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Finalmente, el partido de Nekoma y Seijō había terminado. Daban las seis de la tarde y comenzaba a oscurecerse el cielo. Ayano no tomó tiempo para despedirse de Kenma o darle las gracias a Tetsurō por defenderla hacía una hora y media, tan sólo sentía la necesidad de salir corriendo.

Matsuoka utilizaba sus audífonos y caminaba con las manos a los bolsillos para intentar capear el frío de alguna manera. Sus rodillas, nariz y mejillas se encontraban rojas, no hallaba la hora de subirse al tren para llegar rápido a casa.

Eran las ocho de la tarde y nuevamente Tetsurō se cuestionaba por qué habría de tener una vida tan complicada, por qué no podía tomar decisiones por su cuenta y tener que verse abatido por situaciones tan adultas a tan corta edad. De a poco se acercaba fin de mes y probablemente no tendría el dinero para pagar el arriendo, se quedaría sin su casa y en algún momento tendría la obligación de hablar con sus padres, quien no dudarían ni un segundo en decirle que abandone la escuela y que vuelva a su pueblo. Tetsurō chasqueó la lengua con desagrado, triste y desesperanzado. Se paró del sillón con rabia y se dirigió a su habitación para meterse en la cama a descansar. No había nada que pudiera hacer, por lo pronto, se limitaría a mirar su teléfono.

Hola, quería darte las gracias por lo de hoy, Tetsurō. Kenma no habría podido solo y mucho menos yo...

Por alguna razón, una sonrisa amarga se apoderó de su boca al leer aquello. Quería sentir que lo había hecho bien, sin embargo, con cómo se había comportado con ella en la semana, no había nada que pudiese hacerle sentir diferente con respecto a su personalidad tan extraña, a esas emociones intensas que se apoderaban de él desde el fin de semana. Y, aún sabiendo qué le había provocado aquel cuadro depresivo tan severo, estaba ansioso y emocionado por volver a conectar con Ayano el fin de semana, en aquel evento del que tanto hablaba Bokuto y en el que habrían por lo menos tres de los mejores DJ's de Tokio. Parecía como un ambiente divertido en donde caer gustosamente en un estado disociativo de los sentidos con la ayuda de cualquier droga sintética o natural que pudiese tragar, esnifar o fumar. Ya no quería parar, lo quería todo.

Tetsurō no respondió ningún mensaje, tan sólo decidió cerrar los ojos y apagar las luces, con la disposición de quedarse dormido lo más pronto que le fuese posible. No había comido nada otra vez, porque tenía pena y se sentía solo, pero al menos estaba agradecido de ya no querer llorar a mares como lo habría hecho antes, ya había logrado sacar desde lo mas profundo de su ser toda esa tristeza que lo acorralaba a cada momento, que en ocasiones lo obligaba también a tomar pésimas decisiones.

La semana pasó volando para Matsuoka, quien se estaba esforzando al máximo por estudiar en sus recesos en vez de perder el tiempo y dar lo mejor de sí en sus entrenamientos, incluso si en ocasiones se sentía pasada a llevar por la capitana, sus compañeras parecían mujeres en las que podía confiar si necesitaba un tampón o un consejo amoroso. Parecían chicas divertidas, alguna que otra inclusive podría llamarle la atención, sin embargo, no es que anduviese pensando en ello todo el tiempo, le intrigaba que Tetsurō llevase tantos días sin escribirle demasiado y saludándola desde lejos en la escuela, como si no quisiera entablar una conversación. Pero Ayano era una chica muy inteligente, y se reía cuando se maquinaba la idea de que Tetsurō probablemente intentaba llamar su atención, sobre todo cuando lo rondaba Hana.

Ya era sábado por la tarde y Ayano se encontraba terminando algunos ensayos para sus clases y estudiando para su primer examen de matemáticas. Estaba un poco preocupada porque no veía muy bien desde hacía tiempo, pero aunque quería culpar al consumo de sustancias ilícitas, en verdad se trataba de un caso no tan severo de miopía que habría estado postergando desde los doce años por miedo a utilizar anteojos como su padre.

—¿Ayano?

Ella se volteó sobre el eje de la silla del escritorio para observar a su padre con sorpresa. El hombre se sostenía en bastones en la puerta de su habitación acompañado de Gen, el enfermero azabache, moreno y de ojos ambarinos de treinta años que le cuidaba desde que enfermó hacía medio año. Inmediatamente, la habitación se inundó de una felicidad inexplicable, porque hacía mucho tiempo que Ayano no veía a su padre de pie.

Dominó | Kuroo Tetsurō x OC |. PAUSA.Where stories live. Discover now