C A P Í T U L O 1

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—Stephen.

Una voz me llamó de pronto y un lugar oscuro en su totalidad apareció ante mis ojos, generando una sensación inquietante en mi pecho.

No sabía en donde me encontraba ni la razón de ello, pero un frío extraño recorrió todo mi cuerpo hasta paralizarme en mi lugar.

Miré a mí alrededor, buscando el origen de la voz, y en ese preciso instante un par de ojos enormes se abrieron frente a mí, provocando que los latidos de mi corazón se disparasen a causa del susto; las pupilas eran oscuras y una sensación de familiaridad me embargó cuando las detallé.

Los había visto en alguna parte, pero justo ahora no tenía idea de dónde. Solo sabía que me observaban con fijeza y me dirigían una de las miradas que más odiaba en mi vida; me juzgaban.

Retrocedí asustado, pero me detuve al notar que no me alejaba de esa mirada sin importar lo mucho que lo intentase. Los ojos estaban en todas partes, detallándome.

Cerré mis propios ojos y tragué grueso mientras intentaba tranquilizarme, pero todos mis intentos fueron en vano cuando la misma voz resonó por todo el lugar.

—Stephen —repitió.

—¿Quién eres? —quise saber.

—¿Quieres saber quién soy, a pesar de no saber siquiera quién eres tú? —La burla en su voz no pasó desapercibida por mí, pero el significado de su pregunta me impactó lo suficiente como para dejarlo pasar—. ¿Por qué no te lo preguntas a ti mismo? —insistió—. ¿Quién eres?

Su pregunta me confundió, ¿acaso no lo dijo ya?

—Tú lo dijiste, soy Stephen.

—Sí, Stephen es tu nombre, pero ¿quién es Stephen?

Esa voz no tenía idea del caos mental que me estaba generando.

—Yo... soy lo que quiero —titubeé, no muy seguro de la razón por la que di esa respuesta. Después de todo, ya no estaba seguro de nada.

Un brillo extraño iluminó su mirada.

—¿Dices que tienes aspiraciones? —preguntó con sorna—. ¿Qué quieres, entonces?

—¿A qué te refieres?

—Bueno, todos tenemos sueños y anhelos imposibles de cumplir y tú debes tener varios de esos. —Mi pecho se apretó ante la visible diversión con la que la voz hablaba de mí—. Entonces, ¿qué quieres?

Mordí mi labio, ignorando el malestar, y pensé.

—Yo... quiero ser feliz —murmuré después de darle vueltas al asunto.

—¿Sabe alguien como tú lo que es la felicidad?

Mi mente rememoró todo lo que viví hasta el momento y con ello me di cuenta que no tenía idea de nada.

—N-No lo sé —me sinceré.

—Entonces, ¿por qué la buscas si no sabes lo que es?

Abrí mis ojos de golpe, me senté en la cama y miré frenéticamente a mí alrededor, tratando de localizar a los ojos que me atormentaron en el sueño. Al notar que me encontraba en la seguridad de mi habitación, respiré hondo y toqué mi pecho, en un intento por calmar la agitación en mi respiración y la rapidez de mis latidos.

Cuando logré calmarme e inspeccioné mi entorno, noté que una mancha de sudor adornaba mi camiseta y un leve temblor se apoderaba de mis manos al recordar lo que vi y escuché momentos atrás.

Suspiré con pesadez y revolví mi cabello con algo de brusquedad, tratando de disipar la angustia que el sueño generó en mi interior.

Miré el reloj en mi mesita de noche y bufé al observar que solo eran las 3:33 am. Me levanté de la cama, calcé unas deportivas y salí de mi habitación para bajar a la cocina y tomar un vaso de agua.

El dilema de Stephen [P#1]Where stories live. Discover now