Sail to the moon

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Si tuviera que meterlo en la línea temporal del libro, sucedería después de la primera escena en la que todo es gay con estrellas y antes de navidad.

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Baz no podía dormir. La caminata nocturna a las catacumbas lo desveló por completo. Se giró en la cama y tiró de la frazada, dándole la espalda al caótico ángel que dormía a unos pocos metros de él. Podía invocar hechizos a diestra y siniestra pero no era capaz de conciliar un par de horas de sueño. Estiró las piernas y volvió a girarse.

Vio que Simon se levantaba y se escabullía hacia él. Se detuvo al pie de la cama, dubitativo. Tal vez pensara que estaba dormido. Baz siempre tenía la ventaja en la oscuridad. Le dio tiempo para que hiciera lo que tuviera que hacer, pero era una pérdida de tiempo porque Simon nunca sabe exactamente qué hacer. Se mantuvo allí, confuso, estático, al lado suyo.

― Tengo que admitir que es bastante perturbador que me observes durante las noches ―se burló, complacido al ver el respingo que daba por la sorpresa.

Simon hizo una mueca rápida de disgusto, pero tomó aquel comentario como luz verde para fastidiar. Se arrodilló en el colchón, buscando a tientas a Baz, quien trató de alejarse por instinto.

― ¿Qué estás haciendo?

― Vamos a hacerlo de nuevo.

― ¿Hacer qué? ―respondió con voz ácida.

No lo quería donde dormía, no lo quería en su espacio personal y, principalmente, no quería quererlo. Pegó la espalda a la pared, los pies enredados entre las sábanas y su compañero de piso. Simon se negaba a alejarse, porque era un idiota tenaz.

― La cosa de magia.

― ¿Qué cosa de magia? ―inquirió con indignación.

Sabía perfectamente a qué se refería. Lo que no podía creer era que El Elegido se refiriera a un intercambio increíble de magia como "la cosa".

Era Simon. No podía hacer más que refunfuñar y aceptar su presencia.

― Lo de...

― ¡Ya sé qué cosa! ―espetó.

No podía negar que la idea de estar lleno de magia lo seducía enormemente. La cercanía con la persona que la cual estaba enamorado era un buen plus. No obstante, que el imbécil supiera que tenía las mismas ganas de... de hacer la cosa, no era una buena idea. Siempre estaría en ventaja si lograba ocultarle cualquier sentimiento que tuviera.

― No molestes.

Esa fue su extraña afirmación final. Se arrastró con disimulo hacia Simon y le permitió arrimarse. Él tomó sus manos, siempre cálidas, como si fuese una estrella dormida en el corazón de un niño.

― Canta ― lo animó Simon en un susurro.

Iba a contestar de mala manera, pero fue cortado por el flujo de magia que entraba por la punta de sus dedos y se extendía despacito por sus brazos, abrazando cada una de sus venas, exaltando la sangre que consumió hace unas horas antes.

I sucked the moon... I spoke too soon...

Las canciones de cuna eran sin duda las más poderosas; una rima, un trabalenguas, cualquier frase repetitiva hubiera sido más poderosa que una simple canción. Pero no lo pensó. Simon le dijo que cantara, así que cantó. La magia le cosquilleaba los hombros y le danzaba por la clavícula para enredarse con fuerza en su pecho. De allí estallaba hacia todas partes, envolviendo cada uno de sus músculos, nervios y huesos hasta dejar desnuda su mente.

Sail to the moonWhere stories live. Discover now