Todo estaba cambiando. Francia planeaba su Revolución. Una noble, un chico del tercer estado y los vestigios de un antiguo régimen que se estaba transformando.
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Lyon se encontraba acostado junto a Aimée, cubriendole con sus brazos, finalmente había podido conciliar el sueño, había pasado la noche soltando gritos de dolor por la curación que el padre de Lyon le había hecho. La luna se había ocultado, y sus ojos se abrieron e inmediatamente lo supo:
Ella ya se había marchado.
Sentía tantas cosas dentro de él, la forma en que le había hablado. Dios, se sentía tan arrepentido. Nunca le había hablado a una mujer de esa forma, y quería golpearse porque la primera había sido Clarisse. Suspiró frustrado para posteriormente levantarse con cuidado tratando de no despertar a la chica del cabello lacio.
El día estaba transcurriendo lenta y dolorosamente, Aimée se encontraba en su casa, permanecería en cama hasta que se formaran cicatrices y le dejara de doler tanto como lo hacía. Lyon estaba con su padre, quien se encontraba con otros campesinos hablando de las revueltas.
Y es que hasta ese momento no se había percatado de que tanto le extrañaba. Se había vuelto algo rutinario salir, tomar el camino corto al castillo, entrar tras las puertas y volver con una sonrisa que se le achico el corazón saber que era demasiado tarde.
El salón se encontraba hecho un caos, los campesinos gritaban e inclusive habían comenzado a pararse dispuestos a pelear unos contra otros. Lyon estaba harto. Por las serias platicas que habían tenido, su principal objetivo no era detenerse con tomar el castillo de Valençay, sino terminar con Luis XVI y no sabía exactamente como lograrían hacerlo, ni cuanta sangre les tomaría porque de alguna forma, él sabía que esto sólo se hacía cada vez más grande.
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Nunca se había sentido tan débil. No podía salir de su habitación. No había dormido ni dicha noche ni la anterior. Su comida había sido traída hasta donde ella se encontraba, no quería salir y tampoco creía que nadie se daría cuenta si estaba o no presente. Normalmente no era vista durante las comidas.
Su mente se centraba en Lyon. Se preguntó que estaría haciendo, si estaría cuidando a Aimée o trabajando en las tierras con su padre, se reprendió por haberlo recordado. Aún se sentía herida. No podía sacar las palabras de su cabeza y se repetían una y otra vez. Él también odiaba a su familia. Odiaba todo lo que ella era y dónde había sido formada. Tenía que dejarlo ir. En cualquier momento se volvería en su contra, si no era por el mismo, las personas a su alrededor le obligarian a unirse a ellos, no podía culparle.
