26. La casa Lovegood.

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Crookshanks estaba dormitando sobre una de las cajas de cartón que ya estaban listas para ser trasladadas. Hermione pensó que sería realmente difícil hacer que su gato entrara en su jaula transportadora, pero que debía lograr que lo hiciera si quería asegurarse de que no hubiera ningún tipo de inconveniente. Su ropa y sus libros ya estaban guardados y pensó que aún tenía algunas cosas que acomodar, pero su, hasta el momento, departamento se encontraba hecho un desastre. “Siempre sucede esto en las mudanzas”, reflexionó. Claro que no consideraba a lo que ella estaba haciendo una mudanza común y corriente, más bien lo sentía como un escape.

De repente, alguien llamó a la puerta, pero Hermione decidió ignorarlo y continuar sentada en el suelo mientras envolvía parte de su vajilla con periódicos viejos.

-Sé que estás ahí –exclamó una voz conocida detrás de la puerta-. Me lo dijo el portero que me dejó subir, ábreme…

A regañadientes, la joven se puso de pie y caminó con pesadumbre hasta la puerta. La abrió sólo un poco, con la intención de que él pudiera verle la cara, pero  no el resto del cuerpo.

-¿Qué quieres?

-¿No vas a dejarme pasar? –inquirió Neville empujando la madera con una mano y obligando a Hermione a retroceder hasta que la puerta quedó totalmente abierta.

Ingresó al departamento y con una sonrisa en el rostro dio una mirada evaluadora hacia el suelo, abarrotado de cosas.

-No me equivocaba –anunció girándose hacia ella que estaba cerrando la puerta-. Piensas irte de aquí.

-Por supuesto –respondió con firmeza-. ¿Piensas que seré una caradura y que me quedaré en el departamento que compartía con la persona a la que he lastimado? Claro que no.

Neville la miró con conciliación y luego, al darse cuenta de cómo Hermione iba vestida, lanzó una pequeña carcajada.

-¿Qué te ha pasado?

La joven frunció el ceño y se detuvo unos segundos para examinar su propio aspecto. En los pies tenía un par de medias viejas, llevaba un pantalón jogging azul que era demasiado holgado para el tamaño de sus piernas y que casi había perdido todo su color, una remera manga corta blanca y raída que presumía una gran mancha de salsa y su cabello estaba recogido en un desprolijo rodete del que se desprendían muchos mechones enrulados.

-Fui despedida –murmuró como si esa fuera la respuesta más obvia del mundo-. No tengo trabajo.

-¿Y desde cuando desempleo es sinónimo de ropa sucia? –dijo él levantando las cejas.

Ella abrió la boca indignada.

-No está sucia –mintió-. Esta mancha no sale.

Él se encogió de hombros y comenzó a pasearse por la habitación, curioseando un poco el contenido de algunas cajas. Incluso llegó hasta Crookshanks y le proporcionó unas cuantas caricias en la cabeza que el gato agradeció gustoso.

-¿Necesitas algo más? –le espetó impaciente, aún parada al lado de la puerta.

No le respondió enseguida, sino que llegó hasta la pequeña mesa ratona del salón y tomó una pequeña tarjetita blanca que reposaba sobre el cristal. La evaluó unos segundos y luego preguntó:

-¿Esta es tu mejor opción?

Esta vez, fue ella quien se encogió de hombros, algo avergonzada.

-Es el peor lugar de todo Londres –le advirtió algo preocupado-. Todo el mundo lo sabe… Y es algo peligroso.

-Es el único hotel que admite animales –explicó echándole una mirada furtiva a su mascota-. No puedo dejarlo, y no quiero regresar a casa de mis padres porque volverán en dos días y no quiero que me llenen de preguntas… Así que sí, es mi mejor y única opción.

La boda de mi jefa. (Romione).Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang