seventeen

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A la mañana siguiente, Joe Caputo pasó su peso al otro pie, suspiró y volvió a golpear la puerta de la casa. Se enderezó  y se alisó la corbata. Jamás en su vida le habían encargado una misión de ese tipo. En realidad, no sabía si eso formaba parte de su trabajo. Claro que era imposible decírselo a Lady Alexandra; y menos aún cuando lo fulminaba con esos ojos verdes diabólicos.

Volvió a suspirar. El genio de su empleadora había estado peor que nunca esos últimos días. Muy pocas chucherías quedaban ya intactas en la biblioteca, y hasta el perro había tomado la costumbre de esconderse cuando la condesa se paseaba por la casa.

Se abrió la puerta y apareció una mujer muy guapa.Caputo pestañeó y retrocedió un paso. ¿Se habría equivocado de casa?
La mujer se alisó la falda y le sonrió tímidamente.
—¿Sí?

—Esto, eh... buscaba a la señora Chapman —tartamudeó —. ¿Es correcta la dirección?

—Ah, sí, esta es la dirección. Es decir, esta es la casa correcta, yo sólo estoy alojada
aquí.
—Ah, comprendo, señorita...

—Smythe. Chloé Smythe. —La joven se ruborizó, a saber por qué—. ¿No quiere entra

—Gracias, señorita Smythe.
Entró en el pequeño recibidor y se quedó sin saber qué hacer. La señorita Smythe le estaba mirando el talle, con una expresión que parecía ser de embeleso.

—¡Hey! —exclamó—. Este es el chaleco más bonito que he visto en mi vida.

—Eh... esto..., vaya, gracias, señorita Smythe —dijo él, pasando los dedos por los botones de su chaleco verde hoja.

—¿Son abejorros?
La señorita Smythe se inclinó a mirar más de cerca los bordados púrpura,
ofreciéndole una vista bastante indecente de la delantera del vestido.
Ningún verdadero caballero se aprovecharía de mirar lo que deja ver una dama por casualidad. Caputo miró hacia el techo, luego le miró la coronilla de la cabeza y finalmente bajó la vista por el vestido. Pestañeó rápidamente.

—Ingenioso, ¿no? —dijo ella, enderezándose—. Creo que nunca había visto nada tan bonito en un caballero.

—¿Qué? —resolló él—. Esto..., eh... sí. Exactamente. Gracias nuevamente, señorita Smythe. Es raro encontrar a una persona de gusto tan refinado en lo que a modas se refiere.

La señorita Smythe pareció algo desconcertada, pero le sonrió.
Él no pudo dejar de fijarse en lo hermosa que era. Toda entera.

—Ha dicho que viene a ver a la señora chapman. Podría esperar ahí —hizo un gesto hacia una pequeña sala de estar—, mientras yo voy a la huerta a buscarla.

Caputo entró en la salita de estar. Oyó los pasos de la guapa mujer alejándose y luego el ruido de la puerta de atrás al cerrarse. Caminó hasta la repisa del hogar y miró un pequeño reloj de porcelana. Frunciendo el ceño, sacó el suyo de bolsillo. El reloj de la repisa iba adelantado.

Volvió a abrirse la puerta de atrás y entró la señora chapman.
—Señor caputo, ¿en qué puedo servirle?
Ella estaba muy ocupada frotándose las manos para quitarse la tierra del jardín, y no lo miró a los ojos.

—He venido por... esto... eh... un recado de lady vause
Piper continuó sin levantar la vista.

—¿Sí?

—Sí. —No sabía cómo continuar—. ¿No quiere tomar asiento?
Entonces piper lo miró perpleja y se sentó.

Caputo se aclaró la garganta:
—Llega un momento en la vida de todo ser humano en que se calman los agitados
vientos de la aventura y  siente la necesidad de reposo y comodidad. Una necesidad de arrojar lejos las locuras de la juventud, o, en este caso, de la primera edad adulta, y establecerse en la tranquilidad doméstica.

Guardó silencio, para ver si se habían registrado sus palabras.
Ella parecía más perpleja que antes.

—¿Sí, señor caputo?
Él se aprestó mentalmente para la lucha, y continuó:

—Sí, señora chapmann. Todos, incluso una condesa —ahí hizo una breve pausapara dar énfasis al título—, incluso una condesa, necesita un refugio de reposo y calma. Una mano guiada donde  puedan capear las tormentas y penurias que trae la vida.La señora chapman lo estaba mirando como si estuviera aturdida.
Comenzó a desesperarse.
Ella pestañeó.

La princesa cuervo (G!P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora