Prólogo

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Hola que tal...

Antes que nada. "Disclaimer: Los personajes de Inuyasha no son míos, son propiedad de Rumiko Takahashi."

La historia sí es mía.

Bien, vengo a presentarles un fanfic Bankag.

Este será un fic largo (o long fic) ya que actualmente solo estaba escribiendo one shots de esta pareja a modo de práctica (porque sí, estuve practicando a escribir algo así)

Aclaro:

La imagen de la portada le pertenece a Cristel MOTS_73, que me parece maravillosa, así que no dudé en ponerla, es un gran trabajo hecho por una genia, créditos totales y mis más sinceros agradecimientos a tí.

—Soy fanática de los fics que tienen muchos capítulos, así que siguiendo mi fanatismo extenderé lo más que pueda. Solo que no tengo idea de cuantos serán porque no sé hasta donde me llegue la imaginación.

La trama nació de un One Shot con el mismo nombre que escribí y lo podrán encontrar en mi perfil.

—Sí, está basado en la época Feudal, pero les advierto que encontrarán lemon, lenguaje vulgar, escenas sangrientas (textualmente) y me disculpo por si me equivoco en las palabras japonesas (me confunden) y los horrores ortográficos.

Sin más, los invito a aventurarse en esta historia, que más o menos irá así:

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Kagome se sentía felíz y llena de vida, llevaba en su época actual ya quince días; desde que discutió con Inuyasha y saltó al viejo pozo. Era viernes, y ya entrada la noche se halló despidiendo a su familia para partir junto a su inseparable mochila, hacia la era feudal.

Se acercó al pozo y saltó, la envolvió un destello azulado, topó fondo y supo que ya estaba del otro lado, arrojó con sutileza a su mochila fuera del pozo y salió con cuidado.

Admiró las estrellas, nunca se cansaría de verlas, pues en su época parecían no ser tan brillantes. Ese aire puro y limpio; simplemente le encantaba esa sensación.

Tan sumergida en su admiración estaba que apenas y notó el destello de luces que adornaban en dirección al árbol sagrado. Ya una vez vivió esto, se sentía en un dejavu. La imagen de Kikyo e Inuyasha besándose tiernamente inundó sus sentidos.

Se alejó sin mirar atrás, a grandes pasos. Luego corrió; corrió sin dirección alguna... no importaba dónde, sólo quería escapar, salir de ahí. Huir

Caminó sola, en medio de la amenazante noche lluviosa, y a la distancia halló lo que buscaba, una pequeña cueva que le serviría como refugio.

Sintió la presencia de más de un fragmento que se acercaba a su dirección con pasos presurosos; esto la puso en alerta y la alejaron de sus pensamientos con el ojidorado, buscó sus flechas sagradas y maldijo cuando se dio cuenta que las perdió de camino; escuchó algunas maldiciones muy cerca de la cueva. Se quedó quieta, incluso olvidó cómo respirar. Esa voz era inconfundible, ella conocía esa voz, pero... ¿cómo seguía vivo? Culpó a su imaginación. Aún así sintió la presencia de sus siete fragmentos que llevaba consigo.

Y apareció él. Bankotsu, el último Shichinintai.

Tan gallardo y soberbio. Con su enorme alabarda descanzando en su hombro derecho; su larga trenza y su ropa estaba completamente empapada y no temblaba de frío o lo disimulaba muy bien.

Encantos De Un MercenarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora