El día que me acerqué a ti (siendo un gato)

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A D V E R T E N C I A: Primero que nada, este escrito está basado en la película Nakitai Watashi wa Neko o Kaburu, que es de Netflix. Por lo que posiblemente si no la has visto, te hagas spoilers. Sin más, disfrute.

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El poder ser un gato, significaba ciertamente, libertad. Lo descubrí la primera vez que adquirí la máscara por aquel extraño vendedor —el cuál daba mala espina—, cuando fui al festival de verano cuando tenía 6 años.

Al principio no creía mucho en sus palabras respecto al tema de que ser un gato era mucho mejor que ser un humano. Y cuando me convertí en gato, uno de pelaje azabache y ojos ojos grises, la primera vez quedé sorprendido; únicamente debía dar una voltereta y podía adquirir esta forma o regresar a mi yo original. O eso fue lo que entendí.

Aunque solamente la usaba cuando estaba aburrido y deseaba pasear o esclarecer mis pensamientos. Incluso cuando las situaciones eran demasiado para mí; como la muerte de mi padre, por ejemplo, y el nuevo matrimonio de mi madre con un hombre de nombre Yuugo.

Y, sin embargo, ser gato, pero sobre todo, macho. Implicaba evitar a las hembras u otros machos, más cuando era la época de celo; ¡El hecho de que pudiera ser un gato en esos momentos no significaba aparearme con uno! ¡Asco!

Y en una de esas veces, me topé con ella. Siendo nuestro encuentro, algo inesperado; había lágrimas en sus ojos y rastros de ellas, cuando la encontré. Ella me miró con sorpresa.

No era asunto mío lo que le pasaba, y tampoco tenía interés alguno. Pero, entendía perfectamente lo que era llorar a solas sin consuelo o apoyo. Tal vez por eso no me fui y me acerqué a ella en silencio, acurrucándome a su lado, en muestra de apoyo; y luego sentí sus dedos —tímidos—, acariciándome, haciéndome ronronear.

Ahhhhh, eso era realmente vergonzoso porque no era un gato de verdad. Sólo un chico que con una máscara podía ser uno.

— ¿Sabes? A veces me pregunto si mi abuelo se irá un día de estos — me habló, con voz calmada. Y yo únicamente la escuchaba (porque era un gato, y los gatos no hablan, obvio), mientras me acariciaba el lomo —. Sé que es algo natural en el ciclo de la vida, pero... No puedo evitar tener miedo de perderlo y... Quedarme sola.

Yo entendía a la perfección ese sentimiento. Tanto que, dolía recordar; cerré los ojos un momento, meditando sobre lo que iba a hacer y la decisión que tomaría a partir de entonces.

Abrió mis ojos, y me levanté, para apoyar mis patas en su pecho, maullarle, y cuando ella bajó su mirada a mí, rocé mi nariz con su mejilla. Me alegré y sonreír internamente al ver y escuchar su risa.

Yo sería su protector, su apoyo. Brindarle lo que no pude tener.

Y así fue como el convertirse en gato, tuvo más significado que antes; llegaba de la escuela, y rápidamente subía a mi recámara —mi mamá y aquel viejo trabajaban hasta tarde—, buscaba la máscara de gato y al dar una voltereta, aquel gato azabache aparecía.

Al principio fue difícil encontrar o ubicar la casa de ella, Emma. Pero conforme pasó el tiempo, aprendí la dirección; y cuando llegaba a aquella rústica casa, y me posicionaba en la ventana de su cuarto, ya sea maullando o rascando... Sabía que valía la pena cuando...

Ella abría la ventana con una sonrisa y —. ¡Kuro! ¡Viniste!

Ah, sí, este alterego mío se llamaba así. Era un nombre simple, pero si a ella le gustaba, estaba bien.

Me sostuvo entre sus manos y pasó su nariz por mi cabeza, oliendo. Algo que me avergonzaba que hiciera, pero sobre todo —. Hueles como la luna — sus palabras.

Hacía lo que cualquier gato haría. Hacerle compañía, escucharla —y aunque ella creía que no le entendía en absoluto, era todo lo contrario—, jugar con ella, dejar que me acaricie, aceptar su comida —agradecía que no fuese comida de gato y también, que sea comida del abuelo y no suya—, y a veces dormir a su lado; no acostumbraba mucho hacer lo último debido a que yo tenía que regresar a mi casa, o mi mamá o Yuugo se enterarían de mi ausencia.

Por ello, cuando debía irme y ella yacía dormida en su cama, a veces la contemplaba unos momentos. Estaba satisfecho al verla dormir tranquila y sin preocupaciones, y verla sonreír entre suyos, nombrando a mi versión gatuna; no solía ser afectivo, y menos siendo Ray, pero... Kuro era quién podía mostrarle afecto de vez en cuando, como restregarse contra ella, lamerle la mejilla, dejarse acariciar o buscar alguna caricia suya o ronronear.

Cuando volvía de su casa, y entraba por la ventana de mi cuarto, daba la voltereta y guardaba la máscara con cuidado para luego tenderme en el piso de madera de mi habitación y ver —sin realmente ver— el techo.

Cuestionaba mis acciones. Si en un principio decidí ser su protector y apoyo, algo parecido a un amigo... Ahora podía notar que mis intenciones ya no eran meramente de amistad.

— Ah... A mí me gusta Emma — lo admití para mí mismo en la soledad de mi habitación. Y terminé cubriendo mi rostro con ambas manos al sentir lo caliente de mis mejillas —. Esto está mal.

Emma no conocía en absoluto a Ray, solamente a Kuro. Y no creía que le hiciera gracia que yo conociera todo de ella, no sin parecer un pervertido o un acosador; definitivamente, esto no estaba bien.

Pero las cosas parece que se me salieron de las manos cuando, a la mañana siguiente, en la escuela...

— Ella será su nueva compañera de clase, Emma. Por favor, trátenla bien.

Las ganas de huir, siendo Ray o Kuro estaban ahí. Muy fuertemente ahí.

-Traumada Taisho

Esta es la parte 1. Ojalá les guste.

Tiempo contigo  [Ray/Emma]Where stories live. Discover now