~XVI~

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Deborah mantuvo vigilada a Hermione el resto del día.

Observó desde lejos como Ron y Harry entraron a la enfermería y se conmocionaron al ver así a su amiga.

El pelirrojo parecía apunto de echarse a llorar, mientras que Harry no podía apartar la mirada de la pequeña.

Un tiempo después, los dos chicos se fueron y entraron los pelirrojos restantes.

Los gemelos y Ginny se dirigieron a la camilla de Hermione, mientras que el mayor de todos fue a ver a la chica a la que habían petrificado junto a ella.

Deborah supuso que era su amiga o su novia.

Cuando los gemelos se fueron asintieron con la cabeza en su dirección, gesto que ella les devolvió.

También vio como los padres de ambas chicas llegaron aterrados haciéndole miles de preguntas a Pomfrey.

Sinceramente Debbie no entendía por que no habían sacado a sus hijas de la escuela en el momento en el que se supo la noticia de la cámara de los secretos.

O el año pasado, cuando se supo que un profesor llevaba a Voldemort en la cabeza.

Cuando los padres se fueron llegó Corvus.

Se sentó a su lado y ella procedió a sacar un libro mientras que el chico observaba el nuevo panorama de la enfermería.

Aterrador.

Eran en momentos como esos, que hacían a Corvus pensar.

Y lo odiaba.

Al ver a todas esas personas petrificadas se preguntaba si de verdad se lo merecían.

Miraba el cuerpo petrificado de Edmund e intentaba ver las diferencias entre ellos, lo que había provocado que le petrificaran en lugar de a él. No veía ninguna y eso le aterraba.

Le aterraba pensar que todo lo que le habían enseñado, que la causa por la que su madre y su padre habían ido a Azkaban y este último había muerto allí era absurda.

Le aterraba estar en desacuerdo con Lucius y Narcissa, las personas que le habían acogido y cuidado.

Ese día se fue antes de la enfermería, pues estaba algo mareado.

Prefería no tener que pensar en todo eso, pues sabía que pronto no le quedaría más opción que escoger bando, y no se sentía preparado para eso.

Cuando llegó a la sala común esta estaba prácticamente vacía.

Se sentó en un sofá y enterró la cabeza en las manos, maldiciendo a sus padres, Voldemort, los muggles y al idiota que había abierto la puta cámara de los secretos.

-¿Corvus?

El nombrado se tensó al escuchar la voz de su primo pequeño, no estaba de humor para peleas.

Pero se sorprendió. Ya que al alzar el rostro y observar a Draco este no llevaba su expresión habitual de soberbia.

Más bien parecía un chiquillo asustado, así que, tomando aire, Corvus le indicó que se sentara junto a él.

Draco hizo caso y tomó asiento junto a su primo.

Un silencio tenso se instaló entre ambos, pues ninguno sabía bien como empezar.

-Sé que sigues siendo amigo de Potter y de el sangre sucia.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Corvus, recordando los chantajes que anteriormente había sufrido por parte de el rubio.

Pero como bien le habían enseñado, puso su mejor cara de poker y le encaró.

-¿Qué te hace pensar eso?

El más pequeño rodó los ojos.

-No te hagas el tonto conmigo Corvus, nos hemos criado juntos. Sé que vas a verle a la enfermería cuando piensas que nadie se da cuenta, a ese sangre sucia.

Corvus sintió el impulso de mandarle callar al escuchar sus últimas palabras, pero lo reprimió, apretando fuerte sus puños.

-Si así fuera, no tienes ninguna prueba de lo que dices.

Su voz gélida no causó efecto alguno en su primo, quien le miró exasperado.

-No se lo diré a nadie Corvus. Sigue sin gustarme que te juntes con ellos, pero Potter no es tan mala y Pevensie... Por lo menos es un Slytherin.

Tras unos segundos de silencio Corvus contestó.

-¿Qué te ha hecho cambiar de opinión?

El rubio negó con la cabeza y se levantó repentinamente, retomando su actitud de niño irritante.

-Eso no importa, da gracias que no e lo digo a padre.

Corvus se levantó y le miró unos segundos para luego asentir con la cabeza y subir a su habitación.

Potter-Black Where stories live. Discover now