Epílogo - Flores para una boda.

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A pesar de tener las persianas bajadas, algunos rayos de sol furtivos se cuelan por las diminutas rendijas e iluminan, de forma muy tenue, el dormitorio.

Natalia, que lleva medio despierta un rato, nota como el pequeño cuerpo de su novia se remueve inquieto, y decide estirar de la sábana para cubrir a ambas con ella. A pesar de no sentir el frío, el estar bajo aquella tela suave y cálida aporta un confort y serenidad que, después de la intensidad con la que han vivido la noche anterior y parte del día, son bienvenidos.

Al ver que la tela no cede, Natalia entreabre los ojos y encuentra un bulto gris enroscadito entre las sábanas, justo en el hueco que dejaban sus piernas.

-Nat, deja de moverte. -Se queja Alba con voz ronca, a la vez que se pega más a ella.

- ¿Me explicas qué hace Queen en la cama?

La rubia abre un ojo para comprobar que, efectivamente, la gata está durmiendo con ellas, cuando se supone que debía estar en su camita del salón.

-Me habré dejado la puerta abierta esta mañana cuando he ido a por el móvil. Debía sentirse sola ahí fuera.

-Bueno, supongo que lo de estar en una casa que no es la suya se le hará raro. –Señala la morena. –Es la primera vez que sale de Madrid.

-Me alegro de haberla traído con nosotras. No me hacía gracia dejarla con extraños.

-Mientras no se escape y le dé por irse al monte... Que ya sabemos lo que le gustan a esta gata las excursiones.

-Pero siempre vuelve. Queen es contigo como esos pollitos que la primera cosa que ven creen que es su mama.

-Más le vale. –Dice Natalia, alargando una mano para acariciar el lomo de la gata. –Si no fuera porque no me salen canas, ya tendría el pelo blanco por su culpa. En dos años me he llevado más sustos que en ocho siglos de vida.

Como si supiera que están hablando de ella, Queen levanta la cabeza ligeramente, entreabre los ojos y mira fijamente a ambas. Después bosteza y, viendo que todo está tranquilo, vuelve a su siesta, aunque la tranquilidad le dura poco pues, en cuanto vuelve a cerrar los ojos, un par de golpes en la puerta de la habitación hacen que se despierte súbitamente.

-¡So perras! ¡Dejad de follar de una vez y moved el culo! –Se oye a María gritar al otro lado. – ¡Como lleguemos tarde a la boda de mi mejor amiga vais a lidiar vosotras con Sabela cabreada!

-¡No seas guarra, Mari! ¡Ya vamos! –Le grita Alba de vuelta, para seguidamente estirarse a coger el móvil de la mesita de noche. –Ugh... Las cuatro ya. Va a ser que hay que ir levantándose.

-¿Es necesario? –Se queja la morena, que rodea a su novia por la cintura y atrae su cuerpo hasta que no hay ni un milímetro de separación entre ellas. -La ceremonia no es hasta las ocho y solo tenemos que ir hasta la casa de al lado para que nos lleven en coche. –Continua insistiendo, mientras empieza a dejar besitos por todo el cuello de la rubia.

-Lo siento, mi vida, pero sí, hay que ponerse en marcha. –Sin romper el contacto, Alba se gira hacia su novia y se lanza a capturar sus labios en un beso que no debería estar sucediendo, si de verdad quieren salir de esa cama algún día. –Venga, que todavía tenemos que ducharnos, maquillarnos, yo tengo que intentar domar esta mata de pelo, y tú te tienes que enfundar ese traje marfil que te sienta tan bien.

Natalia hace un puchero, pero acepta por fin que Alba se aleje de su lado, aunque sea solo para abandonar la comodidad de aquel colchón.

Viéndola allí, de pie junto a la cama, en todo el esplendor de su piel desnuda, y sonriéndole como una niña pequeña que está a punto de hacer una travesura, la morena no puede evitar quedarse embobada.

Flores para un apocalipsisWhere stories live. Discover now