capítulo 2

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Luego de ponerle seguro a mi auto camino hasta llegar a la entrada, dirijo mis pasos hacia los vestidores, pero me detengo en la puerta de la cocina por el maravilloso olor que empieza a inundar mis fosas nasales

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Luego de ponerle seguro a mi auto camino hasta llegar a la entrada, dirijo mis pasos hacia los vestidores, pero me detengo en la puerta de la cocina por el maravilloso olor que empieza a inundar mis fosas nasales. Suelto todo el aire retenido y me apresuro a entrar.

—¡Bienvenida chef Ana! —exclaman todos al verme.

Paseo la mirada por todo el lugar y maldigo para mis adentros, ya decía yo que el olor no debía engañarme, faltan pocos minutos para abrir, apenas han empezado a instalarse.

—Debería darles visitas sorpresa más seguido —mi voz sale autoritaria.

Cruzo los brazos, dirijo mis ojos hacia el fondo y confirmo que el aroma que me detuvo en la entrada es por Daniel, él siempre llega a tiempo. En cambio, los demás están limpiando su área o acomodándose el uniforme.

"Deberías hacer un cambio de personal" —la sugerencia de mi conciencia no se oye nada mal.

—Un poco retrasados solamente —el tono apenado de su voz hizo que una sonrisa curvara mis labios, no frecuento ser una tirana con mis empleados, salvo situaciones como estas que ameritan que mi faceta de ogro salga a la luz.

—¡No se preocupen chicos, vamos a trabajar! —los animo borrando la idea de buscar nuevos trabajadores, ellos hacen un excelente trabajo la mayoría del tiempo y empezar a solicitar personal significaría terminar con la poca vida social que me queda.

Retomo mi camino, estando en los vestidores procedo a ponerme mi uniforme, un delantal blanco con bordes rojos y mi gorro a juego. Vuelvo hacia la cocina, libero mi espacio ya que una de las cosas que odio es trabajar cuando hay un reguero de utensilios frente mío.

Avanzo hasta el pizarrón para ver el especial de hoy: "término medio con vegetales al vapor y salsa blanca". Llego a la despensa, retiro todo lo que necesito y comienzo a preparar todo.

Agregando especias, troceando vegetales, entregando los platos a los meseros y buscando más ingredientes para hacer platillos o postres pierdo la noción del tiempo.

                                    (...)

—Ana ¿Qué haces aquí? —su grave y ronca voz hace que me gire en su dirección. Lo primero que mis ojos aprecian es su vestimenta, no lleva la ropa de trabajo lo cual me indica que solo vino para hacer el inventario, sus ondas castañas como de costumbre; revueltas y su barba bien recortada.

—También soy dueña del lugar ¿recuerdas? —respondo con burla, finalizo de decorar el plato y el camarero se lo lleva.

Alex además de ser mi compañero y propietario del restaurante, es un amigo muy cercano. Desde pequeños teníamos el sueño de abrir nuestro propio local y aquí está "Lovely" . Los reporteros o como suele llamarles mi madre, chismosos, dicen que formamos una linda pareja, lo cual me causa gracia ya que no lo veo de esa forma.

—Lo recuerdo, me refiero a que es tarde. —Mantiene su expresión seria al hablar para después cruzar sus fuertes brazos.

Oh si, también me cuida como un hermano mayor.

—Ya me iba, pero... —alargo las palabras, Alex alza sus cejas lleno de intriga —, quiero que me cuentes de tu cita —agregó con voz pícara al recordar que ayer salió temprano, aparte de que todo el día lo vi entusiasmado, me enteré por varios de los cocineros que lo vieron salir con una chica.

Alex niega reiteradas veces.

—No fue una cita —dice restándole importancia.

—Mentiroso. —Me rio un poco esperando que él lo haga también, no obstante, eso no pasa. Dejo a un lado la burla para adoptar una postura seria —, ¿entonces que fue?

—Una salida, nada más —confiesa sin apartar sus orbes negros de mí, aprieto los labios confundida y asiento. Antes de marcharse me giña un ojo con pillería ocasionando que mi laberinto mental se haga más extenso.

¿Qué rayos fue eso?

El pequeño tono de las manecillas del reloj que está colgado encima de la puerta me trae a la realidad, las once de la noche. Apresuro mi paso para cambiarme, tomar mi bolso y salir de la estructura. Hago una pequeña parada en el super antes de llegar a casa.

Dejo mi bolso junto con mis zapatos en el perchero, de puntillas recorro el pasillo hasta la cocina y sin encender las luces empiezo a acomodar las compras.

—Creí que estabas dormida —comento al escuchar los indiscretos pasos de mamá.

No me responde.

—¿Madre? —guardo el paquete de pasta y me giro en su dirección.

Cuando empieza a cercarse extiendo mis extremidades para recibir su abrazo, pero en vez de eso siento su mano impactar contra mi frente.

—¡Ay! —me quejo.

—¡Estaba a punto de llamar a tu hermano para que fuera por ti! —su voz tiembla, la poca luz que entra por la ventana me permite examinar su rostro, cuando noto la preocupación marcada en él, aparto mi visión.

Intento hablar, pero ella levanta el dedo índice y aplasto los labios.

—Son casi las doce de la noche, Ana. ¡por dios! Algún día podrías dejar de angustiarme y llegar temprano a casa.

—Es mi trabajo mamá, tu no lo entiendes.

Cuando las palabras son expulsadas de mis labios me quedo sin habla.

Ella se da la vuelta sin decirme nada y se va dando por terminada la discusión.

¡Carajo!

                                     (...)

—¿Me perdonas? —menciono al llegar a su lado.

Luego de que me dejara sola acabé de organizar todo, y Anthony tan oportuno como siempre, llegó para hacerme saber lo mucho que se preocupa por mí.

Así que aquí estoy, parada frente a ella rogando por su perdón.

Mamá se acomoda en la cama para luego señalar su regazo dándome a entender que me recueste, dejo escapar una sonrisa y me reclino en el colchón apoyando la cabeza donde me indicó.

—Yo dependía de tu padre. —Hace una pausa, me concentro en las caricias que traza en mi cabello —, dependía tanto de él que cuando murió una parte de mi se fue con él.

Trago saliva cuando esos amargos recuerdos abrazan mi mente.

—Me preocupó por ustedes porque son lo único que me queda, y te cuido como una loca exagerada, ya que, no tengo a quien más aferrarme para vivir.

—Lo sé madre... lo sé. Pero es mi trabajo no puedo solo irme y...

Me interrumpe.

—Si puedes, sólo que tratas de olvidar lo que pasó centrándote en tu trabajo, y eso no está bien hija. Ocupar tu cabeza en algo más, no resolverá el problema.

Ninguna dice nada.

Ella se entretiene acariciando mi cabello y yo me duermo concentrada en eso.

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N/A: ¿Qué será lo que Ana trata de olvidar? Si yo fuera ella le haría caso a Clara, las madres siempre tienen la razón.

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Carmen_martinez... fuera

Un Amor Desde La Cocina [editando] Where stories live. Discover now