UNO

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El Barón Wolfgang von Strucker atravesó el pasillo rumbo a su oficina rápidamente. Los bordes inferiores de su largo abrigo se agitaban acompañando su avance. A él le gustaba estar al tanto de todo lo que sucedía en esa instalación que estaba a su cargo. El hecho de que no le hubiesen avisado antes que tendría una visita del líder de HYDRA podría significar que algo malo había sucedido o que le exigirían un progreso más veloz. Sobre el segundo punto no podía hacer mucho.

El guardia que estaba a un costado de la entrada a su oficina le facilitó el acceso. Encontró la figura de Alexander Pierce sentado en su cómoda silla con tapiz de cuero oscuro. Pero el líder de HYDRA no era el único allí. A su lado, parada con una perfecta postura, se hallaba una desconocida mujer pelirroja, enfundada en un traje negro que resaltaba su atractiva silueta. Ambos observaron al recién llegado en silencio hasta que Strucker decidió permanecer en pie frente a su escritorio.

―No fui informado de que tendría visitas ―señaló sin ocultar su desconcierto.

―Solo una visita. Te presento a Natalia Romanova, nuestra reciente adquisición.

―No he escuchado hablar de ella.

―Porque así lo he querido ―comentó la mujer.

Pierce rio ante la respuesta de la mujer.

―¿Escuchaste sobre Black Widow?

―Y de la KGB, por supuesto.

―Natalia te ayudará en los entrenamientos de nuestros sujetos de prueba ―Alexander se levantó―. Los dejo para que la pongas al tanto de las instalaciones. Agente Romanova, no esperaré menos que excelencia de su desempeño.

La pelirroja asintió.

―Vamos ―Strucker hizo un además para que ella saliera primera.

Le enseñó el ala científica, la zona de entrenamiento, el comedor y su nueva habitación.

―El entrenamiento comienza a las ocho de la mañana.

―Primero quisiera observar el nivel que presentan los sujetos de prueba.

―Entonces te presentaré cuando terminen de entrenar.

Natalia se quedó sola en su nueva habitación. Estaba mejor de lo que había esperado. Había una cama contra la pared, un armario, un escritorio, una silla y un baño privado. Unos minutos después, tocaron a su puerta para acercarle el bolso con pertenencias con el que había llegado. Se cambió de ropa y se alistó para descansar.

Todo había sucedido muy rápido. Apenas había llegado de una misión de espionaje cuando la llamaron para hablarle del nuevo trato que Dreykov había hecho con el líder de HYDRA. Y ahora estaba allí, con la misión de mejorar las habilidades de combate de los experimentos de laboratorio de la organización con orígenes alemanes.

Estuvo despierta a las siete de la mañana. Se puso ropa cómoda y fue por algo de comer. A las ocho fue hasta la sala de entrenamiento. Strucker ya estaba esperándola en el pasillo y la guio por otra entrada a una sala más pequeña. Desde allí podía observarse el entrenamiento de forma más cómoda y segura.

Natalia vio a una joven castaña con vestimenta totalmente negra, intentando frenar los golpes del instructor. De vez en cuando, las manos de la mujer emitían algo similar a humo escarlata. Le pareció curioso que él tuviera el brazo metálico con la insignia de una estrella roja.

―¿Y él es?

―El Soldado de Invierno.

―El fantasma del que me hablaron en la KGB ―susurró la pelirroja.

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