1. Odio los piratas

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Caminaba por las calles de la plaza disfrutando de todo lo que las tiendas de ropa exhibían en los maniquíes detrás de los escaparates. La hacía muy feliz el especular sobre la satisfacción que quizá sentían las personas al salir del establecimiento portando sus bolsas de compras.

Una hermosa e inocente sonrisa llena de ilusión se le dibujó en el rostro mientras cerraba los ojos y giraba imaginándose usando un lindo vestido y no los harapos que llevaba puestos. Por desgracia, se distrajo de la realidad y fue descubierta por los ciudadanos que la despreciaban. Había olvidado por completo que no debía ser vista por ningún motivo.

—Ahí está esa tipa dándole mala imagen a la tienda. ¡Ugh...! —comentó una mujer regordeta que pasaba por la acera.

—Ignórala amiga, aunque es una horrible experiencia encontrarla tan de mañana —dijo la acompañante de la mujer que hizo el primer comentario—. Mírala tan andrajosa y sucia... Es ridículo tener que lidiar con esta molestia.

Avergonzada y sintiéndose más que humillada, la joven se dio la media vuelta y comenzó a alejarse apresuradamente. A su paso, todos parecían evitarla; nadie quería ni siquiera caminar cerca de ella.

Sabía perfectamente que nada bueno sucedía cada vez que era vista por la gente de la isla ya que ellos la odiaban con pasión, y eso no era algo nuevo aunque no por eso dejaba de dolerle como si fuese la primera vez que notaba la manera en la que todos la veían.

A pesar de saber que no era bienvenida entre los habitantes de la pequeña y próspera extensión de tierra, de vez en cuando se escabullía para disfrutar de los festivales o fiestas, oculta en la esquina de algún callejón cercano. Le gustaba mucho observar a las personas, y tratar de adivinar sus personalidades, trabajos, y hasta sus voces.

Por ahora, la pequeña soñadora debía regresar a su desgastada tienda de campaña donde llevaba viviendo más de doce años sola, sobreviviendo por su cuenta desde que tenía apenas diez años de edad.

Ella había construido algunas paredes haciendo uso de muchos palos y pedazos de carpas que la gente desechaba en la basura. Era algo decadente, pero era su hogar, el único lugar donde podía estar a salvo y ser ella misma, sin miedo por los ojos que la juzgaban por su apariencia andrajosa.

Exhausta por correr desde el centro de la ciudad, se sentó a descansar sobre una roca frente a la entrada de su tienda de campaña. Recuperó el aliento y recordó el motivo por el cuál fue a la plaza...

Se llevó la mano a su agitado pecho meditando en que ese día no había tenido nada de suerte para conseguir alimentos. Miró la poca comida que había elegido el día anterior de entre los basureros de los restaurantes, la cual almacenaba en dos viejos y rotos recipientes de plástico. Se dijo así misma que más tarde habría de cazar algo.

Se puso de pie y animó su espíritu tratando de mantenerse optimista.

Yendo por un sendero del bosque, que casi sólo ella transitaba, llegó a la orilla de la playa donde un río desembocaba y unía su corriente con el mar. Se sentó sobre la arena y contempló el horizonte.

Hizo sombra para sus ojos con ambas manos a la altura de sus cejas. Se preguntaba qué habría más allá de esa línea que trazaba el límite entre el cielo y el mar.

Sonrió con ilusión pensando en lo mucho que le gustaría poder salir de esa isla y a la vez, se retractaba diciéndose que era una mala idea.

Empezó a buscar caracoles en la orilla del mar, antes de que una ola enfurecida la hiciera caer al agua para luego ser arrastrada por la corriente una, y otra vez, hasta que finalmente logró ponerse de pie para enseguida correr de regreso a la orilla.

Sympathy for the devil  ━━  [Finalizado] 《6》Where stories live. Discover now