Día 6: "Forbidden Love"

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-Princesa Schnee, no puede seguir con esa actitud. ¿Que pensará su padre?

-Podrá tener los títulos que quiera, pero no me importa lo que diga. -su voz estaba tanto enojada como hastiada de la situación.
Era la vigésima quinta vez en dos semanas que su padre le organizaba cenas o comidas con los pretendientes para ella, pues estaba a punto de cumplir su mayoría de edad y aún no mostraba ningún interés en un compromiso.

La chica ya estaba muy aburrida de todo las charlas y sonrisas falsas de los aristócratas, pero de lo que estaba segura es que nunca habría nadie que le interesase.
Solo una persona.

Decidió entonces levantarse del comedor dónde había un conde junto su hijo, ambos pedían la mano de la heredera pero ninguno por supuesto le hacía sentir algo a la chica.
Caminó lentamente hasta su habitación, cerrando la puerta detrás de ella.
De inmediato comenzó a deshacerse de su joyería y demás accesorios.
Sabía que la vida de aristócrata estaba llena de lujos, pero ella ya estaba harta de todo eso.

Toda su vida estuvo llena de reglas y su educación fue que tenía que ser la mujer más perfecta que había.
Desde que era pequeña su horario era clase tras clase tras clase, ahora como casi heredera a la corona su rutina no había cambiado tanto entre más estudios de política y conocimientos sobre su reino.
Todo fue siempre así y más de una vez por culpa de los castigos de su padre cada vez que cometía un error la llevaron a más de una vez imaginarse dejando su vida a manos de un acantilado o solo desde saltar por su balcón.

Todos esos recuerdos pasaron por su mente mientras se cambiaba de atuendo a su camisón para prepararse para dormir.
Entonces recordó cuando fue que su vida cambió para volverse más feliz.

En uno de sus tantos paseos por el pueblo había descubierto un pequeño cachorro que le ladraba a su cochero. El hombre enfadado estuvo a punto de patear al animal de no ser porque ella se interpuso.
El pequeño cachorro le agradeció mientras ella se arrodillaba con cuidado para darle un par de mimos, la gente la miraba y parecían contentos de que a la princesa le agradaban los animales pequeñitos.
Después de cuidar al pequeño la princesa preguntaba de quién era aquel pequeño canino, pero nadie sabia responderle.
Cuando estuvo pensando para si misma que podría ser buena idea quedarse con el perrito apareció de detrás de la multitud una chica.
Weiss la había visto desde antes ahí, tomándole un poco de interés por el color tan inusual de sus ojos pero aún así no le tomó importancia porqué no se había acercado, sino que se quedó observándola desde detrás.

-Lamento no decirlo antes -empezó a hablar notoriamente nerviosa. -Ese perro es mío, su nombre es Zwei

-Oh, mis disculpas. Realmente esperaba ver a su dueño. -le entregó al cachorro en sus brazos a la avergonzada chica, aunque estaba también ligeramente decepcionada por no poder tener al pequeño perro, pero su padre tampoco la dejaría.
Se despidió de aquella chica que desde el inicio le pareció distinta, aunque antes aquella inconsciente de nombre Ruby la invitó a qué siempre que quisiera podría venir a jugar con el pequeño Zwei.
Cómo le habían enseñado, Weiss declinó la oferta y se retiró, pero estuvo más que claro que buscó la forma de aumentar sus paseos entre todas sus tareas, encontrando a la chica siempre por "casualidad".

Eso había sido hace ya casi un año y ahora estaba más que segura que no solo había encontrado una verdadera amistad, sino que también se había enamorado perdidamente de aquella plebeya.
Su padre estaba claro que nunca lo aceptaría al igual que los ministros, pero eso cambiaría.

En un inicio Weiss le había pedido a la chica que la esperase hasta que tuviera un buen momento para escapar del castillo, viviendo entonces con ella de forma más tranquila.
Ruby no le permitió eso, pues el siguiente en la fila sería su hermano y estaba más que claro que solo llevaría al reino hasta la quiebra entre guerras y ahorro de impuestos. Con eso en mente la morocha la convenció de que se quedase y llevara el reino a un lugar más próspero, además que ella no se apartaría de su lado, siendo ella la reina nadie podría dudar de su juicio con su amante.

Weiss suspiró y abrió su balcón, sintiendo la fría brisa de la noche, estaba más que claro que se acercaba una tormenta. Ella amaba cuando eso pasaba.

Mientras más fuerte fuera la tormenta Weiss ansiaba más que llegara, pero solo por una razón.

—¿Me has esperado mucho princesa? —la suave voz de la chica se escuchó a su costado. La joven pelinegra había evadido los guardias como había hecho desde el inicio de su relación.
Apenas tocó el suelo la albina la abrazó contra su pecho.
—Te extrañé hoy, odio esas cenas. —Weiss besaba suavemente las mejillas de la ojiplata.
—Pronto terminará, lo prometo —la miró a los ojos antes de besarla apasionadamente.
La morocha la empujó suavemente hasta entrar a la habitación y dejarla en la cama, bajando sus besos al cuello pálido de la heredera.

Weiss amaba las tormentas. Siempre que había tormenta podía amar sin ningún límite a su compañera sin el temor a ser escuchadas.

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Tah Dah!
Escribí esto y luego noté que el día siguiente era de princesa y caballero, así que será parecido mañana xD
Tampoco tuve tiempo de hacerlo muy largo pero la verdad me gustó mucho :0

Nos vemos en el siguiente!

White Rose Week!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora