41. Monstruación

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ELENA

Me duele todo. El alma. La cabeza. Pero sobre todo, los ovarios. Ayer por la noche, empezó mi sufrimiento: la regla. Tan siquiera tuve la fuerza suficiente para irme a la habitación; me quedé en el sofá, hecha un ovillo y con una manta tapándome hasta las orejas. Me tomé un ibuprofeno pero el efecto se debe haber pasado, porque ahora mismo siento como si tuviera un demonio en mi útero arañando mis entrañas.

Me retuerzo un poco, buscando la energía para levantarme y poder ir a la cocina, desayunar algo y volver a medicarme, pero como un torbellino, aparece Leslie con el cepillo de dientes en la boca, unos pelos de loca y corriendo de un lado a otro del salón, buscando sus botas (casi seguro).

–¿Qué haces ahí?

–Morir.

–Ah, vale, pero podrías salirte fuera, así no tengo que recogerte.

Tiro un cojín que esquiva riéndose entre dientes. Mete la cabeza en el baño y escucho como escupe y se enjuaga. Mientras tanto, en el sofá, intento incorporarme sin moverme mucho; me duele todo.

–Leo y yo vamos a ir el viernes al concierto de Tierra y Aire, ¿te vienes?

–El sábado tengo la entrevista con Damián por la mañana y quiero ir descansada. –Digo sirviéndome el café con movimientos lentos. La miro de reojo. Ya está lista para salir por la puerta, se está poniendo sus aros en el espejo de la entrada... Tierra y Aire... Todavía recuerdo la conversación con Saúl sobre ellos... –Ese grupo... Le gusta mucho a Saúl, seguro que él se apunta.

–Qué bien te lo sabes, ¿eh? –Suelta con una sonrisa de medio lado. Yo solo suelto un gruñido como respuesta, no estoy de humor para sus tonterías matutinas. –Está bien, se lo diré. Ciao, bella.

Lo siguiente que escucho es un portazo. Parece que hoy voy a necesitar también una dosis extra de paciencia.

No he citado a nadie hasta la 13 y no es porque previese que no iba a estar de humor por la regla, sino porque quería hacer una lista de preguntas que posiblemente vayan a hacer en 'Estamos en el aire... Como el amor' y prepararme las mejores respuestas, tengo que dar buena impresión. La campanita que tengo en la entrada suena y no puedo evitar fruncir el ceño. Me asomo por la puerta de mi despacho y veo a una de mis clientas... Es... Ariadna. La Ariadna de Jessica.

–Hola, Elena, ¿tienes un momento? –Pregunta con el ceño fruncido. Asiento y le hago un gesto con la cabeza para que pase, aunque creo que sé a que viene. Ella se coloca en el sillón de invitados y yo me siento delante, con las piernas cruzadas, esperando que empiece a hablar. Juega con una pulsera de tela como las que venden en la playa un rato antes de hablar. –No sé cómo decirte esto...

–Con palabras. –Bromeo. Ella sonríe un poco y suspira.

–La chica con la que me juntaste... Es mi ex.

Me quedo callada, ¿qué puedo decir? Esta situación estaba entre las opciones pero tan siquiera pensé qué debería hacer si se diese el caso... Podría mentir, es cierto y decir que nos pusiéramos en marcha para buscar a otra persona para ella si es lo que quiere pero su rostro triste me lo impide.

–Lo sé.

–¿Cómo que lo sabes?

–No se me da bien mentir y tampoco me gusta hacerlo. –Digo colocándome el pelo detrás de la oreja. –Jessica vino pidiéndome una oportunidad más para estar contigo, me contó el motivo por el que lo dejasteis incluso, así que decidí juntarte con ella para ayudarla.

–Pero... ¿Y quién te crees tú para meterte en mi vida privada más de lo que te concierne? –Pregunta cruzándose de brazos.

–Nadie, eso desde luego. Escúchame, Ariadna, ella solo me pidió una última oportunidad, me prometió que si se la daba y tú venías aquí a pedirme un cambio de pareja, ella se olvidaría de ti.

–Estoy flipando...

–Mira, sé que no es muy profesional por mi parte lo que hice, pero me lo pidió como favor. –Me levanto del sillón y me pongo de cuclillas delante de ella para reducir la distancia de las dos y así la barrera de separación que se está formando. –Y... No lo habría hecho, por supuesto que no... Yo no soy un hada madrina que va concediendo deseos por el mundo; ese no es mi trabajo. Simplemente... Vi verdad en sus palabras y amor en sus ojos.

–Pero yo no quiero estar con ella... No por ahora, al menos y no lo entiende. –Gruñe quitándose el flequillo de la cara. –Es muy buena niña y la quiero como no he querido a nadie pero lo que hizo, me dolió, no puedo evitarlo y estoy muy dolida como para volver con ella ahora mismo. En un futuro... ¿Quién sabe?

–Te entiendo, no voy a intentar convencerte de lo contrario.

–Pero... –Me insta a decir con una de sus cejas negras levantada.

–No hay peros. –Vuelvo a sentarme en el sillón. –Eres adulta y debes tomar las decisiones que creas convenientes; no creo que sea idóneo estar con una persona con la que ahora mismo no eres capaz de estar, eso solo os perjudicaría a las dos.

–¿De verdad me entiendes? –Pregunta con un brillo especial en sus oscuros ojos. –Mis amigos no dejan de decirme que es un error.

–Que es un error solo lo podrá decir el futuro.

–No sabes lo que significa escuchar eso de alguien. –Dice con una sonrisa triste. Agacha la cabeza perdiendo su mirada en sus deportivas. –Estoy... Cansada de que nadie me entienda. Gracias. De verdad.

Horas y horas delante del ordenador, han dado su fruto. He conseguido elaborar buenas respuestas para las típicas preguntas, sin dejar la profesionalidad de lado. Estoy muy orgullosa de ello. Además, hoy, a pesar del mal inicio, ha sido un buen día. Incluso ha venido un chico, llamado Jaime, al que he hecho una entrevista y que me ha cuajado para Flavio, con el que he quedado para tomar un café esta tarde para hablarle un poco de ese nuevo pretendiente. No lo suelo hacer con ningún cliente pero ya ha quedado claro que Flavio es especial.

Estoy recogiendo el ordenador para meterlo en su funda cuando vuelvo a escuchar la campanita. Miro al techo, rezando para que no sea un cliente de última hora. Estoy muy cansada y tener la regla, no ayuda. Salgo a la recepción, dispuesta a decir que hoy no se admiten más visitas pero al ver a Saúl, me paro en seco.

–¿Qué haces aquí?

–Estaba volviendo a casa y me he confundido en una salida... Me ha traído hasta aquí y me parecía feo no saludar.

–Mientes.

–Claro que miento, Elena, ¿qué voy a hacer aquí? –Pregunta riéndose y apoyándose en la pared.

–Estás muy mal acostumbrado a aparecer por aquí de sorpresa.

–No puedo evitarlo, simplemente me apetece verte y... Vengo.

–Te voy a empezar a poner horarios.

–¿No te apetece verme? –Pregunta acercándose a mí.

–No.

–Mientes.

No puedo evitar reírme un poco, aunque intento ponerme seria de nuevo para que no lo note. Pone sus manos en mis caderas con una sonrisa dulce en los labios, mirándome con los ojos entrecerrados.

–A parte de dar masajes, también se me da bien cocinar.

–He quedado por la tarde para tomar un café.

Me pone cara de cachorrito, deja un beso rápido en mis labios y después, empieza a morderme el cuello.

–Pero la tarde es la tarde... Son las tres... Tienes que comer y yo he hecho arroz al horno para una población entera porque no sé calcular cantidades.

Me empiezo a reír a carcajadas mientras que él me besa el cuello.

–Para... Vale, está bien... Iré... Pero solo porque no quiero que tires comida a la basura.

–Algún día admitirás que disfrutas de mi compañía.

SI LA VIDA TE DA LIMONES...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora