17. Lo que ocurrió en la cabalgata

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La tarde había refrescado y parecía que llovería, el verano se acercaba a su final y a puertas de que el otoño comenzara, parecía obvio que el clima resultase tan extraño aquel inicio de mes. Irene nunca había sido amiga de la segunda mitad de año porque con el otoño y el invierno, los días soleados y los follajes coloridos se perdían por completo, en esos momentos, sin embargo, como lucieran los jardines o que tan claro estuviera el cielo parecía ser el menor de sus problemas, siendo como era, que su atención se concentraba en la competencia.

Se le había ocurrido que sin más chicas alrededor, el príncipe concentraría sus atenciones y delicadeces en ella, aumentando sus probabilidades para engatusarlo con sus encantos y conseguir que su relación avanzara hasta obtener lo que había ido a buscar: el corazón del hombre más poderoso del reino a quién el amor lo obligaría a dar todo por ella y, en el proceso, la convertiría también en la dama más importante de dos países enteros. No contaba, sin embargo, con la alianza de los príncipes, quiénes parecían ansiosos por lograr que la enviaran a casa.

Desde lo ocurrido con las mocosas que hacía semanas habían regresado a sus provincias, parecía que tanto los príncipes como su hermano se habían unido para hacerla escarmentar por su actitud y no perdían oportunidad de hacerla quedar en mal. La competencia era peor que su hermano, puesto que el rubio se limitaba a ignorarla y regañarla siempre que podía (nada fuera de su común envidia y amargura por vivir relegado a ser su sombra) mientras que los otros dejaban claro que sus verdaderas intenciones eran lograr que se mantuviera todo lo apartada del príncipe como pudiera.

Su malvado plan comenzaba en el desayuno, acaparando la conversación con su alteza sin dejarla hablar por más de dos segundos. En las horas libres, los veía reunidos con LuHan (cuando este no estaba encerrado en la biblioteca) bromeando y jugando con el único objetivo de evitar que su hermano resintiese su pelea y volviera a ella pidiendo disculpas y convirtiéndose en su compañía, como solía ser siempre en casa ya que el rubio rara vez era capaz de permanecer molesto con su hermana por mucho tiempo. No le dejaban libre ni en las cenas y esa semana, habían tenido el descaro de recurrir a buscar al príncipe para ocupar también el tiempo libre de este.

Lo solicitaban para pasear por los jardines o los invernaderos, le invitaban a jugar cartas o billar en el salón de juegos e invitaban a su hermano para no hacerlo sentir mal. Ten le había cocinado esa semana un delicioso pastel de mango y BaekHyun le había escrito una carta, como si no fuera suficiente, esa misma mañana ambos príncipes habían comentado lo deseosos que estaban sobre ir a montar con su alteza y su hermano y dado que estos practicaban equitación a diario, no habían visto inconveniente alguno en admitirlos dentro de su sesión.

— ¿Conoces el significado de la palabra deslealtad, hermano? — acusó Irene a LuHan, viéndolo prepararse para ir a montar con los demás. El rubio apenas le miró a través del espejo y siguió acomodándose el traje.

— Significa traicionar y si intentas decir que eso he estado haciendo, te equivocas. No he dado la espalda a mis ideales ni al cariño que te profeso, al contrario. Creo en la bondad de tu corazón y es mi amor por ti el que me impide apoyarte cuando sé que estás actuando mal — le respondió él, firme y cortante. Irene no volvió a hablar, demasiado molesta como para hacerlo y se marchó.

El nudo en el pecho que se había formado desde su rencilla se comprimió y LuHan pensó que odiaba sentir que se estaba apartando de la única familia que tenía en el mundo, jamás habían llegado a tanto pero aunque le dolía, no podía perdonar o pasar por alto las actitudes de la chica, además, había otra cosa que le impedía correr a ella y arreglar las cosas. Un secreto que su corazón guardaba cada vez con mayor dificultad y ese era, por supuesto, saberse enamorado del príncipe SeHun.

No soñaba despierto ni se engañaba creyendo que merecer amar al príncipe sería sencillo pero en las noches, completamente solo y en medio de la oscuridad, se preguntaba qué pasaría si conseguían hallar el modo de pasar juntos la eternidad. Si el príncipe pudiera tomarlo como pareja, si pusiera un anillo en su mano y jurara amarlo hasta la muerte, LuHan sería su esposo, su amante, su rey. Llevaría una corona en la cabeza y ocuparía una silla de oro junto al trono, aceptaría la responsabilidad de proteger a su hombre y al reino, pero... ¿Sería capaz de hacerlo?

El rey [Hunhan] TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora