IMperfecta perfección

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    Vivíamos en un mundo quebrantado en dos, en donde no había escapatoria.

    El muro rojo escarlata, nos apresaba como vacas en corrales. Impetuoso y recóndito, se mantenía vigilante y causaba terror en cualquier personaje.

    En islas, desiertos y lugares con bajas temperaturas (prácticamente en zonas con muy poca población) nos separábamos de la humanidad, todo por el capricho de unos poderosos desasosegados de gran edad y alto rango.

    Como dije antes, el mundo estaba dividido en dos; Los perfectos y los imperfectos. Los primeros éramos los que vivíamos como animales de granja y los segundos, eran los que vivían alrededor del círculo de paredes virtuales, holográficas y con la suficiente energía como para fundirnos al traspasarlas .

    Mi mundo era diferente, pero las criaturas como yo permanecían indiferentes ante cualquier anomalía. El termino "pregunta" no se hallaba en sus cerebros, prácticamente no se cuestionaban nada, solo los jefes podían tener dudas.

    Habíamos sido creados y mandados por seres "superiores", y para seguir reglas irrompibles:

    1- Un robot no puede dañar a un humano o, por inacción, permitir que un ser vivo sufra daño.*

    2- Se tienen que cumplir todas las órdenes dadas, excepto si éstas rompen la primera ley.

    3- Un robot debe defenderse, pero sin romper la primera o segunda ley.

    4- Siempre hay que mantenerse sosegado, pero si se ve una agresión hacia un humano es obligatorio intervenir.

    5- Cualquier destaque negativo debe ser informado con urgencia ante el consejo.

    Nuestras leyes habían sido creadas por nuestros altísimos, basadas en viejas historias escritas, que se creían fantasiosas en su momento.

    Para mí, las leyes eran nimiedades, ya que eran utilizadas para un fin estúpido que estaba derivado a la búsqueda de la total perfección.

    Lamentablemente casi nadie sabía mis pensamientos y no porque no quisiera decirlos, sino que podrían causar rápidamente mi eliminación, por eso tenía que mantenerlos anidados en mi mente.

    Normalmente las calles estaban repletas de platicadores de tamaños y cuerpos parecidos, hombres y mujeres, flacos, de pelo corto y de camisas grises marengo. La verdad, no me gustaba estar entre tantos, que prácticamente eran iguales, me causaban desconfianza.

    Los niños nunca habían existido para nosotros, simplemente éramos criaturas casi inmortales, no necesitábamos tener hijos, la IA ( inteligencia artificial) y la evolución tecnológica, le había hecho eso a nuestro lado del mundo.

    La comida era infinita, pues se podía multiplicar hasta con maquinas del siglo XXII (aunque no quedaba muy rica, terminaba con sabor a papel y causaba pequeñas aberturitas en el tragadero).

    Los recursos naturales escaseaban, Internet, la señal satelital y otras muchas cosas más, eran gratis después de la revolución tecnológica.

    Pero como dije, había un exorbitante muro que nos rodeaba como las vacas y los cerdos en un corral y que me causaba un impresionante deseo de cruzarlo.

    Abrí la puerta de mi casa cuadrada de techo cuadrado y ventanas cuadradas (valen las redundancias, literalmente mi casa era como el pensamiento de los memos habitantes, y no porque fueran tontos, sino porque se creían todo lo que les decía el consejo).

    Me senté delicadamente en una silla de hierro y me estiré, luego me levanté y empecé a buscar algo que me sirviera para cumplir mi sueño, no sabía que buscar, simplemente tenía el presentimiento de que algo encontraría. Lamentablemente no había nada, ni un cachito de esperanza, a parte... ¡¿Cómo iba a conseguir cruzar un muro que posiblemente llegaba hasta la mesosfera?! ¡Era casi imposible!

Cuentos Nunosos ©Where stories live. Discover now