Capítulo 6 En la habitación del príncipe... ¿Con el príncipe?

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¡Ya estaba ahí! Lo único que debía hacer era tocar y esperar a que Kakashi le recibiera. Respiro hondo tres veces y una más, para tranquilizarse un poco. Lo peor que podía pasar era que el príncipe le cerrara la puerta en la cara o que al saber que él era quien le llevaba la cena... ¡Ni siquiera le abriría! ¡No! ¡Eso no sería lo peor! ¡Sería lo más infame!

Tranquilízate Iruka tu puedes hacerlo sólo levanta la mano y da dos toques en la puerta sin anunciarte. Así al menos abrirá la puerta. Tal vez.

Gracias al elevador que hay en la cocina hacia los pisos más altos pudo llevar sin ningún problema ambas bandejas con la cena para él y Kakashi. Era un poco raro que hubiese un elevador en una casa con solo tres niveles pero a los dueños no parecía importarles.

Tsunade le había dicho que la habitación de Kakashi era la segunda puerta del pasillo a la derecha. No tardó mucho en encontrarla, la puerta de la habitación era doble, se abría por el medio, así que el castaño se sintió aliviado de que al menos si tuviese que forzar la puerta para entrar a Kakashi le resultaría problemático impedirle el paso. Toco fuerte y firme sin llegar a ser escandaloso y espero pacientemente a que el dueño de la habitación respondiera. Respiró hondo y exhalo.

Cinco minutos después seguía parado frente a la puerta sin que el pelo plata siquiera hubiese contestado. Intento por segunda vez llamar a la puerta y tras unos segundos la respuesta fue la misma que antes. Silencio total.

-¿Dónde se habrá metido? – Se preguntó curioso. Miro el carrito de comida con la cena para ambos y su estómago decidió revelarse gruñendo en protesta de hambre. Intentaría una última vez si no contestaba entraría por su propia cuenta y ya.

Nuevamente la respuesta nunca llego, y armándose de valor giro la perilla de la puerta que cedió ante el abriéndose de par en par. La impresión pareció dominarlo por eternos segundos. ¿Esa era la habitación del príncipe?

Las puertas gemelas se abrían ante el dándole un panorama perfecto de la habitación que ocupaba Kakashi, se cernía un pequeño pasillo antes de llegar a lo que parecía una estancia que contaba con su propio sistema de entretenimiento, un cómodo sofá modular de color blanco. Conforme se adentraba en aquella habitación, descubrió un estante repleto de partituras, un librero con un buen número de novelas de misterio y terror. Y adornando toda una pared una repisa de cristal exhibiendo una cantidad alarmante de trofeos. Sin pensarlo demasiado emocionado se acercó a admirar el brillo de aquellos trofeos. Todos de distintos concursos de violín. Y del certamen de Viena había al menos cinco trofeos, todos del primer lugar... Al centro de la repisa se podía ver la foto de un Kakashi de al menos unos siete años en compañía de un adulto idéntico a él pero con un aire más cálido, sosteniendo el trofeo junto al príncipe que tenía en las manos un violín para niños. Ese hombre de la foto, ¿Podría ser su madre?

El Kakashi de esa foto parecía feliz y risueño casi parecía alguien más. ¿A dónde se había ido toda esa ternura? Se cruzó de brazos pensativo y recayó en cuenta de que el pelo plata no estaba por toda la habitación. Al volverse pudo ver una espléndida cama King llena de cojines en varias tonalidades de azul pero al igual que el resto de la habitación parecía estar vacía. Un ventanal con cortinas blancas se ondeaba al ritmo de la brisa de la noche, se asomó para investigar, quizá el pelo plata hubiese salido para tomar aire a la terraza pensó. Pero al apartar las cortinas y no ver nada más que la ventana abierta, suspiro agobiado.

-¿Dónde rayos esta? –Se quejó cruzándose de brazos para girarse y encontrarse de lleno con un pedestal, donde descansaba como si fuese inmaculado un hermoso violín Stradivarius, el arco se erguía a un lado sobre un gancho que sobresalía. Era un hermoso instrumento, brillaba como si acabasen de lustrarlo, ¿Ese era el violín de Kakashi? ¡Tenía que serlo! Tal como su dueño desprendía cierta aura aristocrática, elegante y hermoso... La tentación de poner sus manos sobre él era más grande que su autocontrol. Quería deslizar sus dedos por las cuerdas y escuchar el sonido que harían al rozarlas.

Strings & PianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora