~XVIII~

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Regulus Black y Deborah Potter entraron por la puerta de Grimund Place.

Ambos venían de visitar al amigo de Deborah, Edmund y a su familia.

Cuando Debbie le propuso ir a cenar con aquella familia a Regulus no le pareció una buena idea.

Recordaba a Dylan Pevensie de sus años en Hogwarts, aquel chico de Hufflepuff que siempre salía en defensa de los hijos de muggles con los que sus amigos se metían, sin pensar en lo que le podía ocurrir a él.

Él nunca se metió con Dylan ni con nadie cercano a él, era más de observar lo que hacían sus amigos, sin intervenir.

Cuando el Hufflepuff les recibió a ambos con un caluroso abrazo y bromeó sobre la forma en la que Debbie y él se habían tensado con la muestra de afecto él se sorprendió. No es que esperara que el hombre le maldijera allí, pero tampoco vio venir la amabilidad.

La mesa era mucho más animada que en su casa, todos hablaban sin parar, al parecer era algo de familia. Regulus agradecía que la hija mayor estuviera en Estados Unidos estudiando, porque ya tenía bastante con los otros tres hermanos y el padre.

El mayor de todos, Peter, comentaba sin parar como le iba en su curso de aurores, mientras que la otra niña, Lucy, le hablaba a Regulus de los elfos de Hogwarts. Lo cierto era que ese tema no le desagradaba, siempre había sentido gratitud hacia los elfos, por lo que se dedicó a escuchar todo lo que la adorable niña tenía que decir.

Y por último estaba Edmund, quien parloteaba sobre cualquier tontería mientras que Debbie asentía con la cabeza y añadía algún que otro comentario.

La cena resultó siendo tan divertida como cansada.

Por eso cuando llegaron Debbie se fue directa a la cama.

Regulus subió a paso lento a su habitación y una vez allí abrió uno de los cajones.

De este sacó el anillo de James Potter, aún atado a aquel cordel que le dio a la niña.

Recordaba perfectamente como Debbie se lo entregó a los 8 años y le pidió que lo ocultara, pues le ponía triste mirarlo. Regulus se negó en un inicio, pero acabó cediendo ante las súplicas de la pequeña.

Y así ese anillo acabó en su cajón, provocando que todas las noches lo mirara y reviviera ese sentimiento de culpabilidad que nacía en su pecho frecuentemente.

Cuando miraba ese anillo no podía evitar recordar a James Potter, ese chico al que tanto había odiado por ser el buen hermano que el no fue para Sirius, aquel chico bromista siempre le pareció alguien intocable y ahora él estaba intentado criar a su hija.

En ocasiones le aterraba pensar como podría estar metiendo la pata con Deborah. Esa chica se había convertido en su motivo para levantarse por las mañanas, pero era un Black después de todo, criado por una de las mujeres más crueles que había conocido y eso le aterraba, no quería ser como su madre, ni como su padre.

Andromeda solía decirle que no se preocupara por esas cosas, que a Debbie nunca le molestó su falta de afecto físico, que le quería igualmente, pero por las noches, contemplando el anillo y pensando en todas las vidas que se habían perdido no podía evitar sentirse abrumado.

***

Al día siguiente, cuando Regulus bajó a la cocina se encontró con Deborah desayunando mientras charlaba con Krecher.

-Buenos días Deborah.

La chica le miró y bostezó, aún algo dormida.

-Buenos días Reg.

El nombrado dejó salir una pequeña sonrisa al escuchar el apodo que ella había usado y se sentó en la mesa.

Bebió un sorbo de su taza de café, la cual Krecher le había alcanzado y se dispuso mirar el profeta.

La taza llena de café cayó al suelo mientras que el periódico se le resbaló posándose en la mesa.

Debbie se sobresaltó por el ruido y observó algo asustada a Regulus, quien miraba a un punto fijo en el suelo.

Ella nunca le había visto tan alterado, así que dirigió su mirada al periódico, el cual parecía ser la razón de su sobresalto.

Deborah sintió como un escalofrío le recorría el cuerpo entero y los recuerdos comenzaron a acumularse en su cabeza.

Se levantó de la silla algo mareada y fue entonces cuando intercambió miradas con Regulus.

Los ojos castaños de la chica chocaron con los suyos, grises, ambos expresando todo el temor, tristeza y en el caso de el mayor, arrepentimiento que no podían poner en palabras.

Regulus suspiró y llevó su mano a la mejilla de la chica, dejando allí una caricia en un vano intento de confortarla.

-Vamos a salir de esta Deborah.

La chica colocó la mano encima de la de Regulus, buscando algo a lo que sostenerse, sintiéndose completamente abrumada.

Ambos se dirigieron al salón, sentándose juntos y observado el fuego de la chimenea en silencio.

Cada uno absorto en sus propios pensamientos, cada uno lidiando con sus propios demonios.

Porque aquel día sólo hubo una noticia importante, una que cubrió todas las portadas y se emitió en todas las televisiones.

Una que cambiaría la vida de los habitantes de Gimund Place para siempre.

Sirius Black escapa de Azkaban.

Potter-Black Where stories live. Discover now