Llegó el día. (Capítulo 1)

14.3K 514 139
                                    

Desperté con la alarma del despertador, eran las 8:00 de la mañana de un viernes. Por suerte no hubo clases ese día debido a una junta de maestros, o una cosa así.

Mi nombre es Giselle, y soy de esa clase de personas que la flojera les invade el cuerpo por completo. Normalmente despierto hasta tarde los días sin escuela aunque el despertador no pare de sonar, ya que siempre lo termino apagando.

Pero ésta vez mis padres estaban haciendo bastante ruido abajo, por lo que no pude conciliar más el sueño. Me levanté de la cama, y acomodé un poco mi alborotado y despeinado cabello mientras bajaba las escaleras para ver qué estaba pasando.

Cuando llegué a la sala, mis padres acomodaban muchas cajas y estaban sacando algunas cosas.

—¿Qué hacen? —pregunté tallandome los ojos.

¿Era mucho pedir que me dejaran dormir un poco más? 

—¿Qué es todo esto?—cuestioné al darme cuenta de todo el desorden que había. 

—Cariño, quiero que tomes esto con calma, ¿de acuerdo?—dijo mamá.

—¿Qué pasa? —fruncí el ceño.

¿Tomarlo con calma? ¿De qué habla?

—Cielo...  —hizo una pausa—. Vamos a mudarnos—habló papá.

Pero qué mier...

—¿Qué? ¿Mudarnos? ¿Cuándo? ¿A dónde? ¿Por qué?—pregunté impacientemente.

—Tranquila, cálmate y no hagas tantas preguntas, déjanos explicarte— dijo mi madre divertida al ver mi inquietud.

—Escucha. He conseguido un puesto increíble en el trabajo, después de tantos años de laborar en la empresa, por fin me ascendieron al lugar por el que tanto he estado esperando. Ahora tendré una gran parte del control de la empresa, teniendo el cargo como el mismísimo vicepresidente—dijo papá.

—¡Wow, eso es genial papá!

—Pero, el problema es que, por desgracia nos han cambiado de lugar. Con la nueva administración que entró este último año, las cosas han cambiado... Nos acaban de informar que nos re-ubicaron para laborar de una manera más eficiente para todos, y el lugar... bueno, es bastante lejos a decir verdad.

—¿A dónde?—pregunté sin preocupación.

¿Qué tan lejos podría ser? ¿Estados Unidos tal vez?

—Corea del sur.

—¿Qué? ¿¡Corea!?—grité.

¿Acaso estaba bromeando?

—Así es, iremos a vivir al oriente— dijo papá algo entusiasmado.

—Tu padre tuvo mucha suerte al conseguir este gran ascenso, así que hubo una muy buena paga el primer mes, y pudimos costear una casa allá. Ya está casi todo listo—habló mamá.

—Pero, ¿Corea? ¿No les parece ridículo? ¿Por qué no me dijeron nada hasta ahora? ¿Tendré que vivir con chinos?

—Cálmate, queríamos estar seguros de la situación. Además... sería bueno regresar a donde todo comenzó, ¿no crees?

—Supongo, pero... ya no recuerdo mucho... 

Antes, hace ya varios años estuve viviendo en el sur de Corea durante casi 5 años, ya que mi padre trabajaba desde hace muchísimo tiempo en una empresa de procedencia Coreana. Por un tiempo tuvo que ser trasladado hasta allá por obviamente cuestiones laborales, y nos llevó con él a mamá y a mí. A los 10 años regresé a mi país, y he estado aquí desde entonces.

—¿Y qué hay de la escuela?—pregunté.

—No te preocupes, ya hemos arreglado eso también. Me tomé la tarea de buscar la mejor institución posible para que asistas en cuanto lleguemos. Además, recién acaba de comenzar el año, te pondrás al corriente muy rápido—dijo mamá.

Me quedé en completo silencio. Tenía que ser una broma. ¡Era ridículo!

—No te quedes callada, di algo— dijo riéndose un poco.

—Am... ¿Cuándo nos iremos?

—Mañana mismo.

—¿Qué? ¿Tan pronto?

—Este asunto debe ser rápido, cielo. Tengo gente importante esperándome allá y no puedo demorarme más tiempo. Nos iremos al aeropuerto mañana temprano, así que será mejor que empaques todas tus cosas lo antes posible.

Suspiré. 

Por fin pude respirar por lo menos un poco.

—Entiendo...

Tomé algunas cajas vacías que estaban en el sofá, y subí a mi habitación.

Entré cerrando la puerta y dejé las cajas en el suelo, tumbandome en la cama al instante.

Mudarnos... ¿Mudarnos?

Quise tratar de mentalizarme, y comencé a pensar en que no sonaba tan mala idea después de todo. Nuevo continente, nueva ciudad, nueva casa, nueva escuela, nuevas personas; una nueva vida.

Podía resultar bien. Además, no tenía muchos amigos ahí. Nunca salía de casa, no tenía vecinos de mi edad, no hablaba con casi nadie del salón de clases, y sabía que nadie me extrañaría—ni yo a ellos— así que, realmente no estaba dejando nada atrás. 

Me puse de pie.

Comencé a sacar toda mi vieja ropa del armario y a guardarla en las maletas. Todos mis jeans, algunos ya desgastados de las rodillas, mis playeras y sudaderas.

Y al ver todas mis cosas, me di cuenta que jamás había sido muy femenina que digamos, ni me había preocupado por mi apariencia.

Realmente no era como otras chicas. No me maquillaba ni arreglaba mi cabello, siempre lo llevaba agarrado en un chongo un poco despeinado. Normalmente llevaba una mochila en la espalda en lugar de una bolsa a la escuela, me vestía de jeans y sudaderas, lo primero que encontraba a la mano. Y a mis ya 17 años, no me habían llamado la atención los chicos como a las demás chicas. 

Tal vez era eso mi desinterés en mi propia apariencia.

A decir verdad, nunca me había enamorado, ni siquiera me había llegado a gustar un chico realmente.

En mi escuela todos eran unos patanes y estúpidos, que creían que podían jugar con los sentimientos de cualquier chica, y eso es algo que de verdad me repugnaba. La buena noticia era que yo no era tan ingenua como para caer en sus juegos, además de que tenía cosas más mucho importantes en qué pensar que en chicos, como por ejemplo: Mis estudios. 

***

Se hizo de noche, y mis cosas ya estaban listas y empacadas. Mi habitación quedó prácticamente vacía sin contar los muebles. 

Eran las 2:07 am. No podía dormir. 

Desde niña, por alguna razón siempre me gustó ver el cielo y las estrellas, algo insignificante para muchos, pero para mí era todo lo contrario. Para mi suerte ese día era noche de luna llena. Me puse de pie y fui a mi ventana a contemplarla. Estaba tan bonita, tan grande, tan brillante, pero tan solitaria.

Y por un momento me sentí identificada; ambas llenas de luz, pero sin nadie a quién poder iluminar.

***

Sentí que alguien me movía de lado a lado, yo sólo pujaba y hacía ruidos extraños. Cielos, tenía sueño, no quería despertar aún. 

—Vamos, despierta ya, que se hace tarde, tenemos que estar listos—papá vino a despertarme.

Estaba muy dormida aún, tenía bastante pereza de levantarme, así que solo me quedé acostada boca arriba viendo perdidamente hacia el techo, mentalizandome en lo que estaba por venir.

Bueno, llegó el día.


Una flor sin pétalosWhere stories live. Discover now