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—Tu hermano es como un ángel y un demonio a la vez—habló la Cata desinteresadamente mientras se pasaba la lima por una de sus uñas.

—¿Por qué?—preguntó la Cherry.

—Porque desde que llegó le han pasado puras hueas a la Isa, pero él siempre está en el momento y lugar para ayudarla.

Hice una mueca aún con la vista pegada a la pared. Me dolía demasiado la cabeza y el ojo me ardía por la cercanía del golpe, sé que había sido accidental pero aún así ni siquiera fue capaz de disculparse, me mandó un mensaje de audio diciéndome que estaba más enojado que la cresta y que todo se había acabado, así de simple, así de fácil.

—Que fome irse a Brasil soltera y con un ojo morado, así no te vas a comer a nadie—se burló la Cata.

—No me subestimes, te apuesto veinte lucas que me como a Charles Aránguiz.

—Que sean cuarenta—dijo ella.

—Hueón, ustedes están locas—se burló la Sherry—Yo no me puedo comer con ni un hueón, el Erick jamás me lo perdonaría. Aparte ni creo que podamos vacilar con los hueones...

De repente vino a mi mente el beso que me había dado él, de seguro si la Cherry se enteraba de eso no me lo perdonaría. Mi guatita sonó, de los puros nervios quizás.

—Ni que fuera tu papá—dijo la Cata y asentí con la cabeza, yo jamás dejaría que un hermano mío me hiciera atado con algún pololo, agradecía a la vida que él Joaco es mucho menor que yo—En todo caso debe ser porque él sabe como son los de la selección, solo piensa en la fama de mujeriegos que tienen.

—Quizás él es de los mismos—me encogí de hombros—Y no quiere que te dañen.

—Ya, puede ser, pero mejor te ayudaremos a arreglar tu ropita para el viaje.

Les agradecí por ayudarme, me dolía mucho el cuerpo y tenía una sensación de cansancio como si hubiera subido un cerro el día anterior.

—Chiquillas, pedimos sushi para que se queden a comer—avisó mi mamá entrando de lleno a mi habitación.

—Pucha tía, amo el sushi pero tengo que irme a la casa a ordenar la maleta—dijo la Cata.

—Mi hermano viene a buscarme ahora—la Cherry hizo una mueca.

—Pero que se quede a comer si quiere, compré caleta.

—¿De verdad?—mi mamá asintió con la cabeza—Ya bacán, al Erick le gusta caleta el sushi.

Mi cuerpo se estremeció un poquito al escuchar el nombre del Erick, ni siquiera sabía porque, solo había sucedido. Caminé hasta la cocina a duras penas para servile bebida a las chiquillas y justo en ese momento tocaron la bocina, como yo estaba más cerca tuve que ir a abrir. Abrí un poquito la puerta de la calle solamente para asegurarme de encontrarme con la camioneta negra de Erick y así fue. Bajó el vidrio y me miró.

—Hola, Erick—saludé, acercándome cada vez más a la camioneta.

—Hola, Sirenita—contestó él—¿Y mi hermana?

—Oye, es que mi mamá pidió sushi y preguntó si te querías quedar a comer con nosotros—expliqué moviendo las manos bastante nerviosa.

—¿Y tú quieres que me quede?—preguntó con una sonrisa en sus labios.

—Sí, o sea, quiero que la Cherry se quede porque sé cuanto le gusta el sushi.

—Bueno, si no te incomoda que me quede entonces lo haré, a mi también me gusta caleta—se encogió de hombros—Me voy a estacionar, espera.

Rules || Erick Pulgar.Where stories live. Discover now