Capítulo 2

4.3K 88 1
                                    

iba andando hasta que un retrasado me tiro la bebida.

—pero bueno chico mira por donde vas, que me has regado— Le grité mientras me sacudía como podía, me había echado por encima todo lo que parecía un ron cola.

—uy que gritona, perdóname— sonrió burlesco.

—Mira no te pego un puñetazo ahora mismo por respeto a mi puño, que sino te lo daba—

—Bueno, Bueno, además de gritona, peleona. Lo tienes todo.—

—¿Tendría que temerte?— me vaciló.

—yo que tú correría, gilipollas—

—Tomate una tila chica, no se puede ir con esos humos por la vida, vas a vivir menos— dijo y se fue.

Mira, no sabría describirte lo que siento en este momento.

Bueno sí, rabia, mucha rabia.

Si había algo que odiase en esta vida era que me vacilasen y ese chico me había llenado de ella.

¿Cómo alguien puede llegar a ser tan prepotente?.

Seguí mi camino hacia las chicas con una cara de mala ostia que no podía con ella.

—¿tía que te pasa?— preguntaron mis amigas al verme la cara.

—pues mira que un gilipollas me ha tirado toda la bebida encima y además tiene la poca vergüenza de vacilarme.— expliqué

—no quiero ni imaginarme como ha podido acabar eso— soltaron mis dos amigas una carcajada.

Se acabó el concierto.

No me lo había podido pasar tan bien en la vida.

La noche estuvo llena de gritos de emoción, cantando y bailando, y sobre todo, muchísima felicidad, salvo por lo del gandul aquel.

Volvíamos a casa felices los cuatro.

Sí, sí, como la canción de Maluma.

Gio había conocido a un chico y el nos llevaba a casa. Dijo que se llamaba Kolde o algo así, un poco raro el nombre.

A Cristina y a mi nos dejaron en la puerta de mi casa y Gio y el de fueron vete tú a saber donde.

Al final, ayer entre risas y cotilleos, nos acostamos alrededor de las cinco de la madrugada.

Me desperté bastante desubicada.

Me giré y mi amiga seguía dormida, así que decidí dejarla seguir durmiendo y me puse a mirar el móvil.

A los diez minutos ya me había aburrido y encendí mi altavoz, se lo puse en la oreja y la verdad que fue efectivo, se despertó al segundo. Eso sí, me empezó a decir cosas no muy bonitas.

Bajamos a desayunar.

Bueno, a comer mejor dicho.

Mi madre había preparado pasta carbonara, el plato favorito de Cristina. Ella y yo llevamos siendo amigas desde los tres años y ya es como una más de la familia. Hay veces en las que dudo si mis padres la quieren a ella más que a mi.

—¿Que tal el concierto chicas?—

—Genial, nos lo pasamos en grande. No hubo ningún mal rollo con nadie. ¿Verdad Martita?— dijo divertida mi amiga.

—cuanto me alegro chicas. Y tu Marta a ver si guardas ese genio que tienes hija.— me regañó mi madre.

Mi madre nos conocía perfectamente y sabía cuando hablábamos en tono irónico, así que pilló rápidamente lo que dijo Cristina.

𝑫𝒆𝒍 𝒂𝒎𝒐𝒓 𝒂𝒍 𝒐𝒅𝒊𝒐 𝒔𝒐𝒍𝒐 𝒉𝒂𝒚 𝒖𝒏 𝒑𝒂𝒔𝒐 (minibuyer y tú)Where stories live. Discover now