MI CHICO MALO
Capítulo 3.
—Abby Jones—
¿Extraño, cierto? Que el chico que desde que te conoció te ha tratado mal te ayude en el momento que menos lo esperabas. No pensé despertar y ver a Ades en una silla cuidándome, él se ha encargado de hacerme sentir mal cada vez que puede, pero tampoco puedo negar que me gustó que no fuera tan duro y antipático conmigo como lo ha sido desde que llegó a casa.
Me acerco al espejo y se me escapa un quejido al darme cuenta del enorme golpe que tengo en la cara y mi labio inflamado, no pensé que ese balón me había pegado tan fuerte, ahora entiendo por qué siento como si me hubieran dado una paliza nada más en la cara.
Estoy por quitarme el uniforme de deporte cuando una de las muchachas me avisa que un chico me está buscando, estoy segura de que no es Liam, él ya hubiera entrado como perro por su casa. Le agradezco por haberme avisado y busco los lentes por todas partes hasta que recuerdo que el impacto del balón los quebró por completo. «Maldición». Decido salir sin ellos y cuando abro la puerta de la casa hay un chico rubio con una bolsa de la farmacia en la mano, me mira un poco y veo el pesar en sus ojos, parece que lo he visto, pero no recuerdo muy bien dónde.
—Disculpa, ¿me buscabas?
Pregunto con amabilidad.
—Hola… —me regala una leve sonrisa—. Ya sé que me debes estar odiando por haberte pegado con el balón, pero en serio fue sin querer, puedes golpearme si quieres o hacer conmigo lo que quieras por ser tan tonto.
No evito reír al escuchar lo que dice el chico.
—No te voy a hacer nada, fue un accidente, y tampoco sabía que fuiste tú el que me ha arruinado mi hermoso rostro —digo las últimas palabras con sarcasmo y veo que reprime una sonrisa.
—Te lastimé mucho, ¿no es así? —asiento—. Te compré esto, el farmacéutico ha dicho que son buenos para desinflamar y para el dolor, yo no sé de eso, pero creo que él sí.
Tomo la bolsa y al revisarla me doy cuenta de que son algunos analgésicos como los que me compró Ades cuando veníamos para la casa.
—Gracias, es lo menos que podías hacer después de esto —me señalo el labio que seguro tengo más hinchado que antes.
—¿Puedo curarte si quieres? —se acerca y retrocedo—. No te haré nada solo quería curarte —mira la hora en el reloj que trae en su muñeca—. Debo irme, hoy comienzan las prácticas de fútbol y debo asistir, nos vemos otro día, Abby.
—Espera, ¿cómo sabes mi nombre y mi dirección?
—Tengo poderes —me cruzo de brazos haciéndole ver que no le creo nada—. Ok, no, una de las entrenadoras me dijo donde vivías, y pues aquí estoy, no sabía que íbamos en el mismo salón. ¿Eres nueva?
—No soy nueva, pero no recuerdo bien haberte visto antes.
—Extraño, pero bueno, ya nos conocemos y desde ahora seremos amigos —me da un repentino abrazo—. Nos vemos. Por si no te sabes mi nombre soy Jasón.
Se despide con una sonrisa y me deja en la puerta, parece un chico diferente a los que estoy acostumbrada a ver. Entro a la casa mirando la bolsa que me dejó Jasón y cuando levanto la mirada veo a Ades en las escaleras, trae el uniforme de deporte todavía. Sus ojos azules se han vuelto más oscuros y me mira como si quisiera encontrar alguna respuesta en mi rostro, intento subir sin decir nada, no quiero tener problemas con él, pero me toma del brazo evitando que siga.
—¿Qué hacías hablando con ese chico? —suelta de golpe la pregunta.
—Vino a disculparse por lo del golpe —trato de soltarme, pero clava sus uñas en mi piel—. Suéltame, qué manía la tuya de lastimarme.
—Seguro lo disculpaste, como eres tan buena y tan tonta —jalo el brazo y me suelta—. Y no te lastimo, te trato como te mereces.
—Ok.
Sigo mi camino, ignorándolo, sabía que tanta belleza no podía ser cierta. Pongo los analgésicos sobre mi mesita de noche y siento pasos detrás de mí, me giro y creo que no fue la mejor idea, Ades está tan cerca de mí que si uno de los dos se mueve nuestros labios rozarán. Intento rodarme porque es extraño estar así, pero él actúa más rápido y me toma de los brazos.
—¿Qué pasa contigo?
—Conmigo nunca pasa nada, pero no te soporto y no me gusta que seas tan respondona —tira de mi labio, haciéndome quejar—. ¿Has besado algún chico o te gustan las mujeres?
—Qué cosas dices, claro que no me gustan las mujeres, ahora suéltame que siempre me haces daño.
—Eres una llorona —se aleja—. Muchas me quisieran tener cerca y tú que tienes la oportunidad te quejas.
—Porque no me gustan los chicos malos como tú.
—¿Te parezco un chico malo? —con sus dientes muerde su labio inferior y es lo más sexy que he visto hoy—. A las chicas les gusta que sea malo, ¿a ti no?
—¿Me dejas sola? —le cambio de tema—. Me voy a vestir y no quiero que me veas.
—Tampoco es que tengas mucho para ver —se sienta en mi cama y toma mi celular—. Vístete, no pienso ver lo poquito que tienes sobre esa ropa holgada.
—No lo revises, es mío —trato de quitárselo, pero me detiene—. Es privado, ¿conoces esa palabra?
—Si aceptas salir conmigo te lo entrego —me quedo quieta al escuchar lo que dice—. ¿Aceptas?
—Invita otra chica, no pienso ir a ninguna parte contigo.
—Te espero en media hora allá abajo, ponte algo cómodo, iremos a un lugar fuera de lo normal para ti, nerdasa.
Me deja con la palabra en la boca porque sale de mi habitación con mi celular en su mano. Es insoportable. Me doy una rápida ducha y saco de mi closet un jeans ajustado de color negro, una blusa gris estilo top que deja ver mi pequeña cintura. «Odio ser tan delgada». Saco una chaqueta negra y me la pongo más arriba para no andar mostrando mucho, zapatos deportivos y, por último, me suelto el cabello que lo dejé en algunas ondas para darle más volumen.
Sé que si me sacara más partido podría quitarle el puesto a muchas populares de la escuela, pero creo que no me interesa que mil chicos me desnuden con la mirada y que piensen cómo me follan mientras grito sus nombres, lo sé, es asqueroso.
Me doy una rápida mirada frente al espejo y salgo de mi habitación. Estoy por ir a la sala, escucho ruidos en la habitación de Ades y me asomo por pura curiosidad, pero ahí y está él, trae un bóxer y de su cuerpo bajan pequeñas góticas de agua que lo hacen ver tan sensual. Bajo un poco la mirada y sin querer muerdo mi labio, cuando levanto la mirada me encuentro con su mirada. Tiene una sonrisa como diciendo: me acabas de violar con la mirada, maldita nerdasa.
Mis mejillas se colorean y no soy capaz de emitir sonido porque no sé en qué momento se acercó tanto a mí hasta trazar líneas por mi brazo derecho con uno de sus dedos, siento que el aire me falta y que mi corazón quiere salirse por su cercanía. «Qué carajos me pasa».
—¿Por qué esa cara? —sonríe con picardía y creo que no conocía esa sonrisa por parte de él—. ¿Nunca has visto un chico en bóxer? Déjame adivinar, ¿eres virgen?
—La cara de siempre, Ades —me aparto porque a pesar de no sentir miedo por estar tan cerca algo en mí me grita que me aleje, me puede lastimar si le doy la oportunidad—. Has dicho que en media hora en la sala y sigues todavía sin vestirte.
—Relájate, como si no me hubieras follado mentalmente —lo miro con mis ojos abiertos y juega con los bordes de su bóxer—. Porque yo a ti sí, te acabo de follar un par de veces, se sentía tan bien, ¿hacemos eso realidad?
—Deja de decir babosadas, ni siquiera me causas un mal pensamiento.
Ok, acepto que le mentí.
—¿Por qué para la escuela vistes como payasa y aquí en la casa con ropa justa como ahora? —suelta de golpe con una tranquilidad enorme y se empieza a vestir—. Deberías de vestir siempre así, no tienes mucho qué mirar, pero se te marca lo poco que tienes.
—No me interesa que un montón de babosos me quiten la ropa con solo mirarme, y si voy vestida con ropa justa me ganaré miradas sucias.
—¿Por qué tu miedo por los chicos? No es solo conmigo que te pones incómoda, parece que le temes a que te toquen, que se te acerquen y te hablen —voltea a verme—. ¿Algo pasó para que sientas que todos te quieren lastimar? Tu tía Karla comentó que eras diferente antes, ¿a qué se refería?
Gracias tía Karla por hablar más de lo que debes.
—Deja de hacer tantas preguntas, te espero allá abajo —intento moverme, pero me detiene— ¿Qué quieres ahora? Preguntas mucho.
—El mundo es tan pequeño que por más que trates de ocultar las cosas siempre las personas terminan por saber. El mundo sí gira alrededor de los secretos.
Me suelta.
Tardo unos segundos en recobrar fuerzas, pero luego salgo a toda prisa de esa habitación. En serio no sé por qué me inquieta tanto este chico, pero tiene razón cuando dice que temo que un chico me toque, y creo que nunca le diría nada de mi vida. Me prometí a mí misma que nadie aparte de mi familia y de mis amigos sabría lo que pasó aquella noche de la tragedia donde la vida de todos cambió y perdí lo que más quería, mi madre.
Ades aparece minutos después con esa seguridad que siempre destila, su cabello hecho un lío como de costumbre, trae jeans del mismo color que los míos, una chaqueta sin nada debajo que deja ver su abdomen y botines negros para dar un toque más rudo. Me mira sin decir nada y no sé cómo puede estar tan tranquilo después de haber dicho que me folló mentalmente. Es tan seguro de sí mismo que me dan ganas de ser como él y demostrarle al mundo que no le temo a nada, pero resulta que esta soy yo, la chica que es tímida cuando quiere y divertida cuando se lo propone.
—¿Adónde iremos? ¿Me llevarás a la feria? —termino por hablar.
—¿La feria? Qué tontería —da largas zancadas que no me queda de otra que seguirlo hasta la calle donde se sube en su motocicleta y me hace un gesto para que suba—. Mueve tu plano trasero, Abby.
—No me dijiste que debía subirme en esa cosa del demonio, como eres me terminas matando —deja salir una risita. Me quedo mirándolo—. No es una broma, Ades.
—No te va a pasar nada, por una vez en tu asquerosa vida deja el miedo, confía en mí. Anda, sube, yo vi lo cómoda que te sentías cuando te traje —lo miro con cierta cautela y con agilidad subo en su motocicleta. Me aferro a su cintura con fuerza porque no confío nada en él, me puede dejar tirada—. Bebé, si me dejarás respirar yo podría conducir.
¡Calma, corazón!
—Lo siento —lo suelto un poco, aunque no del todo. No sé qué carajos estoy haciendo, pero no puedo negar que me da curiosidad saber a dónde me lleva.
He vivido durante años sumergida en el miedo y solo llega este chico y me saca de mi zona de confort, de donde no he salido en años. La brisa golpea nuestros rostros mientras Ades conduce, no sé como puedo sentirme tan bien montada en esta cosa del demonio como le he llamado. Recuerdo que una vez le dije a Dayana que nunca en mi vida subiría a una motocicleta con uno de esos chicos que tienen aspectos de… chicos malos, pero creo que retiro lo dicho porque aquí estoy, con mi cara pegada a su espalda mientras me aferro a su cuerpo como si él me fuera a cuidar si alguien me va a hacer daño, cuando creo que se iría corriendo o apoyaría para que me hicieran daño.
Me concentré tanto en ver todos los lugares por donde pasábamos que no me fijé que habíamos llegado hasta que Ades se detuvo. Miro frente a nosotros un viejo edificio de donde retumba una fuerte música, creo que es electrónica. Sigo a Ades y en la entrada hay dos guardias de seguridad que lo dejan pasar sin problema alguno y no sé qué le habrá dicho él que por primera vez no me ponen excusas para entrar a un lugar.
No sé si correr o partirle la cara a Ades al darme cuenta de que me ha traído a un lugar de esos donde hacen peleas clandestinas. El lugar está repleto de chicos y también de chicas que visten exageradamente coqueto y su maquillaje resalta a kilómetros, se nota que no encajo aquí. La gente parece muy movida.
Voy detrás de Ades sin decir nada porque puede que me deje aquí metida por andar haciendo reclamos, me lleva hasta una barra y pide dos whiskys sin preguntarme. Me pasa uno y frunzo el ceño.
—¿Acaso no tomas? —niego—. ¡Maldición, Abby! ¿Qué carajos haces entonces? No vas a fiesta, no tomas, no fumas, no sonríes, ¿qué mierda te gusta hacer entonces?
—Yo no te pedí que me trajeras a este lugar —me defiendo—. Este no es mi mundo, solo mírame y mira el lugar, no encajo aquí.
—Eres tan antipática que si no fueras una chica te golpeara en este preciso momento —apoya sus codos en la barra para quedar cerca de mi rostro. Está por hablar, pero aparece un chico frente a nosotros haciendo cambiar de semblante a Ades—. ¿Qué mierda quieres, Vans?
—Vaya Ades, con el mismo carácter de puta madre con el que te he conocido siempre —el chico le habla con una sonrisa, se nota que estos dos no se llevan nada bien. El chico regresa su mirada a mí y sonríe de manera diferente, con una chispa de curiosidad tal vez—. No te había visto por acá, ¿acaso eres la novia de este imbécil?
—Nunca había venido, y no es mi novio es mi hermanastro —suelto con tanta naturalidad y cuando siento el peso de la mirada de Ades creo que he metido las de caminar.
—No es mi hermanastra —responde con altivez—. No es nada mío, te la regalo si quieres.
Me hubiera quedado callada mejor.
—Gracias a Dios no has caído en sus garras, suele apostar chicas —me mira—. ¿Cómo te llamas?
—Abby —sonrío con amabilidad y le extiendo mi mano—. Tu nombre ya me lo sé así que no pregunto.
—Estás en lo cierto, preciosa. Me gustó conocerte, pero debo irme, es mi turno de subir a pelear —me da un beso en la mejilla que me hace tensar—. Espero verte antes de que te vayas.
Se aleja de nosotros no sin antes hacerme un guiño de ojo, el chico no está nada mal. Cabello claro, ojos negros con una mirada tan parecida a la de Ades, pero él no demuestra altivez. Está vestido todo de negro y lleva un palillo entre los dientes que le da aires de chico malo. Fácilmente, puede hacer que te mojes las panties.
—Ya deja de mirarlo —la voz de Ades me hace saber que me pasé mirando al chico que lleva como nombre Vans—. ¿Te gustó la mierda de Vans?
—¿Qué si me gustó? —le respondo con otra pregunta—. ¿Por qué dijo que te gusta apostar chicas?
—Solo mantente alejada de él —me ordena—. No es un chico con el que debe hacer amistad una niña como tú.
—Primero; no soy una niña, y segundo; tú no eres nadie para decirme qué hacer.
—Acabas de decir que soy tu hermanastro, eso me da derecho, hermanita —me da un casto beso y se aleja de mí sin decir más nada.
Este chico me va a volver loca con sus arranques, pero yo de boba que acepté venir. No entiendo a dónde se ha ido hasta que lo veo en el rin de pelea, el muy imbécil va a pelear con Vans, si hubiese sabido de esto no hubiera venido antes, Ades es un maldito desquiciado. Esos dos no se llevan bien y dándose golpes van a sacar todo lo que llevan dentro, en serio estoy valiendo…. No lo diré porque ser vulgar no es lo mío.
Decido quedarme a ver la pelea y saber qué puede pasar entre dos chicos malos a punto de demostrar quién es el rey del universo.
Qué estúpido.—Nota—
Dos chicos malos juntos, esto se va a poner bueno, alistan palomitas y gaseosa porque esto va arder.
Lancasticos besos para todos los que me leen, los adoro a todos, gracias por todas las oportunidades que me dan, abrazos y Lancasticos besos, bendiciones para todos.

YOU ARE READING
MI CHICO MALO.
Teen FictionAbby Jones es una chica tímida por un pasado oscuro, con miedo que el mundo se entere de lo que tuvo que pasar hace mucho tiempo. Se pasa la vida entera escondiendose detrás de libros, y está acostumbrada a ser ignorada a donde llega. Su aspecto no...