03. Besos con sabor a tabaco

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『 capítulo iii: BESOS CON SABOR A TABACO 』

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capítulo iii: BESOS CON SABOR A TABACO 

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Ofelia De Luca estaba perdida.

Ofelia De Luca estaba cansada. Después de presenciar aquella escena llena de sangre, la joven de diecinueve años había decidido sentarse en uno de los bancos de madera del parque para despejar su mente. Sin embargo, el tiempo había trascurrido más rápido de lo esperado y la italiana, tan perdida en sus pensamientos como estaba, no se había dado cuenta de que la puesta de sol rugía con fulgor frente a ella. Sus ojos ambarinos se dirigieron hacia el horizonte, donde el astro rey había comenzado a descender y ahora estaba oculto parcialmente detrás de la gran masa de rocas que rodeaba la ciudad de Tokio. El manto azulado que alguna vez había cubierto su cabeza había sido reemplazado por un color rojizo con matices anaranjados que le recordaba a la sangre que había descendido por la nariz de aquel pobre estudiante odiado por el mundo.

Muy a su pesar, Ofelia se levantó del banco en el que había estado cómodamente sentada y estiró su espalda, agarrotada después de las interminables horas que había estado apoyada contra la madera. Antes de echarse la mochila al hombro para dirigirse a su nuevo hogar, sacó su teléfono móvil y miró la hora; eran las seis de la tarde y su estómago parecía haberlo notado a juzgar por los extraños berridos que estaba emitiendo cada pocos segundos. Llevándose una mano a la zona, Ofelia la apretó con fuerza para exigir silencio, pero la tregua solo duró un par de minutos antes de que sus tripas volvieran a rugir con fuerza. Guardó el móvil de nuevo en el bolsillo pequeño de su mochila negra y la cargó sobre sus hombros, obligando a sus piernas entumecidas a moverse. El sonido de sus zapatillas en contacto con el suelo arenoso pronto llegó a sus oídos, al igual que el vívido sonido del canto de los pájaros que planeaban sobre su cabeza hasta perderse entre los árboles que la rodeaban.

El parque que separaba el hospital de la avenida principal era grande, muy grande. Numerosos caminos de tierra amarillenta se bifurcaban en diversas direcciones llevando a destinos desconocidos que Ofelia no deseaba descubrir. El sonido del agua se introdujo en sus oídos y la joven supo que debía haber alguna fuente cerca; de pronto, su boca se sintió increíblemente seca e intentó tragar saliva, pero el movimiento fue lo único que pudo hacer ya que no había saliva restante en su boca que tragar. Ofelia formó una fina línea apretada con sus labios y tomó el camino de la derecha, aquel que parecía conducirla a la fuente de la vida. Oyó risas, después pies impactando contra el suelo apresuradamente y después un golpe seco. Frente a ella, un ragazzo acababa de caer, su cara aplastada contra la arena como si quisiera dejar su huella en ella. El grito que salió de su garganta cuando elevó el rostro hizo que Ofelia se encogiera de hombros con disgusto. No pasaron ni cinco segundos antes de que una mujer con gesto preocupado levantara al ragazzo del suelo y lo cargara en brazos, susurrándole palabras tranquilizadoras al oído.

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