Capítulo único

32 1 0
                                    

Los pelos del pincel danzaban por el lienzo impregnados de pintura. Jungkook no pensaba, solo creaba. Parecía casi hasta poseído, dando todas esas pequeñas pinceladas rápidas y precisas.

Se había convertido en rutina. Estaba todo el día dibujando, pintando, creando y, a veces, hasta destrozando. Aunque no sus obras, no podía arruinar todo aquello que llevaba construyendo desde hace meses; eso sería igual que romper su propio corazón.

No se daba cuenta de que lo que estaba destrozando era a él mismo, no solo sus sentimientos, sino todo su ser. Y tal vez no se percataba de aquello porque ya estaba demasiado roto como para notarlo.

Pero entonces, ¿cuál era la diferencia entre destrozar sus cuadros y hacerse añicos poco a poco inconscientemente como estaba haciendo?

Bueno, en aquellos lienzos vivían personas. No estaban representadas, tú no las veías si simplemente mirabas. Pero las podías ver si sentías las pinceladas, las podías notar de pie a tu lado y podías oír sus colores, aquello que sentían. Jungkook creía que estaría cometiendo un asesinato si atentaba contra todo aquello. Además, ¿con quién iba a hablar sino?

Había terminado de construir aquella pequeña casa de ladrillos azules oscuros rodeada de altos pinos, aislada del mundo, aislada de todo. La hierba que se expandía frente a ella estaba descuidada. Tanto, que no había ganas de arreglarla, pues estaba embarrada por aquella lluvia que caía cada día, a todas horas. Excepto en ese momento, porque justo en ese instante...

Jungkook estaba creando el cielo.

Sorprendentemente, estaba despejado en su mayoría. Había algunas nubes solitarias repartidas por aquí y por allá, pero estas no tapaban en absoluto el azul tan puro que se veía si alzabas la vista; no hacían el cielo pequeño.

Era extraño. El contraste entre lo que se veía en tierra y lo que parecía que había más allá... era extraño. Como si la inmensidad de ese cielo estuviera propusiendo una salida a la tristeza y desolación de esa pequeña casa. Una obvia huida.

El chico dio la última pincelada sin darse cuenta. Estaba tan concentrado, tan inmerso en lo que hacía, que ni siquiera se había percatado de que había terminado.

Recogió un poco de pintura color cielo de la paleta con el pincel, y cuando fue a pintar, se paró. Parpadeó un par de veces y dio un paso atrás, analizando lo que veía.

El cuadro ya no pedía más pinceladas, estaba completo. Y aún así era como si faltara algo, o más bien alguien...

Dejó caer la mano que sostenía el pincel a su costado pesadamente, haciendo que una gota de pintura cayera al suelo de madera. Lo notó y se agachó despacio mirando aquel azul tan claro de la pintura. Acarició el suelo e hizo subir el cielo a sus dedos para poder mirarlo más de cerca.

Ese color le daba paz, toda aquella que necesitaba mentalmente. Por eso supo que ese tono no podía conllevar nada malo.

Así que cerró los ojos y se llevó el cielo a los labios, dudoso. Al principio solo posó sus dedos, pensando a toda velocidad.

¿Por qué estaba haciendo eso? Se supone que es algo malo, ¿no? Bueno, es más bien algo que no se debería hacer. Pero el cielo es bonito y está lleno de paz, ¿no era acaso eso lo único que buscaba al pintar? Y entonces, ¿por qué iba a rechazarlo ahora? Espera, ¿se estaba comportando como un niño pequeño que se come la pintura porque le parece apetecible? No, esto es distinto, lo que tenía en los dedos no era pintura. Era cielo.

Jungkook, decídete. Ya.

Abrió los ojos, dio un profundo suspiro y los volvió a cerrar. Sacó su lengua de manera tímida y al fin lo probó. Se quedó quieto unos segundos. No sabía decir cuál era su sabor, pero estaba en lo cierto; aquello no conllevaba nada malo.

The boy inside the painting • TaekookOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz