El Amortentia y su sátira.

1.6K 199 58
                                    

Dos semanas atrás.

—Joven Lupin, acérquese, por favor.

Las orbes grises de Sirius dejaron de prestarle atención a los dibujos amorfos que James Potter trazaba, aburrido, en su pergamino, para poder centrarse así en Remus, quien avanzaba con calma y sosegado hasta el profesor Slughorn, que mostraba una sonrisa raída. Parecía más que le sonreía por cortesía que por querer hacerlo de verdad.

—El día de hoy estudiaremos el amortentia. ¿Usted sabe qué es, jovencito?
—Una poción de amor. —Sirius juró que en el momento en que esas palabras salían de la boca del hombre lobo, le miró por el rabillo del ojo.
—¡Una poción de amor! Quien la bebe cree estar enamorado de la persona que se la administre. Crea emociones muy fuertes, pero es importante aclarar que nunca, NINGUNA poción y me atrevería a decir que NADA en el mundo, logrará crear amor de verdad.

El pequeño recipiente de cristal guardaba aquel líquido nacarado, soltando vapores cual hélices. El profesor Slughorn volvió a sonreír, provocando que su rostro se arrugara, recordándole a los pergaminos del despacho de Dumbledore. Sus ojos brillaron, con un ápice de travesura.

—Señorita Evans —se giró, en dirección a una de sus alumnas preferidas, que no hacía más que prestarle atención. —¿Puede decirme qué ingredientes necesito para crear esta poción?
—Sí, profesor. 

La bonita pelirroja comenzó a mencionar los ingredientes, llevando detrás de su oreja un par de mechones que le habían caído al rostro, provocando suspiros en James Potter, quien le miraba como un completo bobo, embelesado.

—Lily, cásate conmigo. —murmura, en voz tan baja, que solo Sirius es capaz de escuchar.
—Acepto. —Black finge una voz aguda, adoptando posiciones ridículas, tratando de incomodar a su amigo —Pero Sirius debe casarse con nosotros también porque sé que no puedes vivir sin él.

James le dio una patada, ahogando una risa sin sentirse molesto, más bien divertido. 

—... Bien, señor Remus, ¿algo más que deseé agregar a la descripción de esta poción?
—Huele diferente para cada quién. Según lo que más le guste.
—¡Excelente! Gryffindor obtiene diez puntos gracias a la señorita Evans y al señor Remus. Ahora, ¿puede decirme a qué huele su amortentia?

La cara de Remus fue un poema cuando se dio cuenta de lo que su profesor le estaba pidiendo. Dudó. No quería. No debía. ¿Cómo hacerlo? Cuando tenía a tan solo metros de él, unos ojos grises que parecían seguir cada uno de sus movimientos, esos ojos que tanto le gustaban...
No se pudo negar. Lupin tenía problemas para decir no. Serios problemas.

Se acercó al pequeño frasco. Su rostro se iluminó por el color rosáceo de aquella poción que parecía estarle torturando y nadie se daba cuenta de eso. Inhaló. Le dolió el estómago. Se le aceleró el corazón. Casi le flaquean las rodillas.

—Huele a chocolate, señor.
—¿Chocolate?
—Sí, chocolate, por supuesto. Té de jazmín, libros viejos y... 
—¿Y? —intrigado, Slughorn le observaba.

"Y a whisky de fuego, a tabaco, a chamarras de cuero, huele al pelo del can cuando se pasea con el hombre lobo por el bosque, huele a Sirius. Más que oler a Remus, huele a Sirius, porque no hay nada que le guste más a Remus que Sirius."

—Huele a... Huele a chamarras de cuero.

Demasiado tarde, Remus se dio cuenta de lo que dijo. ¿¡Se podía ser más obvio, acaso!? Ni siquiera se giró a mirar al primogénito de los Black en cuanto fue a sentarse a su lugar. No pudo notar la forma en que el corazón del mentado se había acelerado, en cómo su rostro se iluminó por la sorpresa. ¿Había sido idea suya? Que él supiera, a Lunático no le gustaban las chamarras de cuero. Era él quien solía usarlas en sus viajes a Hogsmeade. Era él quien las usaba cuando, cada primero de septiembre, se reencontraban en el andén nueve y tres cuartos. Era él quien las usaba en cada momento que no tuviera que utilizar el uniforme de Hogwarts.

—Rems. —llamó su atención, confundido.
—Cállate, Canuto, déjame poner atención.

Y Sirius acarició sus mejillas con la mirada, observándolas enrojecer debido a la vergüenza que acababa de pasar. Nadie más lo notó. Todos estaban tan absortos en lo suyo, que nadie notó la pequeña abertura en el corazón del can llamado Sirius Black.

Sonrisa de Luna. (Sirius Black&Remus Lupin)Where stories live. Discover now