𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐮𝐧𝐨.

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El capitán y su barco.

"No llores, pequeño JiMin. Tus lágrimas atraerán al monstruo. Querrá llevarte consigo, y ahí, en la isla de sus juegos, te dará fin".

Podía sentir el cristal incrustado en sus brazos, piernas, torso. Gritaba, pero, ¿qué tanto debía hacerlo para que el dolor se detuviera?

Pude ver su propia sangre en el piso, en las paredes, en sus manos y en su ropa. Toda producto de las cortadas que le habían causado aquella botella de cristal que su hermano había estrellado contra él.

Sus gritos no cesaron ni cuando el mayor ejerció fuerza sobre su boca para que se callase. Su rostro chocaba contra el suelo al tener la cabeza aplastada con la gruesa y sucia bota del hombre que se erguía sobre él.

Kim TaeHyung se llamaba, de veintidós años de edad y cinco con alcohol infectando su sistema. Tenía un cigarrillo entre los labios y con sus manos nerviosas rebuscaba entre sus bolsillos hasta dar con el encendedor que siempre portaba.

Park JiMin, el menor de los dos con ocho años, emitió un fuerte quejido de dolor que logró llamar la atención del errático muchacho que temblaba en aquel viejo sofá, con un pie sobre la cabeza del niño y con el otro en un frenético vaivén que dejaba ver su poca paciencia.

—¡Cállate, mierda! —Giró el pie con fuerza, infringiendo más dolor en el pequeño mientras intentaba generar algo de fuego con el encendedor. —Sino fuera por ti y tus estúpidos juegos, aún podría disfrutar de mi delicioso Bacardí —El niño, al borde de la inconsciencia, seguía lloriqueando mientras recitaba en voz alta aquellas palabras mágicas que le había enseñado su fiel amigo. —¿Qué mierda estás diciendo ahora, basura? ¿es acaso algo de todas esas mierdas que te metió la puta de tu madre en la cabeza? —Dijo, haciendo referencia a los cuentos e historias que esta le contaba cada noche al niño. —Quién lo diría, murió como la maldita sabandija que era, y todo por tu culpa. —Sonrió de medio lado, echando una mirada hacia el niño que lo veía desde abajo. —Tú la mataste. —Concluyó con una risotada infernal mientras le daba una calada al cigarrillo.

—No fue mi culpa, Tae —Logró formular entre sollozos. —Yoon, él me dijo que no fue mi culpa —Al escuchar la mención del susodicho, el mayor dejó de ejercer fuerza sobre el cuerpo del niño, a lo que este siguió hablando sin moverse demasiado.
—Él dijo... — El pequeño de cabellos color chocolate intentó hablar entre las lágrimas y su entrecortada respiración. —que tú eras malo para mí.

Con furia, TaeHyung le dio una fuerte patada al niño, que ahogó un grito e intentó levantarse sin tener mucho éxito.
—¡Cállate! ¡Tú no lo sabes! ¡Tú no sabes nada! —El mayor siguió gritando y profiriendo insultos, al intentar darle un puñetazo a la pared de la impotencia, cayó al suelo.

—Mierda —Exclamó al intentar sostenerse. Se había cortado la mano con un gran fragmento de vidrio de los tantos que había regados por el piso de madera, de ahí salía un pequeño hilillo de sangre que se perdió entre los pequeños charcos de alcohol esparcidos por el suelo.

Escuchó a su pequeño hermano bramar por el nombre de aquel que aparecía en sus sueños más dulces. Se levantó como pudo con la respiración errática y apretó los puños.

El niño, oculto bajo la mesa del comedor con anterioridad, fue sustraído de su escondite por aquella bestia, que lo levantó en el aire de un brazo y lo empujó contra la pared más cercana.

JiMin abrió los ojos en grande cuando vio lo que su hermano empuñaba en la mano; una botella rota de verde cristal. —¡YoonGi! —Llamó entre súplicas.

—¡Cállate! ¡cállate, mierda! Tu estúpido amigo imaginario no existe, madura de una maldita vez, imbécil.—sujetó al infante por el cuello, importándole poco las lágrimas que caían por su propio rostro. —Quiero oír que lo digas, repítelo.

JiMin guardó silencio mientras negaba. Se estaba ahogando con su propia saliva y sangre corría por su nariz. —Tae, por favor —Suplicó.

—Repítelo —TaeHyung susurró— ¡Vamos, JiMin, repítelo! —Gritó en el oído de su hermano, el cual se retorció tratando de hacerse más pequeño, o quizás, desaparecer —Repítelo —Escupió, mientras sujetaba con fuerza la mandíbula del contrario. Colocó el trozo de cristal contra la suave piel del menor.

—¡No! —Gritó el pequeño. —¡Mentir es malo! ¡YoonGi es real! —Cerró los ojos en un desesperado intento de dejar de ver esa realidad que tanto le pertenecía.

—YoonGi-no-existe —Pronunció el mayor de manera lenta, mientras apretaba con más fuerza la cara de el niño con su grande y áspera mano. —Repítelo.

JiMin cerró los ojos con fuerza y lanzó un fuerte alarido al sentir el cristal introducirse con fuerza en la piel desnuda de su cuello.

—¡Repítelo, mierda! —Se acercó a su rostro a tal punto en el que sus respiraciones chocaban. A JiMin le pareció que estaba echando humo por la boca, casi podía asegurarlo.

—¡No! —Empujó con todas sus fuerzas al borracho frente a sí, logrando que, por su poca coordinación, cayera al suelo de espaldas, maldiciendo y golpeándose la cabeza contra el suelo.

El niño observó a su hermano inerte, pero no se quedó más tiempo ahí para averiguar si podía levantarse. Corrió hacia la única habitación en aquella pequeña casa y cerró la puerta con pestillo.

JiMin se acercó a la ventana, que tenía el marco de madera roto y astillado. Pasó sus pequeños dedos por aquella superficie mientras admiraba el brillo de la luna. Desde ese punto el firmamento lucía como un gran mar de espumosas olas que arremetían contra él en espirales. Su imaginación viajó un poco más, pensando en lo tanto que se asemejaban los chirridos de la vieja calefacción y la madera de las paredes con el chirrido producto de un viejo barco de madera oscura y mohosa.

Sonrió cuando sus párpados comenzaron a pesarle y escuchó el ligero rugido del viento susurrarle. No sabía lo que decía, pero podía apostar que presagiaba cosas buenas.

Un suave "Dime, Park JiMin, ¿qué es Romeo sin Julieta? ¿qué soy yo sin tu presencia?", que podía confundirse fácilmente con el ruido de las ligeras hojas de algún cercano roble bastó para que abriera los ojos de golpe e intentara palpar algo en la fría oscuridad de la habitación.

Entonces tocó con suavidad los delgados labios de la persona que tanto esperaba y soltó una pequeña y silenciosa risa cuando sintió un pequeño beso en sus pequeñas falanges.

—Hola, YoonGi —Pronunció con lo que parecía ser un ligero suspiro enamoradizo.

Silencio, eso fue lo que escuchó por unos largos segundos.

—Hola, Park JiMin —Contestó al fin. Para el menor aquellas palabras fueron como sentir una ligera tormenta de nieve en pleno verano.

Una que duraría días, meses y años.

猿 || 𝐍𝐞𝐯𝐞𝐫𝐥𝐚𝐧𝐝 || 𝐘𝐌 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora