, me aplicó. Dicho examen tenía solo diez preguntas, de lógica y matemáticas, para aprobarlo tenías que tener mínimo siete respuestas correctas, tuve ocho. Mientras lo hacia, otra chica llegó con la misma intención que yo, y al terminar ella el suyo, la señorita no dijo que al día siguiente volviéramos para una nueva entrevista, sólo que con alguien de un rango superior. Antes de salir nos proporcionaron una hoja con los documentos que pedían, así que me la pasé en el ciber tramitando unos, en el estudio fotográfico sacándome las fotos infantiles, y en la papelería sacado copias. A mitad del día, sentía que la garganta se me estaba cerrando, y cuando llegó la noche, mamá ya estaba medicándome.
El martes me levanté a las seis, pese a que mi entrevista era a la diez, pues tenía que cubrir a mamá en su trabajo mientras ella iba por el único documento que me faltaba: el acta de nacimiento, y es que en el servicio de mi municipio lo tienen, pues mi cartilla militar está en proceso. Entonces me quedé ahí, ateniendo a los clientes, pero a medida que avanzaba el tiempo, me estaba sintiendo mal, más que el día anterior. Cuando mi madre volvió, me dijo que no había encontrado al dichoso señor, así que tendría que hablar con la señorita para decirle aquello, me despedí de mamá y fui al mini-súper. Al plantarme ahí, le dije al cajero si podía llamarla, y cuando llegó, lo primero que dijo fue:
¿Qué crees que ha pasado?
Yo: ¿Qué? (Con mi cara de bobo) ¿Qué ya no hay vacantes?
Ella: He intentado comunicarme al teléfono que nos diste, lo siento, las contrataciones oficiales son hasta Enero.
«¿Tía, ¿por qué no me lo dijiste ayer, que gasté para traer todo?!». Hablamos muy poco a comparación del día anterior, y le dije que entendía, que no había problema, y ella prometió llamarme en el mes. Salí y le conté a mi madre, quien se molestó mucho (en realidad ella fue quien me prestó el dinero), pero yo seguía sintiéndome mal cada vez más, así que me fui a casa. Para la tarde ya esta a echo polvo: tenía fiebre, gripa, me dolía la cabeza, y me sentía cansado.
El miércoles no mejoré, así que me quedé en cama todo el día.
El jueves estaba mejor, así que hice cosas sin importancia.
El viernes me levanté temprano, pues mamá quería que la cubriera (para los que de preguntan en que trabaja, lo hace en un expendio de pan. No es panadera, sólo lo vende). Me cambié, llegué y ella se fue. No pasó nada relevante al estar ahí, pero me dio mucha pena cuando estaba viendo la nada en la calle y una señora llegó, cogió una charola y escogió su pan. Les juro que no venía nada en particular, pero entonces ella se puso frente a mí para que le pusiera su mercancía en al bolsa que llevaba, pero al coger en pan con las pinzas y meterlo en el morralito, ¡suelto la bolsa! El pan se cayó y yo lo recogí rápidamente, sería que el color abandonaba mi cara.
Yo: Perdone, señora, si gusta puede cambiarlo.
Ella: No, no, así déjalo.
La atendí, pagó y se fue, y después de recordarlo, me reí mucho, ¡que torpe había sido!
No hay nada más que aquello que valga la pena contar, así que terminó mi viernes.
Ayer estuve molesto todo el día, no sé el porqué, sólo lo estuve. Incluso le dije a mi mamá que no comería lo que hiciera, pero apenas se fue, comí (*inserte gesto de LOL*).
Hoy es domingo, mi tía ha venido de visita, mañana iré de nuevo a buscar empleo para estas fiestas decembrinas, y ahora releyéndolo todo, creo que sólo es rescatable mi historia del pan. Lo siento.
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El diario de un chico con cáncer
General FictionLos días pasan, seguidos de momentos, recuerdos y sueños. Tengo cáncer, y aunque sé que moriré, he decidido llevar el proceso de un viaje al que nunca imaginé llegar.