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A la mañana siguiente, entro en la tarea de adaptarme a mi nueva rutina.

Despertarme. Levantarme. Vestirme... y ver cómo me creo una careta de base y brillo en un cuarto de hora sin masacrar lo que se encuentra debajo de ella.

Esta vez el delineador no quedó tan torcido ¿no?

¿A quién engaño? Si parece hecho con una regla de plástico en primaria; aquí es donde me pregunto que habrá pensado padre cada bajaba de mi habitación recién ensayando mi maquillaje, cuando me miró al espejo la única imagen que se me viene es de alguien recién salida de un funeral; con más rímel en las mejillas que en donde debería.

Agh... no más me aplicaré la sombra y veré que hago con esto; creo que sería mejor asistir desmaquillada que pareciendo la chica del aro.

Como puedo me retiro la careta y la cambio por una más suave, solo algo de sombra violeta después de la base y por último el brillo labial, lo único que sé aplicar sin hacer el ridículo.

Una vez salgo de mi habitación diviso la sala buscando a Epel, sin embargo, es complicado identificar un arbolito entre un bosque lleno de estos mismos.

Buen paralelo. Esta gente me recuerda a los pinos de navidad en los mercados; todos están compuestos de lo mismo, pero siempre el de más prestigio es el mejor decorado; el que más llame la atención de las personas exhibiendo su magnificencia y cuyo precio es tan absurdo que te preguntas como un montón de ramas y hojas que fueron arrancadas de raíz pueden costar más que el que todavía vive desnudo pero libre en medio de un bosque.

¿Estar al natural les quita valor a las cosas? ¿Belleza? ¿Prestigio? ¿No es mejor seguir creciendo en la oscuridad que ser cortado de raíz por querer sentirte el más venerado?

Dicen que todos debemos ser esclavos de algo en esta vida, la verdad, me gustaría elegir mi propio vicio a tener que seguir simplemente el de los demás.

Para desgracia tanto de ellos como mía, elegí en que perderme desde hace años.

—Oh, ¡Epel! —llamo apenas distingo la cabellera lavanda asomarse por una esquina, lastimosamente no viene solo.

Hablando de los pinos, aquí viene el más costeado de todos.

—Prinbelle, ¿y tu maquillaje?

Buenos días para ti también, Vil —no sé hacerlo muy bien, preferí dejarlo así que hacer un ridículo.

Sage decisión. La belleza opacada por un maquillaje mal aplicado puede resultar una tragedia... —el vice prefecto se aparece por detrás y de un grácil deslice se ubica al lado del prefecto principal.

—Buenos días, Prin.

Al fin alguien que saluda —buenos días, Epel. ¿Nos vamos a la escuela?

—Nadie se va —el llamado de Vil se interpone en mi escapada— no mostraras esa cara de papa en el Night Raven, no hasta que estés siquiera decente. Creí que ya lo habíamos discutido.

Llegué a amar a mi prefecto ayer en la noche cuando me sentí aceptada, que mal de mi parte por nunca haber pensado que pertenecer a una familia requiriera de este tipo de trabajo.

No soy la persona más apropiada para hablar de una familia cuando rara vez recordaba que la tenía una. Muchas veces me sentí sola en el vacío de mi propia casa, normalmente pasaba desapercibido hasta que ese mismo pesar comenzaba a instalarse en el centro de mi pecho más o menos a media tarde o llegada la hora de almorzar...

Me atreví a llamar "familia" a mis propias creaciones; mandrágoras, golems, plantas... y por más que nacieran de la misma rama, en mi vida llegué a ver una flor idéntica a otra; claro que observé ciertos casos de retoños vanidosos deseosos de ocupar el alto lugar en el pedestal, con tal de conseguirlo robaban la fuerza vital de sus hermanas hasta el punto de enterrar su esencia aún en su propia tierra.

Philocaly ᒥᴛᴡɪsᴛᴇᴅ ᴡᴏɴᴅᴇʀʟᴀɴᴅᒧ ❧ ᴠⁱˡ ˣ ᴏᶜWhere stories live. Discover now