19 de julio de 2003

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«Las lágrimas solo sirven para lubricar los ojos. No existe razón real para que las glándulas lagrimales produzcan un exceso de lágrimas a instancias de las emociones.» Insurgente: Veronica Roth


Las temperaturas alzándose a medida que el sol se mueve hacia lo alto del cielo. Los estudiantes en sus clases. Las manecillas del reloj avanzando tortuosamente lentas. Silencio en el patio de la escuela primaria de Odaiba. Suave brisa veraniega que arrastra consigo las hojas de los árboles y levanta susurros cálidos y secretos.

Cuando la aguja más larga llega al doce, suena la última campanada. Del día y de la jornada.

Acaban de comenzar las vacaciones de verano.

—¿Te espero? —Le pregunta Takeru a Hikari, sonriéndole con esa sonrisa de perfecto idiota con la que siempre le sonríe a ella.

A ella. A Hikari Yagami.

Daisuke mira desde el banco de atrás con la sangre hirviéndole en las venas y el ceño fruncido.

Ese día, Yagami lleva puesto un pantalón vaquero celeste claro largo hasta las rodillas, zapatillas de paseo grises sin calcetines y una camiseta de mangas cortas de ese mismo color, con la huella rosa de un gato cosida a la altura del corazón.

—No, está bien.

Daisuke cierra el puño derecho en señal de victoria. Si Hikari vuelve sola, él tendrá oportunidad de interceptarla y decirle lo que hace ya más de un año quiere, aunque sea un secreto a gritos. Tiene que hacerlo. Tomar el valor que heredó de Taichi y expresar sus obvios sentimientos.

»Volveré con mi hermano.

La desilusión se le refleja en el rostro, y afloja los músculos de la mano que acaba de cerrar. Puede notar cómo la boca se le abre un poco, y la cierra de golpe, chocándose sonoramente los dientes inferiores con los superiores.

—Mh, de acuerdo. Entonces, nos veremos otro día. Que pases unas buenas vacaciones.

—También tú, T-K. Nos vemos.

—Adiós, Daisuke —. Cuando el rubio pasa por delante de él, lo saluda en voz baja y también con la mano. El pelirrojo se obliga a tragar saliva y le hace un gesto vago mientras ve cómo Hikari termina de guardar sus cosas en la mochila marrón.

—Hikari... —Se pone en pie cuando la chica se da vuelta. Ella se sorprende un poco y da un pequeño paso hacia atrás; parece no haberse dado cuenta de que no está sola en el salón.

—Ah, Davis. No te había visto —. Le sonríe, aunque la alegría no se refleja en sus ojos ambarinos que siempre le han parecido la cosa más impresionantemente dulce y encantadora del mundo.

—Quería decirte algo.

Si espera demasiado, probablemente acabe haciéndose pequeño y la cobardía se apodere de él.

«Es hoy o nunca» se dice, envalentonándose nuevamente.

Han pasado ya tres meses desde que le juró a Takaishi que le pediría a Kari ser su novia muy pronto, y hasta entonces no había tenido la oportunidad —o más bien las agallas— de hacerlo.

—¿Ah, sí? —Da un paso hacia la puerta del salón y se detiene, como indicándole que vayan juntos. Daisuke salva la distancia que los separa de una zancada y se pone a su izquierda, asintiendo exageradamente con la cabeza. Sin embargo, recorren el camino hasta la puerta principal en silencio.

»¿Y qué querías decirme? —pregunta finalmente ella, una vez se hallan frente a la puerta vidriada.

Daisuke cierra y abre repetidas veces las dos manos, clavándose durante algunos instantes las uñas en las palmas.

La eterna lucha entre la luz y la oscuridad: ExtrasWhere stories live. Discover now