XX

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Canadá le miró desconcertado, a la vez que asustado y sorprendido.— ¡No, no! ¡Mexique! ¡Te extrañé mucho! ¡Mucho! ¡Te necesito!— Exclama dando un paso adelante, haciendo retroceder un paso al chico tricolor. — Tú no puedes dejarme, ¡no! ¡Porfavor! ¡Yo...yo...yo mataría por ti! ¡Haría todo! — Suplica acercándose lo más que puede, haciendo gestos con las manos, desconcertado.

— No, Canadá, t-terminamos! — México estaba asustado, su voz tembló en el intento de mantenerse fuerte y demostrar que estaba seguro, aunque para el frío norteamericano eso significaba otra cosa.

— ¿quién, eh? ¿Eh, Mexique? ¿Quién te mandó a decirme esto? ¿EH? — Sube el tono de su voz, haciendo al mexicano asustarse, negando con la cabeza y reafirmando su firmeza.

— ¡Nadie! ¡Yo! ¡Yo he venido a decirte esto! ¡Porque eres un idiota Canadá! — Le grita con la misma fuerza, únicamente logrando provocarle.

— ¿Rusia? ¿La perra de tu hermano Chile? ¿Mi hermano? ¿Eh? ¿¡QUIÉN ES?! — Grita acercándose peligrosamente al mexicano, al cual alcanza por los hombros, tirando de su camiseta con fuerza y atrayéndolo hacia él, sacando una navaja de su bolsillo, alterado y enojado, alguien parecía controlar a SU PRÍNCIPE.
Acercó la navaja al cuello del mexicano, sosteniéndole con fuerza de la camiseta.

— Dime quién es, DIME QUIÉN ES. — Le grita molesto.— DÍMELO O YO ELEGIRÉ TU SILENCIO.— Dice rozando el filo de la navaja en el cuello del mexicano, quien con la respiración entrecortada y miedo, mira a los ojos al maniático canadiense.

No...
No.
No tenía qué.

¿Puedo?
¿Acabará?
No.
No.
No.
...

Todo pareció ir lento entonces, el color se había ido y el aire era pesado.
El chico latino golpeó con su codo al canadiense, empujándolo lo suficiente para darle distancia y tiempo para alejarse de él.

Corrió con todas sus fuerzas e ignorando el pequeño corte sangrante en su cuello que ardía terriblemente, ignorando su piernas temblar, corrió ignorando todo eso, iría lejos hasta encontrar su libertad, finalmente se sentía libre del canadiense, el cual no tomo mucho tiempo en recuperarse, afortunadamente el mexicano ya estaba corriendo, dispuesto a ser libre y feliz.

Sonrió.

Sonrió nuevamente.

Y se impulsó de la orilla del edificio, dejando caer su cuerpo al vacío hacia la calle.

— ¡¡MEXIQUE!! MEXIQUE.— Grita el joven canadiense con todas sus fuerzas, instantáneamente dejándose caer de rodillas en el suelo, frente a la orilla del edificio.

¿Así termino? Pero soy feliz.— Piensa por última vez México.

Y sonríe una última vez, cerrando los ojos mientras caía, libre y feliz.

Soy libre.

Príncipe. /Canmex Where stories live. Discover now