C A P Í T U L O 32

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Bufé con frustración cuando el sonido insistente del teléfono seguía resonando por toda la habitación mientras intentaba colocarme la corbata de manera adecuada sin éxito.

Me rendí pasados cinco minutos sin obtener ningún resultado, peiné mi cabello hacia atrás con fastidio y me acerqué para contestar el teléfono que aún no dejaba de sonar.

—¿Qué pasa, Michael?

Hice una mueca cuando mi voz salió más enojada de lo que pretendía mientras agarraba el maletín que había comprado y colocaba los papeles que necesitaba, controlando lo mejor que podía mis movimientos para no dejar caer el teléfono que sostenía entre mi oreja y mi hombro.

No quería pagar mi frustración con él, pero estaba tan ansioso porque era mi primer día oficial de trabajo sin supervisión extrema y nada me estaba saliendo bien.

Esa mañana recibí las notas finales del semestre y frustración fue lo que recorrió todo mi cuerpo cuando descubrí que no obtuve las calificaciones que había estado esperando. El resumen semestral que obtuve en administración descansaba en mi escritorio con buenos resultados, pero no tan excelentes como sentía que podía tener.

Michael me llamó en la mañana porque no pudimos vernos en la universidad y todo lo que hicimos fue discutir.

Vamos, Stephen, un ochenta y nueve no es una mala nota.

—Es fácil para ti decirlo, noventa y dos —escupí con sarcasmo—. Para empezar, ¿cómo haces si solo estudias cuando te obligo?

Hizo un sonidito que me irritó.

En todo lo que pienso siempre es en impresionarte.

—Pues ahora te odio.

Sin necesidad de verle a la cara, supe que estaba haciendo un puchero y ese pensamiento me hizo sonreír.

Mientes.

Suspiré.

Además, saliste mejor que yo en Contabilidad III y en Estado y Finanzas.

—Bueno, pero también quería salir mejor en Microeconomía.

No seas caprichoso.

Luego de aquello tuve que colgar para preparar mi almuerzo y ahora el maldito sonido del teléfono no me dejaba concentrar.

¿Mal momento?

Suspiré.

—No, lo siento, es solo que estoy un poco estresado. —Dejé el maletín de lado y me senté sobre la cama para mirar mi reloj de muñeca y notar que aún me quedaba media hora para llegar al trabajo—. ¿Ocurrió algo?

No, solo llamaba para saber si querías salir a pasar el rato.

Cerré mis párpados con fuerza y me tiré de espaldas a la cama para cubrir mis ojos con el antebrazo y tomar una profunda respiración.

—Lo siento, Michael, no puedo salir hoy. —Mordí el interior de mi mejilla, sintiéndome culpable por dejarle de lado—. En unos minutos entro al trabajo y-

Hey, está bien, tranquilo. —Carraspeó—. ¿Quieres que te lleve al trabajo? No quiero ser invasivo, pero es que ya estaba aquí afuera con la esperanza de que aceptaras salir.

Una sonrisa se extendió por mis labios ante sus palabras.

—Ojo, pero sin ser invasivo.

Ay, cállate.

Solté una pequeña risa, me levanté con rapidez, me miré en el espejo para peinarme el cabello y tomé el maletín para salir y bajar las escaleras con prisa. Colgué la llamada justo antes de abrir la puerta y encontrar a Michael apoyado a un costado de su carro con el teléfono aun en su oreja. Lo bajó para guardarlo en el bolsillo y extendió su sonrisa cuando me vio acercarme.

El dilema de Stephen [P#1]Where stories live. Discover now