Capítulo dos

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𖡼Capítulo dos𖡼
Flor

Quedé mirando fijo a la Josefina, que tenía la cara roja de lo enojada que se estaba y, apretaba tan fuerte los puños a los costados de su cuerpo, que sus manos se llegaron a poner pálidas.

—¿Pa' qué me trajiste a esta hueá de circo de familia perfecta?

—Josefina, siéntate.—su mamá habló entre dientes, mientras le dedicaba una mirada de reproche.

La Josefina miró al tío Daniel y escupió.—Usted nunca va a reemplazar a mi papá, que más encima...—miró ahora a su mamá.—Se fue por tu culpa.

—No quiero hacer eso, Josefina—dijo el tío Daniel, tratando de aliviar un poquito el ambiente.—Yo sé que jamás voy a reemplazar a tu papá.

—Entonces no te cases con mi mamá.

—¡Josefina!—gritó su mamá y se levantó de la mesa, para luego agarrarla del brazo e intentar llevársela a otro lado, pero la Josefina no cedió.

—¡Suéltame!—se soltó del agarre de su mamá y la miró mal.—Disculpen, pero yo nunca voy a sentirme feliz por esto.

Dicho eso, salió de la casa dando el medio portazo. Me quedé mirando hacia la puerta con la boca entreabierta y sentí la necesidad de ir tras ella.

—Y de repente se puso interesante esta casa.—habló el hermano de la Mía, mientras miraba con una sonrisa distante al tío Daniel.

—Cállate, Federico.—le dijo la Mía y le pegó una patada por debajo de la mesa.—No hagai show tú también.

Me levanté de la mesa y sentí todas las miradas sobre mí, hasta que mi mamá habló:

—¿Dónde vai, Flor?

—Con la Mía vamos a ir a buscarla.

—¿Qué?—la Mía hizo una mueca de disgusto y negó.—No, Flor, yo ya tengo calientita la silla.

La miré y ladee la cabeza, provocando que ella suspirara rendida:

—Ya, bueno.

Salimos rápido de la casa y nos pusimos a buscar a la Josefina, que no se veía por ningún lado. Igual, se nos dificultaba caleta el hecho de que no había mucha luz y teníamos súper cerca un bosque.

—¿Dónde te escondiste?—habló la Mía, alzando un poco la voz.—Sale po', que tengo frío.

Vi una sombra pasar por los árboles y, entre las dos nos quedamos mirando con cautela.—Ahí debe estar.

—Hueona, debe ser el Tué-Tué esa hueá.—la Mía me abrazó por la espalda.

—Anda, Mía.

—¿Anda?—se rió mi mejor amiga.—Corrección, vamos. Si tú quisiste venir a buscarla, Flor.

La Mía me agarró del brazo y empezó a caminar en esa dirección, mientras se quejaba.

—Ya, Josefina, deja de huebiar que tengo hambre.—dijo antes de rodear el árbol donde habíamos visto la sombra.

Efectivamente la Josefina estaba ahí, llorando.

—¿Qué hueá quieren?—nos preguntó de mala gana.—Ya pasé bastante vergüenza como pa' que se vengan a reír de mí.

—Te vinimos a buscar.—le sonreí con tranquilidad y ella me miró confundida.

—¿Por qué?—se limpió las lágrimas con la manga del poleron y centró toda su atención en nosotras.

—No sé, está loca.

Me equivoqué contigo [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora