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“Esperanza”

JungKook estaba de regreso y JiMin estaba emocionado por ello. La esperanza en él era como una vela en medio de un viento voraz. No había recibido ningún mensaje de su retorno. Sin embargo estaba feliz sólo por esa razón.

Esa ocasión decidió vestir una camisa franela, que daba una vista sensual de su torso que casi se traslucía por lantela fina. Unos pantalones negros que se ajustaban perfectamente a sus voluptuosas piernas. Dio un vistazo al gran espejo que estaba al lado de la cómoda. El no dudaba de su físico, pero más que todo, las inseguridades podían destruirle totalmente en un momento delicado.

Al bajar las escaleras cuidadosamente, preparándose mentalmente para la llegada de su esposo. Quien estaba de espaldas. Percatándose de que estaba hablando por teléfono y su voz sonaba tan seria y profunda.

—Quiero que la cuides bien—objetó. El pelinegro mostraba una faceta preocupada—y si oigo una queja de ella, no tendré remordimiento en despedirla señora Choi.

Esa ofuscada preocupación le daba una inseguridad, quizás había alguien, quizás.

—JungKook—lo llamó.

Y este volvió su vista hacia él, no había más que un rostro demacrado por la presión, en un intento de sonrisa, tan sólo había una mueca que no supo descifrar completamente.

Terminó de bajar las escaleras, lo encaró con una sonrisa pese a que no lo recibía en brazos abiertos, él era plenamente feliz por tenerlo ahí. Y aunque en sus ojos no reflejen felicidad deslumbrante, JiMin no se daba el lujo de perder la esperanza. Con suma delicadeza se acercó a él, tratando de no confundirlo, tendió sus manos hacia los anchos hombros del más alto y dejó fluir sus pequeñas manos. Reprimiéndose el deseo de tocarlo, dejó caer el saco de vestir cuidadosamente, sacando por completo del torso del pelinegro.

JungKook lo miraba fijamente, tratando de definir qué estaba haciendo.

—Te he echado de menos, JungKookie—susurró cerca de él. Mirándolo directamente hacia sus ojos.

El más alto tragó saliva, como si no pudiera asimilar lo que sucedía. Era como si se hubiera sacado las vendas de los ojos, percatándose que JiMin era un hermoso cisne blanco dentro de una oscura soledad infinita, encarcelado. Y no era su físico porque en sus ojos estaba la verdad. Esos sentimientos de culpa llegaron a él nuevamente. Porque no era más que su propia culpa de que lo esperara sumisamente en su casa, esperando un beso y abrazo que pudiera compensar aquellas horas de ausencia. Pero el amor romántico no tenía significado en su vida.

Se dice que hay que luchar contra los obstáculos, porque serán muchas veces en que la vida, en las que te caigas y te levantes. Y sigues tu rumbo.

“No es más que un chiquillo que busca dinero de ti, JungKook”

Aún en su memoria estaban grabadas esas palabras. Pero dudaba que aquello fuera verdad. Sabía que a JiMin le encantaba que lo abrazara en las noches de lluvia. Fueron muchas veces que se desplazaba al salón de artes, pero nunca sabía el por qué. Siempre le daba su espacio, para él era prohibido entrar aquella parte de la casa. Y con más frecuencia se vestía con ropas de colores claros. Tan adorable.

Pero, justo ahora estaba siendo atrevido. De manera sexy y… tierno, no sabía cómo reaccionar hacia aquello. Y de su boca sólo pudo
formular una palabra.

—JiMin—su voz más ronca de lo normal. Y el pequeño pelinegro sólo pudo darle una sonrisa sincera.

Para detener el tiempo no hizo falta nada, el repentino acercamiento, los alientos chocando severamente y miradas con sentimientos paralizados, totalmente concentrados en su mundo. Y como si de imanes se tratara sus labios colisionaron en un segundo. No pudiendo soportar la tensión formada.

Olvidando totalmente el saco de vestir, JiMin enrolló sus brazos en el cuello de su esposo, gimió extasiado entre el beso interminable cuando sus fosas nasales descubrieron aquel aroma que caracterizaba a su esposo, absolutamente delicioso como ese beso. Y sólo en su mente decía aquellas palabras.

“Te amo tanto, tanto, JungKook”

Le gustaba, le encantaba a JiMin, se sentía pleno perteneciendo a JungKook. Como aquel día de
primavera en que le entregó su cuerpo, su amor tierno y deleznable. Recuerda exactamente en dónde aquellas grandes manos llegaron a parar, evocando en la manera en como lo sostenía de manera decidida y confiada. Su mirada brillosa mientras le acariciaba. Y de un retorno rápido la fiereza en como lo había tomado, a modo de que sentirlo dentro de su piel hubiera sido el aire que se necesitaba para respirar. Eran esas mismas manos que lo sostenían firmemente de la cintura, apresándolo. Como si JungKook se sintiera amenazado.

Pero no había nada de que temer, si su corazón le pertenecía.

“¿Cuándo fue la última vez en que lo había tocado?”

Las dudas existían como espinas crueles. Contaba uno, dos y tres, esperando que aquellos pensamientos desaparecieran.

Una sonrisa apareció en el rostro del más pequeño, JungKook lo acostaba con ligereza en el sofá de la sala, mirándolo desde arriba con la respiración acelerada. Totalmente embelesado por la belleza
que estaba frente.

El pelinegro de orbes castaños no se contuvo y se lanzó hacia aquella fabulosa imagen impuesta a él. Las clavículas marcadas en JiMin eran su perdición, su cuello delicado, completamente limpio de marcas. Le emocionaba a sus adentros porque ahora tenía la oportunidad de marcarlo, de dejar sus huellas como una contundente evidencia. Nada le detuvo, ya que deleitarse con su aroma y besar su tierna piel eran otra cosa, nada del que quería discutir.

El deseo se manifestaba.

—Kookie—gimió, en la cúspide de su orgasmo.

El más alto se dio a la deriva de gruñir, desesperado por descubrir más piel. Esa camisa estaba siendo un total obstáculo. Cuando podía frotaba sus partes contra la pelvis de su hermoso esposo.

Su esposo, que bien sonaba para JungKook”

—Eres tan hermoso JiMinie—dijo entre resuellos.

Las ropas sobraban, estaban desesperados, sus torsos enteramente desnudos. Las manos de JiMin
recorrían el abdomen firme y duro, y en un intento debseguir con el pantalón azul del más alto. Miró
hacia directamente a JungKook.

Sus ojos de color miel estaban brillosos, las lágrimas al borde de caer. Y JungKook no supo cómo interpretarlo. Entonces detuvo sus movimientos, a medio de desvestirse. Se sentía una completa basura. No podía llegar y tomar a JiMin de esa manera. Quizás no lo amaba, pero lo deseaba, al punto de quererlo solamente para él. Sin embargo sentía que no era justo para él, cuando sabía
claramente sus sentimientos.

Besó nuevamente a esos voluptuosos labios, sintiéndose más culpable por sus acciones.

— ¿JungKook?— farfulló rogándole.

Y él tan solo pudo darle una mirada lastimera—Lo siento JiMin, no puedo.

Se levantó, dirigiéndose a las escaleras sin dar una mirada atrás. En ningún momento.

Y en ese entonces JiMin recordó aquella llamada, sintiéndose peor.

Después de todo, sus esperanzas pendían de un hilo frágil.

Destroyer |KookMin| PAUSADAWhere stories live. Discover now