Capítulo 16: Estrella de cuatro puntas

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«Dejo este capítulo y me retiro lentamente...»

—¿Dónde está ese desgraciado?— gruñó Inuyasha entrando de golpe como un torbellino, dentro de la guarida de Totosai, quien se encontraba meditando sobre una roca caliente ya rojiza por el calor del fuego.

El solo hecho de saber que Naraku había traído de vuelta al líder Shichinintai Bankotsu, le hacía hervir la sangre de demonio que allegaba más que nunca, ese engreído mercenario era alguien persistente y demasiado arrogante para ser un simple humano, el hecho de saberlo revivido nuevamente, portando esa enorme alabarda lo hacía un personaje peligroso.

¿Pero en qué estaba pensando Totosai? ¡para forjarle esa singular alabarda!. Sabía que el herrero demente estaba loco, pero esta vez sin duda, tocó fondo. ¿Acaso su mente senil afectaba su juicio? ¡Mira que reforzar el arma para dársela a un asesino! Y lo peor de todo es que ese mercenario buscaba enfrentarlo y vendría a por su cabeza; como ansiaba enterrarle sus garras de acero y despellejarlo para arrancarle el, o los fragmentos que lleve consigo. Y para colmo había dejado sola a Kagome, bueno no sola, la dejó en la aldea resguardada por Miroku, Sango, Kirara y Shippo; aunque este último no era de mucha ayuda, más bien necesitaba que lo cuiden, y Kagome... la muy necia se iría a su época moderna.

Estaba cabreado, porque en vez de seguir en la búsqueda de los fragmentos de Shikon, estaba tras los huesos de un mercenario que ya había derrotado una vez. Joder que necesitaba de los ojos de Kagome para poder ver cuantos fragmentos llevaba ese maldito cadáver. Maldita la hora en la que su grupo decidió darse de baja por fingir estar cansados, los humanos eran tan frágiles. Pero ese Bankotsu había hecho malgastar su valioso tiempo viniendo hasta la guarida de Totosai; lo despellejaría vivo, se lo juró.

Totosai apenas lo vio de reojo, y con desinterés; sabía que Inuyasha era más bestia que demonio y que carecía de modales, suspiró al escuchar el estruendo de cosas caídas dentro de su taller, en búsqueda de aquel guerrero, y aún así se preguntaba ¿por qué no usaba su nariz para rastrearlo?

—¿Dónde lo encondes?— vociferó el hanyo enfrentando al herrero delante suyo, interrumpiendo su momento de meditación.

—¿Ya has usado tu nariz Inuyasha?

Inuyasha se avergonzó por un momento, pero lo disimuló muy bien, ¡ni siquiera lo había pensado! usar su fino olfato para buscar al mercenario. Olfateó disimuladamente el aire y no encontró algún rastro extraño, ningún olor a tierra o cadáver, como recordaba que apestaban antes los Shichinintai —¿Por qué le arreglaste el arma?— cambió de tema.

—Soy un herrero Inuyasha no un guerrero— respondió tranquilo.

—¡Pero eres un demonio!— debatió frustrado, era increíble como un cadáver andante se salía con la suya, ¿acaso Totosai le temía a Bankotsu? Era alguien fuerte, ¡pero no rival para alguien con sangre de demonio corriendo por sus venas!

—¿Qué más buscas? Ya sabes que ese guerrero no está aquí— dijo mientras se levantaba de la roca y se dirigía hacia la entrada de su guarida, Mo-Mo el demonio buey de tres ojos que hasta ahora había permanecido recostado sobre el suelo caliente, también se levantó y siguió a su amo.

—¿Por qué no lo mataste?— resongó con fastidio en su pose habitual de brazos cruzados, siguiendo sigilosamente al anciano.

—Mmm pues... él no quería matarme a mí, sino a tí— le confesó pensativo, dándose vuelta para darle la cara.

—¡Eso ya lo sé!— gruñó exasperado como solo él sabía serlo. —Aún así nada te costaba— reclamó, ¿Qué le costaba haber matado al mercenario? furibundo dio media vuelta y como vino se fue del lugar, como odiaba que Miroku tuviera razón en que ya no encontraría al mercenario, había perdido su tiempo y lo peor era reconocerlo. Encontraría la manera de matar al guerrero, después de todo vendría a él, "así que el estúpido cadáver quiere matarme... ¡feh! Te devolveré a la tumba Bankotsu" pensó el hanyo furioso, apretando los nudillos de regreso a la aldea de la anciana Kaede, tendría que apresurarse, para así buscar lo más pronto posible los fragmentos restantes de la perla, obligaría a Kagome a quedarse -en caso de que no se haya ido aún- o la traería de regreso luego de que ella rindiera su fastidioso examen. No sabía ni qué eran los dichosos examenes, ¡pero ya los odiaba!

Encantos De Un MercenarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora