9. Juntos pero no revueltos

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«Juntos pero no revueltos»

Eran las ocho de la mañana y estaba envuelta en mis sábanas. En la madrugada amanecí fatal, Fiebre y gripe. Quizás sea un simple catarro pero igual no poseía las fuerzas suficientes para ir a la universidad. Le envíe un e-mail a los profesores que me tocaba recibir clases en el día para avisales de mi ausencia y el porqué. También les dije a las chicas y todo eso. Miraba con cansancio la televisión, estornudó tras estornudó llenaba los pañuelos de papel. Estar enferma es el peor de los estado para mí.

Miré unas cuantas película a decir verdad me dormí en unas cuantas de ellas, simplemente las medicinas me noqueaban por completo. Tocaron la puerta de mi habitación, quizás eran Madison y Michelle, quedaron de venir después de la universidad.

-Pase.-Hablé con mi constipada voz. Michell y Madison entraron por la puerta.

-Hola, Ky.-Saludaron suavemente ambas sentándose en la cama.

-Hola, Elle. Hola, Mads.-Cuando estábamos tristes o necesitabamos ánimos usábamos nuestros apodos. El de Michelle era Elle y el de Madison Mads.

-¿Como te sientes, Ky?-Preguntó la castaña de cabello ondulado.

-Pues estoy bien, Elle. Gracias a las medicinas me siento mejor.

-Que bueno, para que te sientas mejor te trajimos algo.-Dijo Madison sacando algo de su bolsa, Michelle hizo lo mismo. Madison me dio una pequeña caja de pizza, de esas pizzas unipersonales. Reí por lo bajo.

-Y esto es para tí.-Me dió una caja de chocolates y una rosa.-Es de parte de Ross. No pudo venir a verte porque tenía una junta con su padre.-La mire sorprendida, me acomodé mejor en la cama y mire la nota pegada en la caja de los chocolates.

"Lamento no poder ir a verte, tengo una junta con mi padre. Espero que te gusten los chocolates y no seas alérgica al maní. Atentamente: Ross."

Fui junto a las chicas a la sala. Caminé hasta la concina y agarre un vasito descartable para poner la rosa en él. La coloqué en la mesita al lado de sofá, luego me senté en el sofá al igual que Michelle y Madison. Hablamos y hablamos de cualquier tema, su visita me había reconfortado considerablemente. Luego de unas cuantas horas se fueron.

Me fui a bañar rápidamente, mi puse unos shorts cortos de mezclilla y una camiseta larga de color blanco, encima me puse una bata. Volví a la sala, estornudando y viendo películas de comedia. Una arma de doble filo, si reía o algo similar la mucosidad de mis fosas nasales escurría y no era nada placentera esa sensación. Estaba tan aburrida con la película que poco a poco me iba quedando dormida.

Alguien empezó a tocar la puerta suavemente. Sacudí mi nariz y me levanté para abrir la puerta. Al abrirla, la imagen del castaño con ojos cafés se hizo presente en el Lúmbral de la puerta, llevaba una camiseta gris, Jeans negros y la gorra café que le regalé. ¡Oh Dios mío! El corazón me empezó a latir más rápido que nunca, las manos me sudaban y las pierna me empezaron a temblar.

-Hola, Kyky.-Saludo Joseph, con una cálida y resplandeciente sonrisa. Esa sonrisa que era capaz de curarme cualquier mal, la cura a cualquier pesar que esta alma pudiera cargar.

-H-hola, J-jojo.-Las palabras salieron trabajosamente de mi boca.

-¿Puedo pasar?

-Claro, pasa.-Me hice a un lado para que él pasara, aún estaba algo nerviosa. Traía bolsas de compras y el bolsito de cuero que le regale para su cumpleaños.

-¿Y como te sientes?-Pregunto él dirigiéndose a la cocina.

-Pues bien, estoy mejor que anoche.-contesté siguiéndole.

-Ky, no tienes por qué estar detrás de mí. Ve a la sala y siéntate en el sofá, Descansa.-Me tomo por los hombros dirigiéndome a la sala.

-¿Que vas a hacer?-Preguté dudosa sentándome en el sofá.

-Algo para que te sientas mejor.-Me guiñó el ojo mientras me arropaba con la sábana que tenía al lado. Del bolsito de cuero saco un delantal blanco, lo mire extrañada. Se dió la vuelta para mostrar lo que llevaba puesto.

-"Besa al cocinero" ¿En serio?-Reí sonoramente, nada podía calmar mis carcajadas en ese momento. Él también empezó a reír, no tanto como yo pero oír su roca risa me reconfortó.

Se volvió a girar a la cocina, escuchaba como empezaba a mover las cucharas y los sartenes. El sonido de la cocina encendiéndose llegó hasta mis oídos. Pasado los minutos un olor delicioso llegó a mis sentidos. Bueno, al poco sentido del olfato que me quedaba. Se acercó a mí con dos platos y se sentó junto a mí en el sofá.

-Aquí tienes.-Extendió el plato hacia mí.

-¿Que es eso?-Pregunté con recelo.

-Es un caldo de pollo. Cuando yo o Michelle nos enfermabamos la nana nos hacía este caldo, así que le pedí la receta y hacerlo para tí. Prueba un poco.-Acercó la cuchara a mi rostro, un poco desconfiada abrí mi boca. Al saborear su delicioso Sasón sentí que la vida se me reinicio.

-Es un milagro que "Mrs. Ojos de diamante y sonrisa de perlas" no esté aquí.-Comentó con un tono indiferente.

-¿Quién?-Pregunté confundida.

-Morgan.-Contesta él algo irritado.

-Sí, esta en una junta con su padre. Pero me mandó una cajita de chocolates y una flor.-Apunté la rosa que estaba al lado de nosotros. Él se inclinó para verla, luego se incorporó en el sofá.

-Pff, las rosas no son tus flores favoritas.-Murmuró entre dientes.

-Y según tú, ¿cuales son mis flores favoritas?

-Pues tus flores favoritas son los girasoles.-Repondió encogiéndose de hombros.

Nos quedamos unos segundos en incómodo silencio.

-Supongo que vendrá más tarde.-Habló viendo la televisión.

-No lo creo...debe estar muy ocupado.

-Si claro, porque es "Mrs. Perfecto".-Ese tono exasperado volvió a aparecer en su comentario. Yo reí por lo bajo.

-¿Y Elizabeth?-Pregunté dándole una vuelta a la moneda.

-Igual, Siempre ocupada. Nuca tiene tiempo para "Nosotros". Es más, no estoy seguro de que sea un "Nosotros" si él único que quiere contribuir soy yo.

Ambos suspiramos con cansancio. Después de que ambos termináramos el caldo Joseph, hizo palomitas de maíz para ver una película retro, Vaselina. Le verdad el caldo me dio algo de sueño, viendo la película apoye mi cabeza sobre su hombro, paso su brazo detrás de mí, mientras enredaba su dedo índice con uno de mis mechones.

-¿Tienes sueño, Ky?-Susurró en forma infantil. Yo asentí levemente. Dormilada me levanto del sofá y me llevo a mi habitación. Me recostó en la cama y me arropó con las sábanas. Beso mi frente, tomé su mano y mire fijamente.

-Quédate, al menos hasta que me quedé dormida.-Musité casi audible. Él sonrió de lado y se acostó a mi lado, volvió a besar mi frente. Lo último que vieron mis ojos antes de cerrarse por completo fue esa hermosa sonrisa y eso Bellísimos ojos marrones que al igual que los mios se cerraban lentamente.

Aún te quiero Donde viven las historias. Descúbrelo ahora