VEINTIDÓS

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―Te ves bien, Natalia ―James habló con intenciones de romper el incómodo silencio que se había instalado en el lugar.

Ante las intensas miradas de los otros dos presentes, comenzaba a sentir que estaba sobrando allí. La rubia parpadeó rápidamente y dirigió su atención hacia el hombre de cabello oscuro. En el fondo quería seguir contemplando el nuevo aspecto de Steve. La barba le daba cierto aire de chico rudo y rebelde.

―Gracias. Ahora soy Natasha, conservé el nombre de mi última misión ya que no es conocido en este continente. Admito que estoy sorprendida, no deberías recordarme.

―Leí algunas cosas sobre ti. Además, Steve me comentó que trabajamos juntos para entrenar a Wanda.

―Entre otras cosas. ¿Qué hacen aquí?

―Oí que eres buena encontrando personas. Necesitamos tus habilidades.

―Es gracioso que digas eso. Si fuera por tu amigo, estaría encerrada en la cárcel y no aquí.

Steve chasqueó la lengua. Era evidente que ella quería molestarlo. Todavía estaba decidiendo si sería mejor abandonar el lugar e intentar buscar ayuda en otra parte.

―Pudieron dejarle el dinero a Nico en el club, junto con un nombre y lo último que supieron de la persona. No necesitaban venir hasta aquí.

―Hay un problema ―dijo el Soldado de Invierno.

―No tenemos dinero ―agregó el supersoldado.

―No hago trabajos de caridad ―se cruzó de brazos, esperando que los hombres estuvieran bromeando.

A decir verdad, Romanoff acostumbraba ayudar a personas sin recursos cuando la causa la conmovía, como el caso de una mujer ucraniana que buscaba desesperadamente su hijo sin tener ayuda de la policía debido a su falta de papeles. O la adolescente que aseguraba que su hermana mayor había sido secuestrada y no se había escapado con su novio como decía la nota impresa que había dejado en su casa.

Barnes y Rogers no calificaban como ese tipo de personas.

―Podemos pagarte con armas ―ofreció Barnes.

―¿Qué clase de armas?

―De corto y largo alcance. También tenemos explosivos.

―Tengo las armas que necesito. Un arsenal no me sirve de mucho. Pueden venderlas y regresar cuando tengan dinero.

―Tenemos algo de prisa. La persona que necesitamos encontrar podría estar en riesgo. Puede que no tenga tiempo.

―Hay algo que me causa curiosidad ¿cómo es que ustedes están juntos?

―Somos amigos ―respondió el supersoldado.

―¿Aún después de saber que Barnes estuvo asesinando a ex-agentes de HYDRA? Es muy interesante... Parece que el sentido de moralidad del perfecto capitán América ha cambiado con el exilio.

―¿Cómo sabes de los hombres de HYDRA? ―interrogó James.

―¿Crees que no sabría sobre alguien que asesinaba a los que pertenecieron a una organización a la que serví? Tenía que saber si sería la siguiente. Además, yo protejo a aquellos que decidieron cambiar de vida.

―¿Los proteges? ¿De qué?

―De cualquiera que intente traer el pasado de vuelta. No todos se unieron por voluntad propia a HYDRA. Existen generaciones completas que temían que hicieran desaparecer a algún miembro de su familia si no aceptaban trabajar para ellos.

Barnes bajó la mirada. No se había preocupado por indagar mucho, solamente había seguido las pistas de las ubicaciones de sus blancos. No quiso mirar en dirección a Steve por temor a distinguir reproche. Se limito a mirar su brazo de metal.

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