El aniversario.

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De vez en cuando, durante el primer año que habían pasado viviendo juntas, entre los momentos de serena normalidad y los de familiar enfrentamiento se habían intercalado ciertos episodios de...

Macarena contemplaba cómo Zulema se rendía a la música para, más que bailar, flotar, convirtiendo sus movimientos en el ritmo que marcaba el tiempo. Ambas se encontraban en el interior de la caravana, con las luces tibias y el aroma de un par de botellas de tequila decorando el ambiente. Hoy celebraban su aniversario. Contra todo pronóstico, había sido un buen año. Macarena pensó incluso que, de ser ella una persona de ánimo más optimista, podría decir que hasta había sido un año feliz.

– ¿En qué piensas, rubia? – Zulema había parado de bailar para tomarse un chupito de tequila.

– En que llevamos un año viviendo juntas, y todavía no nos hemos matado – contestó Macarena, todavía ensimismada en sus pensamientos.

– Bueno. – Zulema se encogió de hombros –. Supongo que todavía no he encontrado la forma más creativa.

– Ya, claro. – Macarena se levantó de la cama, donde había estado sentada todo este tiempo, para encararse a Zulema – ¿No será que no eres capaz de hacerlo?

– ¿No será que te gusta que lo intente? – preguntó Zulema con media sonrisa.

– ¿Qué cojones significa eso? – Macarena empezó a inquietarse.

– No ha sido solo miedo  lo que he visto en tus ojos durante este último año. – Zulema se acercó más a ella –. Te pongo cachonda – le susurró. Macarena estalló en carcajadas al tiempo que negaba con la cabeza – ¿Acaso me equivoco? – insistió Zulema, clavándole la mirada.

– Sí. – Macarena cerró el escaso espacio que las separaba y, sosteniéndole la mirada, continuó hablando con fingida serenidad, y tono altivo – Eres una narcisista. Piensas que eres la puta ama, que lo tienes todo bajo control y que todos somos tus putas marionetas. Pero te equivocas.

– ¿Ah, sí? – Con un gesto rápido, Zulema la agarró del pelo y tiró de su cabeza hacia atrás –. En ese caso, juguemos a un juego, rubia. – Los latidos de Macarena se aceleraron tanto que temió que Zulema los escuchara.

– Zulema, suéltame. Esto es una tontería. – A su pesar, la respiración entrecortada que comenzaba a galopar por su pecho hizo temblar ligeramente su voz.

– Vamos a comprobarlo. – Zulema se acercó a su oído para poder susurrarle –. Si me demuestras que no te pongo, te dejaré planificar el siguiente atraco. Eso es lo que siempre has querido ¿no?

Acorralando a Macarena contra la pared, todavía con el agarre firme de su pelo y la cabeza echada hacia atrás, Zulema comenzó a besar, y luego morder, su cuello. Bajando lentamente, y sin dejar de mirar a Macarena, mordió también su clavícula. Con la mano que le quedaba libre comenzó a tantear su cuerpo, empezando por la rodilla, el muslo, la cadera...hasta rodear y recorrer los límites de sus pechos. Macarena luchaba por controlarse. Peleaba por que los gemidos no traicionaran su determinación, por que sus ojos no tradujeran su deseo, por que su respiración y sus latidos no evidenciaran su agitación y, cuando Zulema presionó con su pierna entre sus muslos, luchó como jamás lo había hecho para que el movimiento de sus caderas no delatara su excitación. Pero, por cada minuto que pasaba, el ímpetu de su resistencia iba haciéndose cada vez más débil. Zulema, que observaba divertida sus reacciones, aumentó la fricción que procuraba su pierna, y Macarena, no pudiendo aguantar más, respondió acercando su cadera, moviéndola rítmicamente buscando alcanzar el máximo roce. Un leve gemido, emitido casi como un susurro culpable, logró escapar de su boca. 

– Has perdido, rubia – manifestó Zulema al tiempo que detenía todos sus movimientos y ponía cierta distancia entre sus cuerpos –. Pero todavía falta la prueba más importante.  

Sin esperar la respuesta de Macarena, la asió de los hombros para darle la vuelta y, apretando su cuerpo contra el de esta, la sostuvo contra la pared 

– Podría matarte en este mismo instante – susurró.

– Zulema – dijo Macarena a medio camino entre el susurro y el gemido, con los ojos cerrados y el cuerpo en tensión expectante.

 Zulema sonrió y, cubriendo el cuello de Macarena con sus manos, comenzó a ejercer una ligera presión. 

– Te asfixiaría lentamente – dijo, apretando más fuerte – ¿Me tienes miedo?

– No. – La voz de Macarena era firme, pero vibraba con la necesidad de quien, estando ya muy excitado, necesita mucho más –. Déjate de juegos, Zulema.

Una de sus manos abandonó el cuello de Macarena para, recorriendo con lentitud su cuerpo, llegar a la entrada del pantalón; la entrada que separaba su piel de la respuesta que quería obtener. Sin demorarse, y notando cómo se tensaba el cuerpo de Macarena, deslizó una mano por dentro y, acto seguido, la introdujo por debajo de la ropa interior. Tocándola sutilmente, sonrió. 

– Lo sabía – dijo Zulema sobre la oreja de Macarena, que había empezado a morder con cierta fruición. 

Aumentando más la presión de sus dedos sobre la piel más sensible de Macarena, y todavía sosteniendo su cuello con la otra mano, empezó a tentar la entrada a su intimidad, notando como las caderas de esta comenzaba a moverse contra su mano. Sin embargo, y reflejando la mismísima naturaleza de su relación, Zulema se quedó a las puertas y, sin previo aviso, soltó a Macarena. 

– Te odio – le espetó esta con una ira cargada de necesidad, y la respiración agitada.

– Feliz aniversario, rubia – le contestó Zulema, riéndose mientras se alejaba.

Zulema cogió una de las botellas de tequila y salió de la caravana. Macarena, invadida por una sensación casi febril, se dirigió a la ducha. Nunca había necesitado tanto sentir el agua fría. 

Encontrándose en la caravana.Where stories live. Discover now