CAPÍTULO TREINTA Y SEIS

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JULIANA
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Decidí que, si alguna vez hubiera un momento para hacer algo sobre Catalina, era ahora, y fue con ese pensamiento en mente que llamé a Leticia. Ella respondió después de unos momentos y yo sostuve la respiración por un golpe antes de decir, —Leticia, es Juliana.

Había ensayado mi discurso un millón de veces y sonaba más tonto cada vez que lo recitaba, así que apreté los ojos y esperaba lo mejor. Estaba sentada en la oficina más increíble de Manhattan, una oficina que rivalizaba con hombres ricos en Wall Street. Era muy buena en mi trabajo. También era una buena madre, hermana, hija y novia. No había nada que Leticia pudiera decir que quitara de cualquiera de mis logros. Esas eran las cosas que me recordaba.

—Juliana?— Podía oír la confusión en su voz. —¿Está todo bien? ¿Cómo están tus padres? ¿Federico? Escuché que tuvo un accidente.

—Están bien. Todo el mundo está bien. Llamo por Valentina.

—Oh. ¿Qué hay ella? —Su tono helado repentino me dio una pausa.

—No eres consciente de esto porque no te ha hablado—, comencé, —pero tiene un hijo. Conmigo. Y sé que eres la fan número uno de Catalina, pero pensé en llamarte y hacerte saber que no se le permite acercarse a mi hijo, y tampoco nadie que me desee daño o mal a mí, a él o a Valentina.

—Yo ... ¿un hijo? — ella susurró. —¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Qué edad tiene?

—Está pronto a cumplir cuatro.

—Un hijo de cuatro años, ¿y sólo hasta ahora estoy oyendo hablar de esto?—, preguntó, su voz cada vez más fuerte.

—Como dije, no lo quiero cerca de nadie que nos desee daño.

—Nunca te he deseado daño.

—No, sólo deseabas que me fuera para que tu hija pudiera estar con la perra malvada con la que se casó.

—Era lo correcto para ella—, dijo. —Catalina entendió lo que se esperaba de ella.

—Catalina es un ser humano repugnante que ha puesto a Valentina en el escurridor con este divorcio. También apareció en la guardería de mi hijo y le asustó la luz del día. Esta es una llamada de cortesía. Si no puedes encontrarte conmigo a mitad de camino, asumiré que no quieres tener nada que ver con tu nieto. Para que conste, no me importa de una manera u otra. Por lo que a mí respecta, tiene más que suficiente amor en su vida.

—¿Sabe León?

Rodé mis ojos justo cuando Renata entró en mi oficina con una carpeta en la mano y una enorme sonrisa en su cara.

Telas Medellín han firmado, dijo moviendo sus labios en un leve susurro con un pulgar hacia arriba. Mi sonrisa era amplia, ya que devolví su pulgar hacia arriba con entusiasmo.

—León lo sabe.

—¿Se lo dijo a su padre?— Leticia susurró.

—Por lo que entiendo, tenías una opción: tu hija o Catalina, y elegiste mal. Fue agradable ponerse al día. Tengo que irme. Tengo mucho trabajo que hacer hoy.

Colgué antes de que pudiera hablar otra vez.

Más tarde esa noche, cuando Valentina vino, le dije lo que había hecho. Me miró fijamente desde el otro lado de la isla de la cocina.

—¿Cómo conseguiste su número de teléfono?

—Sam.

Todavía estaba con la boca abierta. —Por supuesto. Bueno, ¿qué dijo?

—Yo colgué, le colgué a ella.

—¿Tú le colgaste a mi madre?

Me encogí de hombros. —Fue algo impulsivo, lo sé.

—Esa es una manera de decirlo.— Se rio. —Eso explicaría las cinco llamadas telefónicas que recibí e ignoré de ella hoy. No he escuchado los mensajes de voz que dejó, pero sólo puedo suponer que van a ser muy interesantes—. Se acercó y puso su mano sobre la mía. —Catalina llamó hoy.

Le apreté la mano por instinto . —¿Y?

—Ella se disculpó. También dijo que esperaba que yo estuviera feliz con mi "novia loca de remate"—, haciendo las comillas en el aire. La forma en que dijo me hizo reír.

—Eso no suena como un gran insulto viniendo de ella.

Se burló. —Está la locura y luego está Catalina.

—Correcto.— Nos quedamos calladas un momento antes de preguntar: —¿Crees que nos dejará en paz?

—Sí. La verdad le creo. También me dijo que me disculpara con ustedes en su nombre.

—Eso no lo creo.

—¿Por qué mentiría?— Caminó alrededor de la isla, se paró detrás de mí, y envolvió sus brazos alrededor de mí, metiendo su cara en mi cuello.

—Presenté una petición para un cambio de nombre—, le dije, —para Milo.

Valentina se detuvo, giró mi silla para enfrentarla, y me buscó los ojos. —¿En serio?

—En serio.— Sonreí, levantando mi mano para tomar ese cabello de color claro que me volvía loca.. —Debe tener el apellido de su madre, ¿no crees? Mantener el nombre de la familia Carvajal y todo eso.

Sus ojos se llenaron con lágrimas sin derramar mientras asintió con la cabeza. —Gracias.— Volvió a envolver sus brazos alrededor de mí, aplastándome a ella. —Gracias por esto. ¿Qué te parecería Carvajal-Valdés?, Milo es de nosotras dos ¿no?

Me sorprendió. —Me gusta y se que Milo también lo hará. — Y le llené de besos la cara.

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Mañana final de la historia...
Gracias por leer esta historia, y sus comentarios!

Mi Camino de Regreso a Ti - JuliantinaWhere stories live. Discover now