Seis.

86 14 43
                                    

  La aburrida y extenuante rutina continuaba su curso. Nada había cambiado todavía a pesar de la promesa que le había hecho a Luke, ambos decidimos hablar con calma el siguiente lunes por la mañana. Aún no había decidido cómo empezar a sincerarme con él, existían demasiadas cosas que le oculté por tantos años... pero todo me parecía insignificante, no creía que él necesitase realmente saber absolutamente todo acerca de mi asquerosa vida, pero respetaría su decisión. 

  Apenas era jueves. En dos días más saldría junto a Luke y los otros dos. Tendría que escaparme, pero eso era lo que menos me preocupaba por el momento.

  Suspiré profundamente, escuchando atentamente el rugido del motor del auto que me acababa de dejar poniéndose en marcha. Desde aquel día en el que caminé bajo la lluvia y quedé empapado hasta los huesos —cuando Stephen me abandonó a mi suerte—, los Hemmings se aseguraban de traerme hasta mi casa. No me molestaba, más bien, había estado necesitando esa pequeña ayuda desde hacía meses. Además de que Luke se negaba a dejarme, y al conocernos desde hace tantos años a nadie le parecía extraño que él insistiese tan excesivamente en que aceptara el aventón. Tampoco me molestaba la compañía de mi rubio favorito, a pesar de solo lograr intercambiar discretas miradas durante todo el viaje.

  Avancé con pasos lentos e inestables por el interior de la casa, apoyándome en las paredes para no caer al suelo, subí por las escaleras con la idea de ir hacia mi cuarto y tirarme en mi cama para descansar de una vez, necesitaba urgentemente cerrar los ojos y reposar mi agotado cuerpo por algunas horas, pero no logré llegar. De todas maneras, me hubiera sorprendido gratamente haberlo conseguido.

  Disimular el mareo y el malestar en general durante todo el trayecto no fue difícil, pero ya no pude resistir un segundo más. Desde hacía dos noches atrás Luke y yo no nos encontrábamos secretamente, sabía que si se enterase de mi estado querría quedarse a cuidarme y no se iría hasta que me sintiese bien, pero una vez más quería ahorrarle un dolor de cabeza al ojiazul, confiaba en que tras un par de horas de descanso me sentiría mucho mejor. Esperaba no equivocarme.

  Una molesta neblina dificultaba mi visión, los objetos no poseían forma alguna y eso provocaba molestas punzadas en el interior de mi cabeza cuando forzaba demasiado mis cansados ojos, lo cuales se encontraban algo irritados tras una noche más de jodido insomnio. Sin poder resistir más me desvié y empujé la puerta del baño, cayendo de rodillas frente al inodoro y expulsando mi desayuno desde la primera arcada. Allí me quedé por un largo rato, totalmente mareado, vaciando por completo mi estomago en apenas unos minutos, la molesta debilidad recorriendo mi cuerpo entero, todos mis músculo y vertebras temblaban excesivamente y la debilidad corría por cada milímetro de mi frágil organismo. Gotas de un sudor frío empapaban mi frente. Volver a ponerme de pie no fue sencillo.

  Me sentía totalmente destruido.

  Un buen rato más tarde, después de lavarme la boca para deshacerme del mal sabor del vomito, bebí una exagerada cantidad de agua y casi me atraganté en el proceso. Al devolverme escaleras arriba casi caigo de cara, tropezándome con mis pies. No podía irme peor. Definitivamente hoy era el peor día que había vivido en mucho tiempo. Apenas sí podía mantener el equilibrio para no derrumbarme a causa del extenuante mareo. Cada paso supuso un enorme esfuerzo, ya no tenía ningunas ganas de permanecer de pie por ningún segundo más. Me sentía agotado, débil... enfermo. Llegar a mi cuarto fue como ver el cielo. Pero no logré sentir ningún alivio todavía, el malestar continuaba en mi organismo y acababa con mi paciencia y energía.

  Dejé resbalar mi mochila hasta que con un golpe sordo cayó sobre el suelo de madera, mi acción siguiente debía ser acostarme y no volver a abrir los ojos hasta el día siguiente, pero un pequeño frasco rodó fuera de uno de los bolsillos abiertos y se detuvo a mis pies. Dejé escapar un quejido y suspiré, dejándome caer en el suelo y sentándome en el acto al ya no poseer las fuerzas suficientes para realizar otra acción. Cubrí mi estómago con mi brazo tratando de ignorar la incómoda sensación. Recogí el pequeño envase plástico con mi mano libre, reconociendo al instante el contenido. Esta era la razón de mi malestar.

𝗗𝗮𝗿𝗸𝗻𝗲𝘀𝘀 / ᵐᵘᵏᵉWhere stories live. Discover now