Capítulo 9

37 4 0
                                    

Frente a mi espejo me hallo, en mi cuarto, cepillando mi cabello.

He pasado todo el día en cama, restregándome entre las sábanas. A mi madre le inventé una excusa de que me sentía mal para no ir al colegio. Desde entonces no he vuelto a tener ningún contacto humano.

Tomé también varios baños, unos diez aproximadamente. Por más agua y jabón que corrían por mi piel, aún me sentía sucia, leprosa. En la mayoría terminaba llorando desnuda, tumbada en el suelo de la ducha.

Sollocé tanto a lo largo del día que mis ojos, a estas alturas, seguían enrojecidos.

Lo recoraba tan gráficamente que la idea de olvidarlo algún día parecía imposible; Uquio me había violado. Había tomado mi virginidad por la fuerza, y se había llevado un trozo de mi espíritu con ella.

No existen palabras que ilustren el trauma que me asola y quizás me asolará por el resto de mi vida.

Puedo recordarlo, como si estuviera pasando en estos instantes.

Su miembro taladrándome con furia. Repugnante, y extremadamente doloroso.

El fétido aroma que me invadió cuando me obligó a ponerlo en mi boca. Y las náuseas casi incontrolables que sentí cuando tragué sus fluidos de hombre. He vomitado varias veces hoy por eso. Tan solo recordarlo hace que quiera volver al retrete.

Mi llanto insesante aunque silencioso no hizo siquiera dudar al muchacho. Al contrario, parecía disfrutar de mi pena, como si encotrara mi angustia exitante.

Miro nuevamente mi reflejo y una lágrima recorre mi rostro, arruinando el maquillaje que con tanto empeño me había hecho para no lucir desaliñada en la cena. Cacius está preparando muchos «momentos en familia» últimamente.

Pasé la mano por los moretones en mi cuello, y opté por usar una bufanda para tapar los chupones de la noche anterior.

Cuando me incorporé a la mesa, ya mi padre y mi madre habían comenzado a comer.

-Te tardaste, hemos empezado sin ti -dijo él, sin quitar la vista de su plato de res.

-No importa -me senté en el otro extremo, como de costumbre. Me gustaba ver a ese hombre de frente. En cambio, mi madre, estaba a su derecha, en su moderna silla de ruedas.

-¿Tienes frío, hija? -me habló ella.

-Un poco.

Mi cena estaba servida, aunque ya un poco fría. Para ser una «reunión familiar» no había ningún sonido más que el de los tenedores y cuchillos.

-Mamá -exclamé -, tengo que decirte algo.

-Adelante -respondió, levantando la mirada.

-Han estado pasando cosas...

-¿Qué clase de cosas?

Intenté parecer seria, frívola, pero por dentro sentía que podría estallar en cualquier momento.

-¡Soy lesbiana! -espeté fugaz.

Noté a mi padre dejar caer los cubiertos.

-Ya hemos hablado de este tema, Sophia -dijo él. Hice como si no existiera, y le seguí hablando a mamá.

-A papá no le gusta que sea lesbiana -continué -, pero es lo que soy, y no hay nada que se pueda hacer al respecto. No es ningún crimen, no entiendo por qué le molesta tanto -mi voz comenzó a quebrarse.

-Hija mía... -intentó ella intervenir.

-¡Casi me echa de casa! -la interrumpí. Su expresión pasó de condolida a seria. Pude verla tragar en seco -. Y no solo eso, papá me consiguió un novio. Supongo que pensó que la compañía de un «verdadero macho» me enderezaría -hice comillas con los dedos, y sonreí burlona, incluso si el tema me provocaba cualquier sensación menos gracia -. Yo sabía que no serviría de nada, pero solo por complacerlo acepté. Pero lo que no sabía es que mi padre le había ordenado tener sexo conmigo. ¡Me violó mamá!¡Ese hombre me violó!¡Y todo fue parte del plan de papá! -rompí en llanto, tan fuerte que tuve que parar de hablar por unos segundos. En ese tiempo mamá, aprentemente perpleja, aprovechó para hablar.

-Hija mía, ya yo lo sabía.

Unos segundos de total silencio.

-¿Qué? -inquirí, sin entender qué estaba diciendo.

-Y apoyo completamente a tu padre. Estás yendo en contra de la palabra del señor, hija mía. Está mal.

-¡Me violó! -me puse de pie, furiosa. La decepción me engullía, mi propia madre prefería magullar mi alma antes que aceptar mi sexualidad.

-A lo mejor los métodos de tu padre fueron poco ortodoxos -agitó su cabeza a los lados, y habló con una tranquilidad espeluznante -, pero lo entiendo completamente. Es inadmisible que tus gustos estén invertidos. Algo se tenía que hacer.

-Me alegra que comprendas, mi amor -le tomó la mano el rufián de Cacius.

-Ustedes dos son una mierda -dije, despectiva, pero no por eso mis lágrimas se detuvieron.

-¿¡Qué forma es esa de hablarle a tu familia, Sophia!? -vociferó él.

-Ustedes no son mi familia.

Salí corriendo del Penthouse lo más rápido que pude. No miré atrás, pero puedo decir con seguridad que mamá y papá ni se molestaron en seguirme.

Like GIRLSWhere stories live. Discover now