Capítulo 3: Cazador

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Escuchó algunos golpes secos contra una superficie de madera. Eran como martillazos muy violentos, uno tras otro sin parar. El sonido logró despertarlo poco a poco y encender sus sentidos. Quiso moverse, pero estaba sentado contra el piso y sus muñecas estaban unidas por unas esposas de metal desde atrás. Sus brazos rodeaban una columna delgada pero aún así, indestructible. Comprendió bien su situación, se mantuvo en silencio hasta que los efectos del cloroformo se anularan lo más posible.

Pero el sonido de los golpes contra la madera no se detenía. Le echó una mirada a ese húmedo y oscuro sótano, la única fuente de luz era una pequeña lámpara al costado de esa enorme mesada. Alastor estaba a unos ocho metros de distancia de él y estaba martillando algo contra la madera. El ruido de la radio vieja a su costado estaba dándole un ambiente tétrico a esa escena, se trataba de una canción muy antigua y alegre de los años treinta.

Cuando los ojos de Anthony se adaptaron a la oscuridad, torció una mueca de asco. Alastor le daba la espalda, alzando una enorme cuchilla de carnicero y rebanando con dificultad los huesos de una mujer desnuda sobre la mesa para desprender ciertas partes de su anatomía. La estaba descuartizando y la sangre se derramaba a chorros contra el piso, aunque había varias capas de plástico sobre el suelo que parecían mantener una especie de higiene en ese desastre.

El rubio se estremeció al darse cuenta de que no estaba totalmente solo, porque a su alrededor había cuerpos regados de mujeres muertas. Cada una tenía un estado particular, algunas estaban desnudas y otras aún llevaban vestimentas y parecían haber muerto hace muy poco, a diferencia de la mayoría que estaban entrando a la primera fase de descomposición. El aroma a podrido estaba comenzando a emerger de esos cadáveres y era notable. Anthony tragó en seco, pero no perdió la razón o se llenó de pánico al comprender que estaba bastante jodido. En realidad, comenzó a preguntarse un sinfín de cosas bastante extrañas. Cosas que nadie se preguntaría en una situación como esa.

Ese hombre parecía tan inofensivo... Jamás hubiera pensado que alguien como él sería capaz de algo así. Es decir, tenía esa clase de apariencia de hombre anticuado y correcto. Lo juzgó tan mal, se reprochó tanto por haber bajado la guardia de esa forma con un desconocido. Y por eso mismo, en ese momento estaba sumergido en la mismísima mierda.

El asesino giró hacia atrás con sus ojos bien abiertos y con aquella sonrisa demencial que recordaba haber visto antes de perder el conocimiento, su camisa estaba cubierta con manchones de sangre al igual que sus manos y parte de su rostro. Anthony agudizó su mirada hacia él con muchísima precaución, no se movió o reaccionó de forma violenta. Por el eco del lugar y la notable humedad, podría asegurar que estaban en alguna clase de sótano profundo y que aunque gritara, nadie podría socorrerlo. Una de las razones por las cuales probablemente tampoco lo había amordazado.

Alastor avanzó con esa sonrisa siniestra y gigante, como si se tratara de un tétrico y horrible payaso. Se arrodilló ante el rubio y se rio con un poco al contemplar ese semblante serio y esa piel fina tan hermosa. Desde el primer momento en que lo vio, supo que debía ser suyo y, obviamente, esa no era una clase de atracción sexual ni nada por el estilo. El castaño había sido atraído por cada parte de su piel blanca y suave y el calor que emanaba su cuerpo, un espécimen perfecto para ser degollado, mutilado y cercenado en muchas partes. No había nada más que eso, era un indudable magnetismo hacia ese cuerpo que necesitaba destruir y devorar con sus propios dientes.

Descuida, cariño. Ya me ocuparé de ti.

Su víctima pudo escuchar con mucha claridad la voz de ese hombre, en el bar ni siquiera pudo detectarla bien por el molesto ruido de la música y de la gente hablar. Cuando bajaron a la bodega para besarse, tampoco pudo escucharlo a la perfección debido a esos mismos motivos. Pero en medio de ese silencio, reconoció muy bien esa tonada extrañamente peculiar y ese acento que no pertenecía a ese maldito estado. Anthony lo miró a los ojos sin titubear cuando se acercó con tanto descaro, su corazón estaba latiendo muy rápido y no estaba seguro de cuál era el motivo, pero definitivamente no era por miedo a morir.

Born to Die [ RadioDust ]Where stories live. Discover now